jueves, 9 de octubre de 2025

... Resucitó ...

Naturalmente, la Resurrección de Jesús, como acontecimiento escatológico que alcanza su plenitud más allá de la muerte, nos trasciende y desborda a los que nos movemos todavía, tanto a nosotros como a los primeros discípulos.

La resurrección de Cristo no se controla ni verifica sino que se acoge gozosamente en la fe.

Estudiamos el sepulcro vacío, las apariciones del Resucitado, el testimonio de los discípulos, pero no acertamos a vivir nosotros mismos "la experiencia pascual". No sabemos encontrarnos con el Resucitado que nos dice: "Yo soy el que vive. Estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos (Ap 1, 17-18).

Los discípulos reconocen en su experiencia pascual a aquel Jesús al que previamente han conocido en Galilea.

Es bueno preguntarse: ¿Cuál puede ser hoy nuestra experiencia pascual?; ¿dónde y cómo vivir el reencuentro con el Resucitado?; ¿cómo y cuándo puede hacerse presente para nosotros la fuerza y la vida que brotan de la Resurrección de Jesús? Vamos a tratar de recorrer el camino de la experiencia pascual de los discípulos, de manera que podamos también nosotros vivir nuestra propia experiencia pascual.

Es un encuentro personal con Jesús lleno de vida.

Jesús se deja ver, se les hace presente y se les impone lleno de vida. Jesús vive y está de nuevo con ellos. Recuperan de nuevo a Jesús como alguien que vive y viene a su encuentro.

Lo decisivo también para nosotros es dejarnos alcanzar por la persona de Cristo. Encontrarnos, no con algo, sino con Alguien. Lo importante es la apertura, la disponibilidad, la acogida de Alguien que vive en el interior mismo de nuestra vida.

Impulsados por la Resurrección de Jesús, los primeros creyentes empiezan ahora a recordar de nuevo sus palabras, pero no como si estas fueran el testamento de su Maestro que ha muerto, sino palabras del que está vivo y sigue hablando en sus discípulos con la fuerza de su Espíritu. Nace así un género literario desconocido hasta entonces: el Evangelio.

Lo importante, no es escuchar sólo a los que nos transmiten o hablan del mensaje cristiano, sino escucharlo a Él que nos habla al corazón: "Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa" (Ap 3,20).

La actividad salvífica de Jesús no terminado con su muerte. Aquel que perdonaba a los pecadores, hoy sigue perdonando. Aquel que llamaba al seguimiento hoy nos sigue llamando. Jesús no es algo acabado o finalizado. Su historia se sigue hoy escribiendo en nosotros y con nosotros.

Una de nuestras tareas es, sin dudas, ir pasando de un Jesús concebido como un personaje del pasado, a un Cristo vivo y actual presente en nuestras vidas. Lo más importante no es creer que Jesús, hace aproximadamente dos mil años, curó ciegos, limpió leprosos, hizo caminar a los paralíticos, resucitó muertos, sino experimentar que hoy puede curar nuestra visión de la vida, limpiar nuestra existencia, hacernos más humanos, resucitar lo que está muerto en nosotros. La experiencia pascual se actualiza para nosotros cuando descubrimos que Cristo sigue siendo "Espíritu vivificador" (1 Cor 15, 45); cuando de alguna manera, podemos repetir la experiencia de San Pablo: "Ya no vivo yo sino que es Cristo quien vive en mí" (Gal 2, 20).

... Continuará en los próximos posts ...

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lunes, 6 de octubre de 2025

Y RESUCITÓ AL TERCER DÍA

Introducción: 

El mensaje central del cristianismo es que Jesús murió en la cruz y Dios lo resucitó.

Después de la muerte de Jesús, sus discípulos estaban impactados. Ellos no podían entender que este rabí maravilloso que había sanado a tantos enfermos y hablado tan imponentemente de Dios, hubiera muerto en la cruz. La muerte de Jesús cuestionó su fe. Pero la experiencia de su resurrección permitió que ellos comprendieran de otro modo el misterio de Jesús como el de Cristo. Y para ellos fue una experiencia tan grandiosa que debían partir para proclamar a todo el mundo este mensaje "Porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído" (Hech 4,20).

