jueves, 31 de marzo de 2016

LA EXPERIENCIA DEL DESIERTO

Condujo a su pueblo por el desierto, porque es eterna su misericordia (Salmo 135.16)
 

La entrada en el desierto es siempre un momento solemne. Abandonas el ambiente normal de las relaciones sociales por la incógnita de la soledad. Se empieza por desgarramientos, rupturas, tal vez repudiaciones. No se lleva a cabo sin lágrimas esa universal y definitiva repulsa de cuanto nos era más querido. Lo suyo les costó a los Hebreos dejar Egipto, y lo lamentaron por mucho tiempo. Eso que salían en familia. A ti se te pide la fe y el valor de Abrahán: Vete de tu tierra, y de tu patria, y de la casa de tu padre,
a la tierra que yo te mostraré.... Marchó, pues, Abram,como se lo había dicho Yahveh (Génesis 12,1-4). No se lee que vacilara o le pesara. ¡Échalo todo por la borda, y pronto! Los miramientos, los aplazamientos sólo harán que sean más costosos unos sacrificios que un día bien tendrás que aceptar, so pena de nunca ser Ermitaño y no poder perseverar. El Dios que te llama a esas renuncias será tu fortaleza. Hizo salir a los judíos de Egipto in manu forti.

“Dios no desata, arranca; no doblega, rompe; más que separar rasga y devasta todo”, así habla Bossuet en el segundo sermón de la Asunción.
Más tarde entenderás esta palabra de Dios: “Vosotros mismos habéis visto...cómo os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí” (Éxodo 19, 4)
No le tomes el peso a tu cruz; se te caería el alma a los pies. Fíate del que, por amor, te recibe tal como eres; sin hacer caso de tu indignidad, y dice: "Voy a seducirle, le llevaré al desierto y le hablaré al corazón..." (Oseas 2,16-18).

Cuando practicamos nuestros momentos de oración de silencio y quietud diarios, nos retiramos a este desierto. No podremos llegar al paraíso de la contemplación si antes no atravesamos nuestras oscuridades.

sábado, 26 de marzo de 2016

¡Feliz Pascua en la alegría de la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo!
“Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura. Fue sepultado y resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura. Se apareció a Pedro y después a los Doce. Luego se apareció a más de quinientos hermanos al mismo tiempo, la mayor parte de los cuales vive aún, y algunos han muerto. Además, se apareció a Santiago y de nuevo a todos los Apóstoles. Por último, se me apareció también a mí” (1 Co 15,4­8).

miércoles, 16 de marzo de 2016

Un breve texto de Thomas Merton



 
“La meditación, sin causa ni razón, sin una finalidad, sin un propósito, es un fenómeno increíble. No es solo una gran explosión que purifica, sino que también es muerte, muerte que no tiene un mañana. Su pureza es devastadora; no deja un solo rincón secreto donde el pensamiento pueda esconderse entre sus propias sombras. Su pureza es vulnerable; no es una virtud engendrada mediante la resistencia. Es pura, porque carece de resistencia, como el amor.
 
En la meditación no hay mañana, no hay argumentos con la muerte. La meditación es la destrucción de la seguridad, y en la meditación hay gran belleza; no la belleza de las cosas que han sido producidas por el hombre o por la naturaleza, sino la belleza del silencio.
 
Este silencio es el vacío en el cual todas las cosas fluyen y existen. Es lo incognoscible, y ni el intelecto ni el sentimiento pueden llegar a ello; no hay un sendero que conduzca a este silencio, y cualquier método para ello es la invención de un cerebro codicioso. Todos los sistemas y recursos del yo calculador deben ser completamente destruidos; todo avanzar o retroceder debe llegar a su fin, sin mañana. La meditación es destrucción, es un peligro para quienes desean llevar una vida superficial, una vida de mito y fantasía”. 
 


viernes, 4 de marzo de 2016

DEL TRATADO DE TERTULIANO, PRESBÍTERO, SOBRE LA ORACION

La oración es una ofrenda espiritual que ha eliminado los antiguos sacrificios.
¿Qué me importa   --dice-- el número de vuestros sacrificios? Estoy harto de holocaustos de carneros, de grasa de becerros; la sangre de toros, corderos y chivos no me agrada. ¿Quién pide algo de vuestras manos?
El Evangelio nos enseña qué es lo que pide el Señor: Llega la hora   --dice--   en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad.
 
