miércoles, 31 de marzo de 2010

MAS DE THOMAS MERTON


(leídas mientras se plantaban diversos árboles en un parque de la Abadía)

La oración contemplativa es el reconocimiento de que somos Hijos de Dios, una experiencia de Quién es Él y de su amor hacia nosotros, fluyendo de los efectos de tal amor en nuestras almas. La oración contemplativa es la voz del Espíritu gritando en nosotros: “Abba, Pater”. En toda oración válida, es el Espíritu Santo quien reza en nosotros...El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia, y es a Su presencia en nosotros, a la que se atribuye la santidad de cada uno de los elegidos. Ruega en nosotros; ya como Alma de la Iglesia, ya como Vida de nuestra propia alma; pero la distinción es sólo real en el orden externo de las cosas. Interiormente, tanto si nuestra oración es privada como pública, es el mismo Espíritu quien ruega en nosotros. Pulsa en realidad distintas cuerdas de un mismo instrumento.(El signo de Jonás, 21 de marzo 1950, Fiesta de San Benito)

Existe un punto donde puedo encontrar a Dios en contacto real y experimental con Su infinita realidad: es el punto en que mi ser contingente depende de Su amor...Dios me pronuncia como una palabra que contiene un pensamiento parcial de Sí mismo. Una palabra no será nunca capaz de comprender la voz que la pronuncia. Pero si soy fiel a lo que Dios emite en mí, si soy fiel al pensamiento de Él que debería encarnar, estaré lleno de su realidad y Lo hallaré dondequiera en mí y no me encontraré a mí en ninguna parte. Me habré perdido en Él.(Semillas de contemplación: Ruego por hallarte a ti mismo)

Cuanto más estamos solos tanto más estamos juntos; y cuanto más nos hallamos en sociedad, la verdadera sociedad de la caridad, no de las ciudades, tanto más estamos con Él a solas. Pues en mi alma y en la tuya hallo al mismo Cristo que es nuestra Vida, y Él se halla a Sí mismo en nuestro amor, y todos juntos hallamos el Paraíso, que es compartir Su Amor por Su Padre en la Persona de Su Espíritu.(Semillas de contemplación: Somos un Hombre)

El amor constituye el fin de toda contemplación puesto que ésta no es un fin en sí misma. La contemplación no es la santidad. La plena madurez de la vida cristiana, de la cual la contemplación es uno de los tantos medios -aunque quizá sea el más eficaz de todos ellos-, consiste esencialmente en el amor perfecto de Dios y de los otros hombres. (El Ascenso a la Verdad: El conocimiento amoroso de Dios)

La oración debería ser tan instintiva como la respiración... es tan importante para la vida del alma como la respiración lo es para el cuerpo... Podemos aprender a inspirar y exhalar de un modo maravilloso, porque es divino... Por la oración, dejamos abiertas nuestras almas a Dios y nos esforzamos por “respirar” su vida. El objeto supremo de la oración es el cumplimiento de la voluntad de Dios.(La senda de la contemplación: una vida de oración equilibrada: el objeto de la vida de oración)


Déjame buscar el don del silencio, la pobreza y la soledad donde todo cuanto toque se convierta en oración: donde el cielo es mi oración, los pájaros mi oración, el viento en los árboles es mi oración, pues Dios es todo en todo.(Pensamientos en la soledad: el amor de la soledad, VII)

Sólo cuando la infinita verdad, la misericordia y la libertad de Dios viven en el corazón del hombre, puede haber una cooperación social eficaz en la lucha por la justicia y la verdad en la tierra... Solamente Cristo es capaz de llevar la verdadera paz a los corazones de los hombres y nos la trae a través de los corazones de otros hombres.(La paz monástica: la visión de paz)

Un santo es capaz de amar las cosas creadas, disfrutar el uso de ellas y tratarlas de un modo perfectamente sencillo y natural, sin hacer referencias formales a Dios, no llamando la atención a su propia piedad, y actuando sin ninguna rigidez artificial. Su amabilidad y dulzura no le están infundidas por la presión de una camisa de fuerza espiritual. Proceden de su docilidad directa a la luz de la verdad y a la voluntad de Dios... Los ojos del santo hacen santa toda belleza y consagran cuanto tocan a la gloria de Dios.(Nuevas semillas de contemplación: todo cuanto es, es santo)

María era y es, en el más alto sentido, una persona, precisamente porque siendo “inmaculada”, estaba libre de toda mancha de egoísmo que pudiera oscurecer la luz de Dios en su ser. Era, pues, una libertad que obedecía a Dios perfectamente y en esta obediencia halló la culminación del perfecto amor.(Nuevas semillas de contemplación: la mujer vestida de sol)