Los cristianos no nos enredamos en la cadena infinita de reencarnaciones, sino que en la muerte nos introducimos en la gloria de Dios. Nos espera el propio Cristo que nos precedió en la muerte. Nuestra vida tiene una meta. La resurrección es más que la inmortalidad del alma. Somos aceptados en la gloria de Dios con cuerpo y alma, incluso cuando este cuerpo se descompone, para transformarse luego en un cuerpo celestial, como Pablo lo expresa a los Corintios: "se siembran cuerpos corruptibles y resucitarán incorruptibles" (1 Cor 15,44).

Sin embargo el mensaje de la resurrección de Jesús afirma algo más. Es la confirmación de que no existe nada en nuestra vida que pueda separarnos de Dios. No existe ningún fracaso que no desemboque en un nuevo comienzo; ninguna oscuridad que no sea aclarada; ninguna desesperación que no se transforme en confianza; ningún entumecimiento que no se abra hacia una nueva vitalidad.

La muerte y la resurrección presentan ante nuestros ojos que Dios transformará todo en nosotros, que inclusive resucitará lo muerto en nosotros hacia una nueva vida. Pablo expresó con palabras maravillosas este misterio de la muerte y la resurrección de Jesús: "porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura, podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor" (Rom 8, 38 ss).

La muerte y la resurrección de Jesús nos dan el valor para elevarnos frente a todo lo que obstaculiza la vida, lo que esclaviza a las personas. 

Nunca mejor dicho que como lo dice Pablo en 1 Cor 15, 12-13; 20-23; 35-37; 42-44) citado a continuación:

"Si de Cristo se predica que ha resucitado de entre los muertos ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección para nosotros?. Si no hay resurrección para nosotros tampoco resucitó Cristo..."

Pero Cristo resucitó de entre los muertos como primicia de los que ahora reposan...En Cristo serán todos vivificados, cada uno en su sitio: primero Cristo como primicia, después los suyos cuando vuelva a hacerse presente...

Algunos preguntarán pero ¿cómo resucitarán los muertos o con qué cuerpo?: "¡lo que tú siembras no cobra vida si no muere primero! Y lo que siembras no es el cuerpo que no ha de ser sino un simple grano, de trigo o de otra semilla; y Dios le da el cuerpo que quiere..."

"Así será en la resurrección de los muertos:  se siembra en corrupción y se resucita en incorruptibilidad, se siembra en poquedad y se resucita en gloria, se siembra en debilidad y se resucita en fuerza, se siembra un cuerpo inteligente y se resucita un cuerpo espiritual."

La resurrección no se trata de una mera "reviviscencia". No se trata pues de la vuelta de un muerto a esta vida que sigue estando sometida al poder de la muerte y a la vulnerabilidad de la libertad, es decir,  al poder de la degradación física y a veces moral. No se trata de una vuelta sino de una entrada: la entrada en otra vida nueva que es la Vida misma de Dios.

Continuará en los próximos posts ... 

 Mariela Encarnacion - "¿Por qué buscáis entre los muertos al ...

 

jueves, 4 de septiembre de 2025

... DESCENDIÓ A LOS INFIERNOS ...

Les comparto el desarrollo de este tema según el Catecismo de la Iglesia Católica:

"632 Las frecuentes afirmaciones del Nuevo Testamento según las cuales Jesús "resucitó de entre los muertos" (Hch 3, 15; Rm 8, 11; 1 Co 15, 20) presuponen que, antes de la resurrección, permaneció en la morada de los muertos (cf. Hb 13, 20). Es el primer sentido que dio la predicación apostólica al descenso de Jesús a los infiernos; Jesús conoció la muerte como todos los hombres y se reunió con ellos en la morada de los muertos. Pero ha descendido como Salvador proclamando la buena nueva a los espíritus que estaban allí detenidos (cf. 1 P 3,18-19).

 El descenso de Jesucristo al infierno: ¿Qué hizo el Hijo de ...

