domingo, 24 de agosto de 2014

LA FE

"La manifestación del ser absoluto a través de Cristo y su cruz sólo se puede entender si se comprende la entrega humana hasta la muerte como expresión del amor total. Así, la fe es una respuesta al amor que se vació por todos y cada uno. En consecuencia, creer es amar y nada puede ni debe ser creído sino el amor. En una sociedad donde todo se valora como beneficio económico y adquisición de prestigio social y poder y en donde se posterga lo demás como carente de utilidad, el cristianismo ha de proclamar que sólo el amor es digno de fe". (Hans Urs von Balthasar)


martes, 19 de agosto de 2014

ANHELO DE DIOS

Aprendamos de los monjes el anhelo de Dios. Este anhelo los aguijonea a encaminarse hacia el desierto, a luchar con consecuencia contra las pasiones, a ser fieles a la ascética.
Los monjes anhelan experimentar a Dios, ser uno con El, vivir en Dios la consumación de todos los anhelos. Dios es para ellos la realidad por excelencia. Por amor a Dios abandonan el mundo, por amor a Dios emprenden la lucha. Evidentemente han gustado a Dios y por eso no descansan hasta haberlo encontrado.
Un patriarca compara a un monje con un perro que tiene en su boca el gusto de la liebre y por eso no descansa hasta cazarla: "un monje debe observar los perros cuanzo cazan una liebre. Como sólo aquél que la ha avistado, la persigue; y los demás, al ver correr a ese perro, corren también detrás de él, pero cuando se cansan, regresan.
Sólo el primero que había visto realmente a la liebre, la persigue hasta atraparla; no se arredra, por el hecho de que los demás perros desistan de su carrera, ni vacila ante precipicios, bosques o matorrales, espinas ni heridas punzantes, hasta atrapar la liebre.
Así debe ser también el monje que busca a Cristo el Señor, ha de contemplar sin cesar la cruz y no reparar en todos los sinsabores que halle en su senda hasta alcanzar al crucificado" (Dichos de los Padres del Desierto).
La meta de la lucha, de la cacería, del camino, es Dios. Si como el perro lebrero, tenemos en nuestra boca el gusto de Dios, no nos dejaremos desalentar en nuestro camino espiritual, ni por contínuos conflictos dentro de la Iglesia o comunidades, ni por la depresión difusa que caracteriza a nuestra sociedad, ni por la secularización de nuestra época en la que a menudo se percibe muy poco a Dios.

lunes, 11 de agosto de 2014

ALGO SOBRE EL MIEDO A MORIR



        Quizá recuerdes aquella escena de la partida de ajedrez de la película "El séptimo sello", de Ingmar Bergman. Es la personificación de la Muerte, que juega con el hombre la partida decisiva. 
        Así, dramáticamente, como una lucha absurda y fatal contra un destino ciego, plantean algunos hombres su existencia, inmersa en una visión triste y angustiosa de la que no logran escapar. Cuando lo natural debiera ser asumir la muerte con serenidad, como una parte real y normal de la propia vida, como una certeza que nos lleva a redoblar nuestro esfuerzo para sacarle mayor partido a los años que nos quedan, esas personas se resisten a pensar en su origen y su destino. Han convertido la muerte en un tabú, en una cosa innombrable. 
         Hasta ahora, solo un verdadero sentido de la religión ha sido capaz de superar satisfactoriamente el temor a la muerte. El miedo a la muerte solo puede quedar contrapesado por la esperanza de una nueva vida. Para el creyente, la muerte es como tomarse una medicina amarga cuando uno está seguro de que con ella recobrará la salud.
         —Pero, aun teniendo eso claro, mucha gente tiene miedo a morir. ¿Por qué crees que resulta tan difícil aceptar la vida en el otro mundo?
        Es natural tener algo de miedo –o al menos respeto– a la muerte. Pero la muerte es algo natural (entre otras cosas, sería enormemente aburrido levantarse todas las mañanas, lavarse los dientes, vestirse y desayunar, milenio tras milenio). Podremos controlar nuestro miedo a la muerte cuando comprendamos que nuestra alma, nuestra verdadera esencia, jamás morirá.
 
        Cada minuto en esta vida es un paso a la eternidad, y si esa eternidad es el cielo, es un paso más hacia una bienaventuranza de dimensión tan extraordinaria que nadie sería capaz de describir.
 
 Así lo entendió finalmente –comentaba Martín Descalzo– aquella mujer afligida por el zarpazo de la muerte de unos seres queridos, cuando escuchó dentro de sí una voz que le decía: "Pero..., ¿ese es el modo que tú tienes de agradecer a Dios los padres y el hermano que disfrutaste durante tantos años?". Desde entonces esa señora hace regalos, en cada cumpleaños de los fallecidos, a instituciones de caridad.
        Hay una diferencia grande, de modo habitual, en la forma en que se recibe la muerte en familias sin fe y en familias con una verdadera fe. Un radical desgarro en unas, que contrasta con una honda serenidad en las otras. No saben cuánto pierden cuando pierden la fe. Si tuvieran fe -una fe hondamente vivida, se entiende-, en lugar de ver la muerte como el hoyo negro, fatal, donde toda vida humana se derriba y se hunde, como un final dramático de todo, la verían como el nacimiento a una nueva vida, como cuando la mariposa deja la crisálida de la que sale. El alma vive siempre y renace.
 
          La muerte es el máximo enigma de la vida. El hombre sufre con el dolor y la enfermedad, pero el máximo tormento es el temor por la desaparición perpetua. El hecho de la muerte aparece como un misterio ante el cual la imaginación del hombre sin fe naufraga por completo.
Dejáte amar por Dios y jamás dejes que te roben la esperanza ni la confianza en un Dios que te espera para confundirse contigo en un abrazo interminable.
Todos tendremos que atravesar el umbral que nos separa de la Felicidad Eterna y subir esa escala que nos lleve a El para siempre.
Dejáte abrazar por El ya aquí en la tierra prefigurando en la oración ese momento de unión sin fin.
 

sábado, 9 de agosto de 2014

NO DEJES DE ACUDIR AL AUXILIO DE MARIA

Poema tomado de la página de mi amigo, el Hermano Mario de Cristo Salvador. Fotos tomadas de la web.

«Si pretendes hallar a Dios propicio,

implora los auxilios de María;

porque es, para evitar el precipicio,

el norte más seguro que nos guía.

 

Es quien quebranta la cerviz al vicio,

es por quien el Señor tu gracia envía,

y, en fin, por quien dichoso el ser humano

tiene a Dios por amigo y por hermano.

 

Si con vehemencia la pasión te enoja,

si con rigor la tentación te oprime,

si cualquiera dolencia te congoja,

de María a las puertas llama y gime:

con fe tus males a sus pies arroja,

y a su piedad tu corazón se arrime;

que al devoto clamor de tu porfía

eco será el auxilio de María.

 

Si la Madre sintió llorar al Hijo,

luego previene el néctar de su pecho,

y en su regazo lo detiene fijo,

hasta que el niño queda satisfecho.

 

Aunque antes era esclavo, ya colijo

que me adoptas por hijo, sin despecho.

Eres mi Madre, tu piedad imploro;

dame tus pechos, porque humilde lloro».

 

De “Sermones de Taulero”
Reducidos a octavas reales por el P. Tomás de Magdalena