La fe es idéntica a la puerta de la plena vida interior de la Iglesia, no sólo incluye el acceso a una enseñanza autorizada sino, sobre todo, una profunda vivencia personal que, aunque única, es compartida con el Cuerpo de Cristo en su totalidad, en el Espíritu de Cristo. San Pablo compara este conocimiento de Dios en el Espíritu con el conocimiento subjetivo que cada hombre tiene de sí. Así como nadie puede conocer mi yo interior excepto mi propio “espíritu”, Dios sólo puede ser conocido por el Espíritu de Dios: sin embargo, este Espíritu Santo nos es dado en forma tal que Dios se conoce a Sí-Mismo en nosotros, experiencia esta tremendamente real, aunque no podamos comunicarla en términos comprensibles para quienes no la comparten (Ver I Cor. 2: 7-15).(El Zen y los pájaros del deseo)

El hombre que ha logrado la integración final ya no se halla limitado por la cultura en la que ha crecido. “Ha abrazado la ‘totalidad de la vida’... Ha experimentado... la existencia humana ordinaria, la vida intelectual, la creación artística, el amor humano, la vida religiosa. Trasciende todas esas formas limitadas, al tiempo que retiene todo lo mejor y lo universal que hay en ellas... No solamente acepta a su propia comunidad, a su propia sociedad, a sus amigos, a su cultura, sino a toda la humanidad. No permanece atado a una serie limitada de valores de manera tal que los opone a otros adoptando posturas agresivas o defensivas. Es totalmente ‘católico’ en la mejor acepción de la palabra. Posee una visión y una experiencia unificadas de la única verdad que resplandece en todas sus diferentes manifestaciones, unas más claras que otras... No establece oposición entre todas estas visiones parciales,. sino que las unifica en una dialéctica o en una visión interior de complementariedad. Con esta visión de la vida, puede aportar perspectiva, libertad y espontaneidad a la vida de los demás.(Acción y contemplación: la integración final)

La idolatría es el pecado básico, por lo tanto, está bien hondo en nosotros, más íntimamente relacionado con el pecado original, por eso, con mayor probabilidad de engañarnos bajo la apariencia de veneración verdadera, integridad, honestidad, lealtad e idealismo. Hasta el cristianismo es a veces idólatra sin advertirlo. El pecado de tener un dios distinto del que no puede convertirse en ídolo, o sea, en objeto.(Diario de un ermitaño: 7 de noviembre, 1964)

Tal vez fuese demasiado decir que el mundo necesita otro movimiento como el que condujo a estos hombres a los desiertos de Egipto y Palestina... Tenemos que liberarnos, a nuestra manera, de las implicaciones de un mundo que se precipita en el desastre. Pero nuestro mundo es diferente del suyo... No podemos hacer exactamente lo mismo que ellos hicieron. Pero hemos de ser tan concienzudos e implacables en nuestra determinación de romper todas las cadenas espirituales y desechar el dominio de coacciones ajenas, para encontrar nuestro verdadero ser, para descubrir y desarrollar nuestra inalienable libertad espiritual y emplearla en construir, en la tierra, el Reino de Dios.... Necesitamos aprender de estos hombres del siglo IV cómo ignorar prejuicios, desafiar coacciones y adentrarnos sin miedo en lo desconocido.(La sabiduría del desierto)

Padre y Hacedor del Amor, que moras en nuestros corazones con una luz inaccesible juntamente con tu Hijo, envía los siete dones del Espíritu Santo a nuestras almas. Purifica nuestras mentes no sólo de pecado sino de toda vanidad de sabiduría terrena, y haznos instrumentos dóciles de tu santa voluntad con sencillez y verdad, para que la claridad de tu Hijo Jesús ilumine nuestras vidas y te glorifiquen a ti.Veni, Domine Jesu! Amén.(Meditación y contemplación)

La gran obra de Su amor está destinada a derrocar los poderes del mundo en el momento en que parezcan triunfar, y ésta es la gran obra del amor que se llevará a cabo en muchos hombres y mujeres oscuros, débiles y desconocidos, cristianos despreciados por el mundo y arrojados a un lado como seres inútiles: hombres que sufren en prisiones y en campos de concentración, mujeres hambrientas en ciudades bombardeadas, trabajadores, pobres del campo, sacerdotes humildes, monjas de los conventos, hermanos legos, madres de familia e incluso niños pequeños, pues, en estas almas Cristo encenderá en los últimos días del mundo el fuego de la verdadera caridad, que contrarreste el amor que se ha vuelto frío en las almas de los señores de la tierra.(Meditación y contemplación)