633 La Escritura llama infiernos, sheol, o hades (cf. Flp 2, 10; Hch 2, 24; Ap 1, 18; Ef 4, 9) a la morada de los muertos donde bajó Cristo después de muerto, porque los que se encontraban allí estaban privados de la visión de Dios (cf. Sal 6, 6; 88, 11-13). Tal era, en efecto, a la espera del Redentor, el estado de todos los muertos, malos o justos (cf. Sal 89, 49;1 S 28, 19; Ez 32, 17-32), lo que no quiere decir que su suerte sea idéntica como lo enseña Jesús en la parábola del pobre Lázaro recibido en el "seno de Abraham" (cf. Lc 16, 22-26). "Son precisamente estas almas santas, que esperaban a su Libertador en el seno de Abraham, a las que Jesucristo liberó cuando descendió a los infiernos" (Catecismo Romano, 1, 6, 3). Jesús no bajó a los infiernos para liberar a los condenados (cf. Concilio de Roma, año 745: DS, 587) ni para destruir el infierno de la condenación (cf. Benedicto XII, Libelo Cum dudum: DS, 1011; Clemente VI, c. Super quibusdam: ibíd., 1077) sino para liberar a los justos que le habían precedido (cf. Concilio de Toledo IV, año 625: DS, 485; cf. también Mt 27, 52-53).

634 "Hasta a los muertos ha sido anunciada la Buena Nueva ..." (1 P 4, 6). El descenso a los infiernos es el pleno cumplimiento del anuncio evangélico de la salvación. Es la última fase de la misión mesiánica de Jesús, fase condensada en el tiempo pero inmensamente amplia en su significado real de extensión de la obra redentora a todos los hombres de todos los tiempos y de todos los lugares porque todos los que se salvan se hacen partícipes de la Redención.

635 Cristo, por tanto, bajó a la profundidad de la muerte (cf. Mt 12, 40; Rm 10, 7; Ef 4, 9) para "que los muertos oigan la voz del Hijo de Dios y los que la oigan vivan" (Jn 5, 25). Jesús, "el Príncipe de la vida" (Hch 3, 15) aniquiló "mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo y libertó a cuantos, por temor a la muerte, estaban de por vida sometidos a esclavitud "(Hb 2, 14-15). En adelante, Cristo resucitado "tiene las llaves de la muerte y del Infierno" (Ap 1, 18) y "al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en los abismos" (Flp 2, 10).

«Un gran silencio envuelve la tierra; un gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio, porque el Rey duerme. La tierra está temerosa y sobrecogida, porque Dios se ha dormido en la carne y ha despertado a los que dormían desde antiguo [...] Va a buscar a nuestro primer Padre como si éste fuera la oveja perdida. Quiere visitar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte. Él, que es la mismo tiempo Dios e Hijo de Dios,  va a librar de sus prisiones y de sus dolores a Adán y a Eva [...] Yo soy tu Dios, que por ti y por todos los que han de nacer de ti me he hecho tu Hijo. A ti te mando: Despierta, tú que duermes, pues no te creé para que permanezcas cautivo en el abismo; levántate de entre los muertos, pues yo soy la vida de los muertos» (Antigua homilía sobre el grande y santo Sábado: PG 43, 440. 452. 461).

Resumen

636 En la expresión "Jesús descendió a los infiernos", el símbolo confiesa que Jesús murió realmente, y que, por su muerte en favor nuestro, ha vencido a la muerte y al diablo "Señor de la muerte" (Hb 2, 14).

637 Cristo muerto, en su alma unida a su persona divina, descendió a la morada de los muertos (inferos, en latín, se entendía como "el lugar de los muertos"). Abrió las puertas del cielo a los justos que le habían precedido".

 El descenso de Jesucristo al infierno: ¿Qué hizo el Hijo de ...

Jesús rompe las puertas del hades y muestra que ni la muerte ni el abismo pueden retenerlo. No significa que Jesús haya sufrido las penas del infierno (como lo conocemos hoy, un lugar de tormento), sino que llevó la luz de la salvación a quienes esperaban la redención.

La Iglesia Oriental celebra esto de forma muy visual en los íconos de la Anástasis (resurrección): Cristo bajando al Hades, levantando de la mano a Adán y Eva como símbolo de la liberación de la humanidad entera.

San Agustín agrega que se trata de "el Seno de Abraham donde estaban los justos aguardando. 