Porque   Dios es epíritu   y, por eso, tales son los adoradores que busca. Nosotros somos los verdaderos adoradores y verdaderos sacerdotes, ya que, orando en espíritu, ofrecemos el sacrificio espiritual de la oración, la ofrenda adecuada y agradable a Dios, la que él pedía, la que él preveía. 

Esta ofrenda, ofrecida de corazón, alimentada con la fe, cuidada con la verdad, íntegra por la inocencia, limpia por la castidad, coronada con el amor, es la que debemos llevar al altar de Dios, con el acompañamiento solemne de la buenas obras, en medio de salmos e himnos, seguros de que con ella alcanzaremos de Dios cualquier cosa que le pidamos.
 
¿Qué podrá negar Dios, en efecto, a una oración que procede del espíritu y de la verdad, si es él quien la exige? Hemos leído, oído y creído los argumentos que demuestran su gran eficacia. 
En tiempos pasados, la oración liberaba del fuego, de las bestias, de la falta de alimento, y sin embargo no había recibido aún de Cristo su forma propia. 
 
¡Cuánta más eficacia no tendrá, pues, la oración cristiana! Ciertamente, no hace venir el rocío angélico en medio del fuego, ni cierra la boca de los leones, ni transporta a los hambrientos la comida de los segadores (como en aquellos casos del antiguo Testamento); no impide milagrosamente el sufrimiento, sino que, sin evitarles el dolor a los que sufren, los fortalece con la resignación, con su fuerza les aumenta la gracia para que vean, con los ojos de la fe, el premio reservado a los que sufren por el nombre de Dios.
En el pasado, la oración hacía venir calamidades, aniquilaba los ejércitos enemigos, impedía la lluvia necesaria. Ahora, por el contrario, la oración del justo aparta la ira de Dios, vela en favor de los enemigos, suplica por los perseguidores. ¿Qué tiene de extraño que haga caer el agua del cielo, si pudo impetrar que de allí bajara fuego? La oración es lo único que tiene poder sobre Dios; pero Cristo no quiso que sirviera para operar mal alguno, sino que toda la eficacia que él le ha dado ha de servir para el bien.
Por esto, su finalidad es servir de sufragio a las almas de los difuntos, robustecer a los débiles, curar a los enfermos,
 
liberar a los posesos, abrir las puertas de las cárceles, deshacer las ataduras de los inocentes.
 
La oración sirve también para perdonar los pecados, para apartar las tentaciones, para hacer que cesen las persecuciones, para consolar a los abatidos, para deleitar a los magnánimos, para guiar a los peregrinos, para mitigar las tempestades, para impedir su actuación a los ladrones, para alimentar a los pobres, para llevar por buen camino a los ricos, para levantar a los caídos, para sostener a los que van a caer, para hacer que resistan los que están de pie.
 

Oran los mismos ángeles
  
 ora toda la creación,
oran los animales domésticos y los salvajes,
 
y doblan las rodillas y, cuando salen de sus establos o guaridas, levantan la vista hacia el cielo y con la boca, a su manera, hacen vibrar el aire.
 
 También las aves, cuando despiertan, alzan el vuelo hacia el cielo y extienden las alas, en lugar de manos, en forma de cruz y dicen algo que asemeja una oración.
 
¿Qué más podemos añadir acerca de la oración? El mismo Señor en persona oró; a El sea el honor y el poder por siglos de los siglos.