En el desierto de soledad y vacío es donde se ve que son ilusorios el miedo a la muerte y la necesidad de autoafirmación. Cuando se mira esto de frente, la angustia no siempre queda vencida, pero puede ser aceptada y comprendida. Así, en el corazón de la angustia se encuentran los dones de paz y comprensión: no simplemente en la iluminación y la liberación personales, sino en el compromiso y la comprensión, pues el contemplativo debe asumir la angustia universal y la situación ineludible del hombre mortal. El solitario, lejos de encerrarse en sí mismo, se hace a todos los hombres. Reside en la soledad, la pobreza, la indigencia de todo hombre.(Incursiones en lo indecible: La lluvia y el rinoceronte)

Hoy en día, la especie humana es como un alcohólico que sabe que beber lo destruirá y sin embargo siempre tiene ‘buenas razones’ por las que debe seguir bebiendo. Así es el hombre en su adicción fatal a la guerra. No es verdaderamente capaz de ver una alternativa constructiva a la guerra.Si esta tarea de construir un mundo pacífico es la tarea más importante de nuestro tiempo, también es la más difícil. De hecho requerirá mucha más disciplina, más sacrificio, más pensamiento, más cooperación y más heroísmo que la guerra pidió jamás.(Hermana América: paz y protesta)

La realidad de la tradición es Cristo mismo. El significado de “Cristo ha resucitado y Cristo vive” es que Cristo ha ‘realmente’ resucitado y vive ahora en nosotros. Se trata de la realidad de una tradición que está viva. Se trata de Cristo que ‘es’ y ‘vive’ aquí y ahora en nosotros. Si dejamos que el Cristo resucitado viva en nosotros, podemos avanzar con confianza, plenamente seguros de que lo hacemos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.(Los manantiales de la contemplación: la realidad contemplativa y el Cristo redivivo)

El mensaje de esperanza que te ofrece el contemplativo no consiste en que tengas que buscar tu camino a través de la jungla de palabras y problemas que hoy envuelven a Dios, sino que Dios te ama, lo entiendas o no, que está presente en ti, que habita en ti, que te llama, te salva y te ofrece un conocimiento y una luz que no tienen comparación con nada que hayas encontrado en los libros u oído en los sermones. El contemplativo no tiene nada que decirte, sino alentarte y asegurarte que si te atreves a penetrar en tu propio silencio, a caminar en la soledad de tu propio corazón, y a arriesgar el compartir esta soledad con el otro solitario que contigo y a través de ti busca a Dios, llegarás a encontrar la luz y la capacidad para entender lo que está más allá de todo lo que se puede decir o explicar, ya que está demasiado cerca para poderse explicar: la íntima unión en las profundidades de tu propio corazón entre el espíritu de Dios y tu más recóndito y oculto yo, de modo que tú y él seáis en verdad un solo Espíritu.(El camino monástico: una carta sobre la vida contemplativa)

Nuestra vida en Cristo exige un apostolado plenamente eucarístico: una acción enérgica y de largo alcance, basada en la oración y en la unión interior con Dios y capaz de trascender las limitaciones de clase, nación y cultura y de continuar edificando un nuevo mundo sobre las ruinas de lo que sin cesar está hundiéndose en la decadencia. Si el futuro nos parece sombrío, ¿no será quizá porque estamos asistiendo a la aurora de una luz que nunca ha sido vista? ...Vivimos, acaso, en el umbral de la más grande era eucarística del mundo, la era que muy bien pudiera presenciar la unión final de toda la humanidad. Si esto es verdad, entonces es que estamos ante la posibilidad de una empresa tremenda: la unión visible del mundo, a un paso de la unión de todo el mundo en Cristo.(El Pan Vivo)

Padre, te pido que me conserves en este silencio para que aprenda de él la palabra de tu paz y la palabra de tu misericordia y la palabra de tu amabilidad dicha al mundo: y que a través de mí quizá tu palabra de paz se deje oír donde durante mucho tiempo no ha sido posible que nadie la oyera.(Conjeturas de un espectador culpable: el espíritu de la noche y el aire de la aurora)

La necesidad más importante en el mundo cristiano hoy es esta verdad interior alimentada por el Espíritu de la contemplación: la alabanza y el amor de Dios, el deseo de la venida de Cristo, la sed por la manifestación de la gloria de Dios, su verdad, su justicia, su Reino en el mundo... Sin esta orientación contemplativa, estamos construyendo iglesias no para alabarle sino para establecer más firmemente estructuras sociales, valores y beneficios de los que gozamos hasta ahora...Sin la contemplación y la oración interior, la Iglesia no puede cumplir su misión de transformar y salvar al hombre.( La oración contemplativa)