El descenso de Jesucristo al infierno: ¿Qué hizo el Hijo de ...

miércoles, 3 de septiembre de 2025

... MUERTO Y SEPULTADO ...

El Amor Duerme | Cathopic

¿Qué se sabe acerca de José de Arimatea, gran protagonista de este acontecimiento? Todo lo que se sabe a ciencia cierta acerca de él se deriva de los Evangelios canónicos. Nació en Arimatea ---de ahí su apellido--- "una ciudad de Judea" (Lc. 23,51), que es muy probable idéntica a Ramá, el lugar de nacimiento del profeta Samuel, aunque varios estudiosos prefieren identificarla con la ciudad de Ramleh. Él era un israelita rico (Mt. 27,57), "un hombre bueno y justo" (Lc. 23,50), "que también esperaba el Reino de Dios" (Mc. 15,43). San Lucas y San Marcos lo llaman también abouleutes, literalmente “un senador”, con lo cual se denota un miembro del Sanedrín o consejo supremo de los judíos. Era un discípulo de Jesús, probablemente desde la primera predicación de Cristo en Judea (Jn. 2,23), pero él no se declaraba como tal "por miedo a los judíos" (Jn. 19,38). Debido a esta lealtad secreta a Jesús, no consintió en que el Sanedrín le condenase (Lc. 23,51), y lo más probable es que estuvo ausente en la reunión que condenó a muerte a Jesús (Cf. Mc. 14,64).

 Jesús sepultado. Guercino - Arguments

La Crucifixión del Maestro avivó la fe y el amor de José, y le sugirió que debía tomar las medidas necesarias para el entierro de Cristo antes de que el sábado comenzara. Sin pensar, por tanto, en todo el peligro personal, un peligro que era realmente considerable dadas las circunstancias, con valentía le pidió a Pilato el cuerpo de Jesús, y tuvo éxito en su petición (Mc. 15,43-45). Una vez en posesión de este tesoro sagrado, ---junto con Nicodemo, a quien su valor había envalentonado a lo mismo, y quien trajo especias abundantes--- envolvió el Cuerpo de Cristo en lino fino y bandas mortuorias, lo puso en su propia tumba, nueva y sin uso, excavada en una roca en un jardín vecino y se retiró después de rodar una gran piedra a la apertura del sepulcro (Mt. 27,59-60; Mc. 15,46; Lc. 23,53; Jn. 19,38-42). Así se cumplió la profecía de Isaías de que la tumba del Mesías sería con un hombre rico (Is. 53,9).

 St. Joseph of Arimathea | Hellenic Art

Hasta aquí el relato histórico, pero si bien fue un hecho que ocurrió y se puede comprobar históricamente, lo más importante es que este Jesús que cautiva, que atrapa, que encadena, que abraza, no yació en el sepulcro para deteriorarse. Sólo estuvo allí unas cuantas horas. ¿Qué nos quiso decir con esto el Señor? ¿Acaso el que resucitó a los muertos debía experimentar la corrupción de su hermoso cuerpo? ¿Permitiría Dios Padre que su Hijo Amado fuera arrojado a una fosa común? 

Maestro Santo, ¿acaso nos quisiste decir que en la hora final que todos atravesaremos, nos podremos unir a ti que también pasaste por ella?

Pero ... sin embargo, tu quietud habla y nos dice tanto: EL AMOR DUERME, EL AMOR ESTÁ ESPERANDO A DESPERTAR GLORIFICADO Y MOSTRARNOS QUE ÉL NO MUERE NI SE CORROMPE Y... SE PUEDEN CONTAR TODOS SUS HUESOS. 

Mi amado, las montañas, 

 Los valles solitarios nemorosos,

Las ínsulas extrañas,

Los ríos sonoros,

El silbido de los aires amorosos,

La noche sosegada

en par de los levantes de la aurora,

La música callada,

La soledad sonora,

La cena que recrea y enamora.

(San Juan de la Cruz

Cántico Espiritual vv. 61-70) 

viernes, 8 de agosto de 2025

... FUE CRUCIFICADO ...

El misterio de la cruz nos muestra que el propio Dios sufre la pasión, pues se ha vuelto capaz de sufrir. La cruz dice "Dios padece en el hombre". Él inicia la búsqueda del hombre y lo busca precisamente allí donde más lejos está de Dios: en la cruz, el lugar de la violencia y la injusticia más graves, el lugar de la cobardía y el poder, el lugar del abandono y la crueldad, y el lugar de la muerte solitaria.

En Jesús Dios probó la muerte; ingresó en lo antidivino y lo experimentó en el propio cuerpo. La cruz nos muestra que también nosotros debemos atravesar el sufrimiento, sólo así podremos superarlo.

La cruz nos muestra el amor incondicional de Dios. En Jesús, Dios ingresó a la oscuridad más impenetrable de este mundo, la aceptó y la transformó (toda la maldad y cobardía del ser humano, la violencia y la crueldad).

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La cruz contraría nuestras imágenes de Dios y abre nuestro corazón al Dios inconcebible, que apareció para nosotros en Jesucristo y que precisamente en la cruz resplandece para nosotros de manera totalmente nueva. Benedicto XVI nos dirá que "la Cruz nos revela, en Jesús,  la esencia de Dios. Es la expresión de la radicalidad del amor que se entrega por entero..., la expresión de una vida que es ser totalmente para el otro. Así es Dios, que se identifica con el hombre hasta en lo profundo de ese abismo, y que juzga al salvar. En el abismo del fracaso humano se revela el abismo aún más inagotable del Amor divino". (Introducción 231-242).

 La Pasión de Cristo (2004) | Rick's

La cruz dice que yo encuentro a Dios precisamente en los puntos de fractura de mi vida. Allí cuando una enfermedad afecta mi vida, o en un fracaso o una culpa,  Dios aparece para mí con mayor claridad. Y allí donde el sufrimiento estorba mi bienestar espiritual y físico, se me presenta la pregunta para mí: ¿me rebelo ante Dios o me entrego a la incomprensibilidad de su amor?. Siempre respetando sus misterios.

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La cruz se convierte en el verdadero lugar de encuentro con Dios. No debo elegir la cruz, pero si observo mi vida en forma realista, ella está marcada por numerosas cruces que acompañan mi camino y abren mi persona y mi pensamiento al Dios que está allí: en el lugar del abandono, del fracaso, de la derrota, de la fractura. Ya no existe nada en nosotros que no haya sido tocado por el amor divino. Gracias a ese amor divino de Dios en la cruz, que fluye hacia el interior de toda oscuridad y maldad de nuestro corazón, esa maldad  pierde su poder sobre nosotros. Todo en nosotros se transforma a través de Dios.

Para mí es un mensaje liberador del cristianismo que Dios nos perdona y ama incondicionalmente. "Ya no pesa, por tanto, condenación alguna para los que viven en Cristo Jesús". (Rom 8, 1). Pablo nos dice que en su muerte en la cruz, Cristo ha asumido por nosotros la condena que estaba destinada a nosotros (algunas culturas lo llaman karma o consecuencia de los malos actos. Aquí debe entenderse que no es una condena de Dios hacia nosotros, sino la consecuencia de nuestros malos actos). Y con ello nos ha librado de todo veredicto de culpabilidad. Cuando Pablo mira la cruz de Jesús se da cuenta de algo: Soy amado incondicionalmente, no tengo que demostrar mi valía ante Dios. No tengo que justificarme a mí mismo. En la cruz, Dios ha borrado el pecado. Éste ya no tiene poder sobre mí. Dios ha reducido al absurdo el afán compulsivo del piadoso por hacerse justo y nos ha abierto un camino nuevo, el camino de la libertad, el camino de que así tal como somos, somos amados incondicionalmente por Dios. Todas las instancias condenatorias, las personas ante cuyo juicio quisiéramos justificarnos, el propio superyo que nos condena despiadadamente y Dios como juez quedan destronados.