El contenido central de la Biblia se resume en esta afirmación: La verdad íntima del hombre y de la existencia humana se revela en un acontecimiento (que) presenta todas las características del ‘kairos’, crisis o juicio. Cuestionado por una intervención histórica de Dios el hombre puede responder comprometiendo su libertad más profunda, o puede rehuir el encuentro amparándose en una serie de falaces excusas. Si se rehuye el encuentro, la libertad del hombre no se hace valer, sino que resulta hipotecada y enajenada. Cuando el encuentro es real y pleno, se establece un nuevo tipo de relación entre nuestra propia libertad y la libertad y el espíritu últimos: el Dios que es Amor y también ‘Señor de la Historia’. Al mismo tiempo, se renueva la relación con los demás hombres; en lugar de vivir para nosotros mismos, vivimos para los demás. Idealmente hablando, si todos nosotros viviésemos con este tipo de preocupación y compromiso altruista, la historia humana culminaría en una epifanía de Dios en el hombre. La humanidad sería visiblemente ‘Cristo’.(Leer la Biblia)

Todo aquel o aquella que con su vida dé un ‘sí’ incondicional al amor de Dios, está cumpliendo plenamente los objetivos de la vida religiosa. Ninguna otra cosa importa realmente una vez se ha respondido a esta exigencia. Todo el mundo puede hacer esto, incluso quienes no han abrazado la vida religiosa. Es simplemente el estilo cristiano de vida...En lo profundo de vosotros mismos hay algo que os sostiene porque vosotros se lo permitís, y si se lo permitís, sin duda lo hará.(Dos semanas en Alaska: la vida que une)

El cristianismo es una de las religiones del mundo. El mundo es Amor. Pero a veces olvidamos que la palabra emerge antes que nada del silencio. Cuando no hay silencio, entonces, la Única Palabra que Dios pronuncia no se oye realmente como Amor. Sólo se oyen ‘palabras’. Las ‘palabras’ no son amor, puesto que son muchas y el Amor es sólo Uno. Cuando hay demasiadas palabras, perdemos la conciencia del hecho de que realmente sólo hay Una Palabra. La Única Palabra que Dios dice es Él Mismo. Hablando, Él se manifiesta a Sí Mismo como infinito Amor. Su hablar y Su escuchar son Uno. Su discurso es tan silencioso que para nuestra forma de pensar Su discurso es un no-discurso, su escuchar es no-escuchar. Así, en el silencio, en el abismo de Su único Amor, todas las palabras son dichas y todas las palabras son oídas. Sólo en este silencio del Amor infinito tienen conciencia y significado.(Amar y vivir: amor y soledad)

El Cristianismo no es la religión de una ‘ley’, sino la religión de una ‘persona’...El mismo Jesús, viviendo en nosotros por Su Espíritu, es nuestra Regla de Vida. La obediencia a esta (nueva) ley nos conforma a Él como persona. Por tanto, perfecciona la imagen divina en nosotros. Nos hace como Dios. Nos llena de la vida y la libertad que Él nos enseñó a buscar. Ese es el valor que determina todas las acciones de un cristiano. Ese es fundamento a la vez del humanismo cristiano y del misticismo cristiano: El cristiano vive por amor, y por tanto, por libertad.(El hombre nuevo: el segundo Adán, 115)

EL PODER DEL MANTRA

El poder y alcance del mantra depende de la actitud del que lo repite. Así lo evidencia la siguiente historia.

Un eremita vivía a la orilla del río. Era alimentado por una lechera que todos los días le regalaba leche para su manutención. El eremita había concedido una mantra a la buena mujer y le había dicho:

--Repitiendo este poderoso mantra puedes ir a través del océano de la existencia.

Pasó el tiempo. Cierto día en que la lechera iba a cruzar el río para llevar la leche al eremita, llovió torrencialmente y las aguas del río se desbordaron. No había manera de pasar el río en barca. La mujer recordó lo que había dicho el eremita: "Repitiendo este poderoso mantra puedes ir a través del océano de la existencia". Y se dijo a sí misma: "Y esto sólo es un río". Repitió interiormente el mantra con mucho amor y motivación y comenzó a caminar sobre el agua hasta llegar donde estaba el eremita. Al verla, éste, muy extrañado, preguntó:

--¿Cómo has podido llegar hasta aquí si el río se ha desbordado?

La mujer repuso:

--Como me dijiste que con el mantra que me entregaste podía atravesar el océano de la existencia, pensé que sería mucho más fácil cruzar el río. Recité el mantra y lo pasé caminando sobre las aguas.