cross held crucified jesus three nails crown thorns laid upon ground

En la cruz se revela el Dios que nos acepta pecadores y nos quiere libres, nos quiere sanos. En Cristo está crucificado el hombre viejo. Éste ha sido arrancado del ámbito del poder del pecado y transformado en una criatura nueva en Cristo (Gál 6,15; 2 Cor 5, 17). Para Pablo lo importante es la existencia nueva a la que hemos llegado en Cristo. "Para que seamos libres, nos ha liberado Cristo" (Gál 5, 1). Pero Jesús exige siempre la conversión. Jesús perdona el pecado, no condena, pero dice a la adúltera: "Puedes irte y no vuelvas a pecar" (Jn 8, 11). La cruz no sólo me libera del pecado, también me exige apartarme del pecado y tomar el camino del seguimiento. Aquí se pone en juego mi RESPONSABILIDAD, es decir mi manera de responder coherentemente.

Jesús no nos ha dado explicación alguna de por qué debemos sufrir, o por qué existe sufrimiento en el mundo ni por qué Dios permite que sus fieles sufran. Da una respuesta a la cuestión del sufrimiento entrando él mismo en la Pasión y soportando en su propio cuerpo lo que nos oprime y agobia. En su sufrimiento se solidariza con todos los vivientes. Así también se puede decir que también llevó mi sufrimiento. Esto no significa que por esa razón no vaya yo a pasar por ningún sufrimiento más. Como ya hemos dicho, más bien lo viviré de otra manera. Sabré que en mi sufrimiento no estoy solo y como dicen la Carta a los Colosenses y la Primera Carta de Pedro - Mi sufrimiento será fructífero para este mundo si lo asumo, como Jesús, también en sustitución de otros. Nuestro sufrimiento unido al de Cristo tiene un sentido nuevo. Compartir la carga con Cristo la hace más liviana. ("Venid a mí los que estáis afligidos y agobiados..." es una invitación de Jesús, encontrada en el Evangelio según San Mateo, capítulo 11, versículos 28 al 30).

Jesús ha anunciado la buena nueva de la cercanía de Dios a lo largo de toda su vida pública. Sólo cuando vio que le esperaba, en efecto, una muerte violenta se decidió finalmente en el huerto de Getsemaní a asumir esa muerte como consumación de su entrega y fidelidad a Dios y como expresión de su amor por los seres humanos.

Jesús no se encarnó para sacrificarse por nosotros en la cruz. Por el contrario transformó la muerte violenta que le sobrevino de parte de los romanos, en un sacrificio (ofrenda). Para ello aceptó personalmente ese destino en apariencia cruel y lo convirtió mediante su entrega en un acto de reconocimiento del Dios que es totalmente diferente de nuestras concepciones sobre él. El gran desafío de la fe: aceptar el Misterio. 

La esencia del sacrificio no es la matanza sino la entrega. En ese sentido, la vida entera de Jesús es un sacrificio.  Jesús se entrega totalmente a su tarea. Se entrega a Dios. Y se entrega por los seres humanos. Esta entrega se consuma en la cruz. Hoy en día hay muchas personas incapaces de entregarse. Pero sin entrega no es posible una autentica relación de amor. Poner nuestros ojos en la entrega de Jesús por nosotros en la cruz requiere abrir nuestra mirada a que también para nosotros la clave de la vida está en la entrega.

No se trata de aplicar a la muerte de Jesús en la cruz, las nociones sacrificiales judías como si Jesús hubiera sido sacrificado por nosotros a modo de expiación.

Jesús asume la Cruz pues así también REPARA en nosotros la condición de indignos ante Dios por el pecado. Su muerte en la cruz restaura nuestra dignidad ante nuestro Creador.

 Cenas Impactantes da Crucificação: A História de Jesus

En su muerte en la cruz, Jesús ha experimentado en su propia piel las repercusiones de nuestros pecados. Ha padecido en su propio cuerpo las consecuencias derivadas de las intrigas y de la cobardía de quienes ostentaban el poder en ese entonces. El término expiación no debe interpretarse desde un punto de vista jurídico. Expiación significa que Jesús en la cruz ha experimentado la influencia de grupos de poder centrados en sí mismos, las consecuencias del odio, el miedo, los celos, la envidia y la hostilidad y lo hizo sin oponer resistencia. Por el contrario, los ha soportado con amor y de ese modo los privó de su poder. Además, Dios no castiga el pecado, éste se castiga a sí mismo. El pecado crea una situación que contradice la esencia del ser humano y es perjudicial para él.  "Él cargó con nuestros pecados llevándolos en su cuerpo hasta el madero. Sus cicatrices nos curaron" (1 Pe 2, 24). El autor de la carta de Pedro hace referencia aquí al capítulo 53 del Profeta Isaías, el cántico del Siervo de Yahvé.  Con el lenguaje poético del profeta podemos decir que Jesús cargó sobre sí nuestros pecados y los subió a la cruz, pero esto sucedió por amor, no porque él tuviera que realizar la expiación (jurídicamente hablando). Si no, iríamos a parar a la imagen de un Dios Juez que a toda costa busca castigar.

 LA PASIÓN DE CRISTO” COMENTADA | LAS LÍNEAS TORCIDAS

Pero, como se explica más arriba, la cruz es también una exhortación a convertirse y volverse a Cristo que cuida nuestra alma y la protege.

La cruz me dice: En Cristo todo juicio y toda condena han quedado clavados a la cruz y con ello, eliminados para ti, pero ..." ve y no peques mas". Nuestra condición de pecadores no debe desanimarnos sino que debemos mirar a la cruz, levantarnos y seguir ... 

 Betrayal and redemption: the scene of the thirty pieces of silver of Judas, where the consequences of his deeds are clearly shown next to Jesus Christ crucified on the cross, symbolising the tragedy.

Es bueno destacar que Jesús cura a los enfermos en cuerpo y alma. El pecado ensucia el alma. El pecado enferma. Jesús perdona los pecados quedando el alma totalmente limpia y así restaura los cuerpos. Pecado y enfermedad están íntimamente relacionados. Existe una íntima conexión entre enfermedad y modo de vivir.

Jesús es el médico herido capaz de curar nuestras heridas. No es un Dios cruel que nos reprocha por nuestras malas acciones. ÉL SALVA Y SANA. La muerte de Jesús en la cruz me muestra que, si el mismo Jesús perdona a sus asesinos en la cruz, no puede existir culpa en mí que no sea perdonada si me arrepiento y tengo firme propósito de enmienda. Entonces la cruz me libera de todos los reproches e inculpaciones a mí mismo. Para mí es liberador no girar continuamente en torno a mi culpa. Admito mi culpa y la coloco dentro del amor de Dios. Miro a la cruz y ésta me transmite que no existe ninguna culpa que no será perdonada. El amor de Dios es más fuerte que mis sentimientos de culpa. Mi deuda ya fue borrada. Puedo estar frente a Dios tal como soy con todas mis limitaciones, mi cobardía y mi falsedad. Me sumerjo en el amor perdonador de Jesús y me siento purificado y limpio. A  pesar de mi culpa, estoy en armonía conmigo mismo. El amor de Dios que reconozco al mirar a Jesús en la cruz, es mayor que mi culpa.

 Jesus Christ crucyfied wearing crown of thorns Passion and Resurection. Good Friday. Generative AI

El sacrificio de Cristo sin embargo, además de ser un don, nos interpela, nos exige que ejerzamos nuestra RESPONSABILIDAD. La salvación exige que, como Jesús, hagamos todo lo que esté de nuestra parte para que venga ya el Reino de Dios. Para que deje de sangrar el mundo alrededor mío, tendré que bajar a una persona más de la cruz. Gracias Señor. 

La muerte de Jesús no es el fracaso de la actividad terapéutica de Jesús, sino su consumación. 

Es necesario repetir que Jesús cura con su palabra, con su autoridad y con su amor que se consuma en la cruz. No podemos equiparar enfermedad y pecado, pero cuando vemos la íntima vinculación entre estos dos polos, resulta evidente que la redención es algo más que el perdón de los pecados. La redención es también sanación de nuestra alma y de nuestro cuerpo. La  redención por Jesucristo va dirigida al ser humano entero: cuerpo y alma. Y ésta se consuma en la Cruz. 

Que el Señor nos dé la gracia de mirar la Cruz con nuevos ojos, unos ojos transformados por el amor de Dios. Amén.

 Taking Christ off the wooden cross - Jesus being crucified