Al escuchar esta explicación, el eremita se llenó de vanidad y pensó: "!Qué grado de evolución debo tener cuando la lechera ha podido hacer esta proeza con mi mantra!"

Días después, el eremita tenía que ir a la ciudad. Las lluvias
monzónicas no habían cesado y el río continuaba desbordado. El eremita pensó que no había ningún problema. Si el mantra había funcionado con la lechera, ¿cómo no iba a funcionar con él? Empezó a repetir el mantra y se lanzó a las aguas del río. Automáticamente se
hundió hasta el fondo y pereció.

*El Maestro dice: El ego es la muerte de lo más real que hay en uno mismo. No
libera, esclaviza y ahoga.

Reflexión: Podemos creer que somos lo que hacemos, o bien podemos SABER que somos lo que en verdad somos. Cuando el mantra se aprende bien, el Espíritu borra el mantra. Cuando el Espíritu guía la meditación, el mantra desaparece. Cuando la meditación es de abundante cosecha, el acto de meditar desaparece en el viento pero no lo que ha dejado en nuestra alma.
Es verdad que, como niños chiquitos, necesitamos andadores o muletas, pero cuando crezcamos todo eso será no sólo de poca utilidad, sino incluso hasta un estorbo. Y nunca, NUNCA, he de perder mi humildad, por más que me seas reveladas las cosas más importantes y sabias. Sólo soy un vehículo, sólo soy un canal
.

EL CRISTO TOTAL


Cristo Jesús ha sido hecho por Dios para nosotros, Sabiduría, Justicia, Santificación y Redención.

COMUNION

Por Mateo Bautista
Cuando te comulgo, Jesús,
acepto tu muerte en cruz,
me renuevo con tu perdón,
permanezco en común unión.
Cuando te comulgo, Jesús,
me abro a tu espíritu renovador,
tu palabra ilumina mi corazón,
doy testimonio de vida y de acción.
Cuando te comulgo, Jesús,
vivo ya sin temor,
amo según tu amor,
pienso según tu razón.
Cuando te comulgo, Jesús,
Tú me comulgas, mi Dios,
comulgo al hermano,
y a toda tu creación.

ANTE JESUS CRUCIFICADO

Por Mateo Bautista
Varón de dolores, cordero inmaculado,
sangre ofrecida, cuerpo entregado,
llaga reconciliadora, corazón dilatado,
boca de miel, silencio rumiado,
desconsolado consolador,
de tus verdugos enamorado,
pobre enriquecedor, sufrimiento transformado,
bien de tus males, del Padre bienamado,
espera en esperanza, Dios anonadado,
Señor del alba, de la muerte levantado,
tus heridas, Jesús, nos han curado.

sábado, 20 de marzo de 2010

SOLEMNIDAD DE SAN JOSE


Un momento de silencio... como San José .

Es en el silencio donde se escucha la voz de Dios pues bien dicen que "Dios habla quedito"

Autor: María Esther De Ariño


Así como hay dolor y alegría, así como hay inquietud y paz, así el hombre tiene en su vida dos cauces por donde transcurre su existencia: La palabra y el silencio.


La palabra, del latín parábola, es la facultad natural de hablar. Solo el hombre disfruta de la palabra. La palabra expresa las ideas que llevamos en nuestra mente y es el mejor conducto para decir lo que sentimos. Hablar es expresar el pensamiento por medio de palabras. Es algo que hacemos momento tras momento y no nos damos cuenta de que es un constante milagro. Hablar, decir lo que sentimos, comunicar todos nuestros anhelos y esperanzas o poder descargar nuestro corazón atribulado, cuando las penas nos alcanzan, a los que nos escuchan. Nuestra era es la era de la comunicación y de la información. Pero la palabra tiene también su parte contraria: El silencio. Nuestro vivir transcurre entre estos cauces: la palabra y el silencio. O hablamos o estamos en silencio. Cuando hablamos "a voces" la fuerza se nos va por la boca... hablamos y hablamos y muchas veces nos arrepentimos de haber hablado tanto... Sin embargo el hablar es algo muy hermoso que nos hace sentir vivos, animosos y nos gusta que nos escuchen.


El silencio es un tesoro de infinito valor. Cuando estamos en silencio somos más auténticos, somos lo que somos realmente. El silencio es algo vital en nuestra existencia para encontrarnos con nosotros mismos. Es poder darle forma y respuesta a las preguntas que van amalgamando nuestro vivir. ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? Y va a ser en ese silencio donde vamos a encontrar las respuestas, no en el bullicio, en el ajetreo, en el nerviosismo, la música ruidosa, en el "acelere" de la vida inquieta y conflictiva porque es en el silencio y por el silencio donde se escucha la voz de Dios pues bien dicen que "Dios habla quedito".


Meditando en estas cosas pienso en José el carpintero de Nazaret. El hombre a quien se le encomendó la protección y el cuidado de los personajes más grandes de la Historia Sagrada y no nos dejó el recuerdo de una sola palabra suya. Nada nos dijo pero con su ejemplo nos lo dijo todo. Más que el más brillante de los discursos fue su testimonio callado y lleno de amor. San José, el santo que le dicen: "Abogado de la buena muerte". Porque... ¿A quién no le gustaría morir entre los brazos de Jesús y de María como él murió? José tuvo una entrega total. Una vida consagrada al trabajo, un desvelo, un cuidado amoroso para estos dos seres que estaban bajo su tutela y supo, como cualquier hombre bueno y padre de familia, del sudor en la frente y el cansancio en las largas jornadas en su taller de carpintería y supo del dolor en el exilio de una tierra extranjera y supo en sus noches calladas y de vigilia del orar a Dios mirando el suave dormir de Jesús y de María, pidiendo fuerzas para cuidar y proteger a aquellos amadísimos seres que tan confiadamente se le entregaban. No tuvo que hablar. No hay palabras que superen ese silencio de amor y cumplimiento del deber.


Ahí está todo. Ahí está Dios. En las pequeñas cosas de todos los días, en la humildad del trabajo cotidiano. El no fue poderoso, él no tuvo un puesto importante en el Sanedrín, él... supo cumplir su misión y su silencio fue su mayor grandeza.


Las almas grandes no lo van gritando por las plazas y caminos, se quedan en silencio para poder hablar con Dios y Dios sonríe cuando las mira. Que podamos tener cada día, aunque sean cinco minutos de silencio, para oír la voz de Dios.

lunes, 15 de marzo de 2010

TOMA DE CONCIENCIA

¿Está Dios en Haití? Por Juan Antonio Estrada

Desde la perspectiva científica el terremoto tiene una doble explicación. Por un lado, una zona sísmica, siempre amenazada por terremotos y maremotos, que se suceden con frecuencia. Por otra, que se ha practicado una deforestación masiva del país, que contrasta con la superficie de la República Dominicana, la otra parte de la isla.Además se ha dado una sobreexplotación del suelo, un agotamiento de los recursos naturales, en parte por empresas que han sido pan para hoy y hambre para mañana, y una fuerte explosión demográfica bajo gobiernos corruptos y dictatoriales, como los Duvalier, cuyo heredero se gasta hoy su fortuna en Francia. Cuando el terremoto llegó casi todo se vino abajo, incluido el centro histórico y las instalaciones estatales. Pero el barrio rico y moderno de Pétion Ville, en Puerto Príncipe, apenas ha sufrido daños. Es una isla segura, sólida y bien librada del azote natural.

La conclusión es evidente: con otra política y gobierno, otra distribución de la riqueza y otro tipo de construcciones se hubiera amortiguado mucho la violencia de la naturaleza en el país más pobre de América. Antes que preguntarse por Dios, ¿por qué permite esto?, hay que preguntar al hombre ¿cómo consentimos que tantos seres humanos vivan en la miseria, indefensos ante la naturaleza? La tragedia de Haití sigue al tsunami de Indonesia y vendrán muchos más, porque tres cuartas partes de la humanidad viven en la pobreza, sin medios para controlar la naturaleza. Tenemos los recursos técnicos y materiales para reducir al mínimo estos desastres, pero la distribución internacional de la riqueza los invalida.¿Y dónde está Dios? Seguimos esperando milagros divinos que cambien el curso de la naturaleza; apelamos a la Providencia para que intervenga en las catástrofes naturales; rezamos y pedimos prodigios y señales. Y Dios guarda silencio y no actúa como esperamos. No aprendemos de la historia. No paró la cruz en el Gólgota; no intervino para evitar Auschwitz; no es el Dios relojero de Newton, que ajusta el reloj natural de vez en cuando; no modifica las leyes de la creación, descubiertas por la ciencia. El hombre y el universo son obra de un creador que respeta la libertad humana y el dinamismo de la naturaleza. Si buscamos al Dios milagrero, siempre a la escucha de los deseos del hombre, busquémoslo en otra religión, no en la del Dios crucificado. Es inconcebible que los cristianos sigamos esperando intervenciones prodigiosas, como en tiempos de Jesús, sin asumir la mayoría de edad del hombre y la autonomía del universo, cuyas leyes conocemos mejor y cada vez más.

En cambio, encontraremos a Dios, si lo buscamos identificándose con las víctimas y llamando a los hombres de buena voluntad a la solidaridad y la justicia; si esperamos que Dios nos inquiete, nos provoque y nos llame a colaborar de mil maneras para mitigar el dolor en Haití; si creemos que Dios no es neutral y que el contraste entre el gran mundo pobre y la minoría de países ricos clama al cielo. Hay que ayudar a Dios para que se haga presente en Haití, porque necesita de los hombres para que llegue ahí el progreso y la justicia. Los muertos y refugiados de la catástrofe tienen hambre de justicia, la de las bienaventuranzas, y Dios necesita testigos suyos para hacerse presente.

Nadie puede hablar en nombre de las víctimas sin experimentar sus sufrimientos ni padecer su forma de vida, sólo hacernos presentes a ellos. El protagonismo corresponde al ser humano: Dios es autor de la historia, en cuanto inspira, motiva y envía para la solidaridad y la justicia. El Dios cristiano no es la divinidad griega que siente celos del hombre y castiga a Prometeo, sino el que se enorgullece de la capacidad para generar vida con la ciencia y el progreso, sólo exigiendo que los recursos naturales se pongan al servicio de todos. Hay que actuar como “si Dios no existiera” y todo dependiera de nosotros, universalizar la solidaridad y cambiar las estructuras internacionales que condenan a pueblos enteros a la miseria. Desde ahí podemos esperarlo todo de Dios y pedirle que fortalezca, inspire y motive a los que luchan por un mundo más justo y solidario.

Dentro de pocos meses Haití será un mero recuerdo, excepto para los que siguen allí, y los habremos olvidado, como a Indonesia o las hambrunas del África subsahariana. La gran tragedia del siglo XXI es la de una humanidad que tiene recursos para acabar con el hambre y mitigar las catástrofes naturales, pero prefiere emplearlos en armamento, para defenderse de los pobres; en policías, para evitar que lleguen a nuestras islas de riqueza y en los despilfarros consumistas de una minoría de países. Del mal de Haití somos todos responsables y la solidaridad no puede quedarse en el acontecimiento puntual, aunque sea necesaria, sino que exige otra forma de vida.

Juan Antonio Estrada

Licenciado en filosofía por la Universidad de Comillas de Madrid, obtuvo el doctorado en la Universidad de Granada, donde en la actualidad ejerce como profesor de Metafísica y de Filosofía de la religión. En cuanto a la teología, realizó sus estudios en Innsbruck, en cuya Universidad obtuvo el título de maestro en teología. Posteriormente completó sus estudios en la Universidad de Múnich y en la Gregoriana de Roma, en la que obtuvo el título de doctor en teología. A lo largo de su vida ha impartido clases como profesor invitado en Facultades e Institutos de Lima, Asunción, Managua, San Salvador (UCA) y México. Es miembro de la Sociedad Española de Ciencias de la Religión y de la Asociación de Teólogos Juan xxiii.Es autor de numerosas obras de teología y filosofía, así como de artículos y estudios de ambas disciplinas en revistas especializadas y obras en colaboración. Entre sus publicaciones filosóficas destacan su estudio La teoría crítica de Max Horkheimer (1990), y publicados en esta Editorial: los dos volúmenes Dios en las tradiciones filosóficas, vol. 1: Aporías y problemas de la teología natural (1994) y el vol. 2: De la muerte de Dios a la crisis del sujeto (1996), La imposible teodicea. La crisis de la fe en Dios (2003) y Razones y sinrazones de la creencia religiosa (2001). Asimismo es codirector de ¿Para qué filosofía? (1996) y de un estudio publicado en México en 1998: Identidad y reconocimiento del otro en una sociedad mestiza.

Bibibliografía:
Razones y sinrazones de la creencia religiosa
Dios en las tradiciones filosóficas 1 Aporías y problemas de la teología natural
Imágenes de Dios
Por una ética sin teología Habermas como filósofo de la religión
Religiosos en una sociedad secularizada
Por un cambio de modelo

viernes, 12 de marzo de 2010

ACERCA DEL MISTERIO DEL MAL

Papa Benedicto XVI Audiencia general del 03/12/08
«Espíritu inmundo, sal de este hombre»


El hecho del poder del mal en el corazón humano y en la humanidad es innegable. La pregunta permanece: ¿cómo explicar este mal? La fe nos dice que existen dos misterios de luz y un misterio de noche, el cual, sin embargo, se encuentra envuelto por los misterios de luz. El primer misterio de luz es éste: la fe nos dice que no hay dos principios, uno bueno y el otro malo, sino un único principio: Dios creador, y este principio es bueno, es sólo bueno, sin sombra alguna de mal. Por eso el ser no puede ser una mezcla de bien y de mal: el ser, como tal, es bueno, y por ello pues, es bueno ser, es bueno vivir. Este es el gozoso anuncio de la fe: no hay más que una sola fuente, buena, el Creador...

Viene después un misterio de oscuridad, de noche. El mal no proviene de la fuente misma del ser, no es igualmente original. El mal proviene de una libertad creada, de una libertad mal utilizada. ¿Cómo ha sido posible esto? ¿Cómo se produjo? Las cosas permanecen oscuras. El mal no es lógico. Tan solo Dios y el bien son lógicos, son luz. El mal permanece siendo misterioso... Lo podemos atisbar, pero no explicar; no se puede narrar como un hecho al que le sigue otro hecho porque se trata de una realidad más profunda. Sigue siendo un misterio de oscuridad, de noche.

Pero inmediatamente se le añade un misterio de luz. El mal viene de una fuente subordinada. Dios, con su luz, es más fuerte. Por eso el mal puede ser sobrepasado. Es decir, que la criatura, el hombre, puede curar... De tal manera que, al fin, en última instancia vemos que no sólo puede ser curado, sino que, efectivamente, es curado. Es Dios quien ha introducido la curación. Él mismo en persona entró en la historia. A la fuente permanente de mal opuso la fuente del bien puro. Cristo crucificado y resucitado, nuevo Adán, opone al río contaminado del mal un río de luz. Y este río sigue estando presente en la historia: miremos a los santos, los grandes santos pero también los santos más sencillos, los simples fieles y vemos que el río de luz que viene de Cristo es poderoso y está presente en ellos.
Como vemos esto es tan hermoso y consolador. El mal está siempre alrededor nuestro acechando, pero JAMAS TRIUNFA, la LUZ DE CRISTO lo encandila, lo enceguece, y para nosotros los que meditamos o hacemos oración contemplativa, esta es una realidad muy tangible. A diario experimentamos esta fuerza iluminadora que nos protege y nos guía. MARANATHA.

jueves, 11 de marzo de 2010

GUIA ESPIRITUAL - BELLA AUTOCRITICA

Comentarios del P. Dominico Brian Pierce.

Muchos somos cristianos bautizados sólo de nombre, sin nunca haber despertado a las riquezas que semejante gracia implica. Estamos nadando en el mar de la presencia de Dios, y no obstante, pasamos gran parte de la vida buscando frenéticamente el agua. Yo caracterizaría esta situación como una crisis de conciencia plena. En gran medida, hemos perdido la capacidad de dejar que se desarrolle en nosotros la gracia del Bautismo. Tenemos nuestros ritos antiguos bien formalizados, y nuestras bibliotecas teológicas están llenas de escritos sobre los sacramentos, pero hemos olvidado cómo dar vida a todo esto, cómo vivir en plenitud nuestra iluminación bautismal. Es aquí, me parece, en donde la práctica de la conciencia plena (vivir cada momento en el presente y de manera profunda) que enseña Thay (maestro Budista con quien estoy efectuando mi retiro), debería brillar como hermosa luz en el camino de los cristianos de hoy. Pero, debido a que atravesamos una crisis de práctica, necesitamos guías espirituales que puedan mostrarnos el camino nuevamente. Necesitamos personas adentradas en las prácticas espirituales, personas que puedan ayudarnos a descubrir en nuestro interior la amorosa presencia de Dios. Necesitamos experimentar ser quienes somos -hijos e hijas de Dios- llenos de la luminosa presencia del Cristo viviente. Este fue el papel de los Padres y Madres del desierto en los primeros siglos de la cristiandad. Los cristianos los buscaban en sus chozas y cavernas en el desierto, para poder aprender a practicar su fe. Estos ermitaños y ascetas itinerantes eran maestros que enseñaban con la sencillez de su ejemplo. No era cosa de largos tratados y discusiones teológicas. Ellos enseñaban a través de la práctica.
Thay toca el tema de la falta de verdaderos guías espirituales en nuestros días. Aunque es una realidad dolorosa, si reconocemos honestamente esta verdad, podremos emprender un camino de sanación.
Estas son las palabras del Maestro Budista Thay:
"Los líderes espirituales... simplemente no saben qué hacer. No han podido transmitir los valores más profundos de sus tradiciones, tal vez porque ellos mismos no los han podido comprender y experimentar plenamente. Cuando un sacerdote no encarna los valores vivos de una tradición, no puede transmitirlos a la próxima generación. Sólo puede usar los ornamentos externos y transmitir las formas superficiales ... El Budismo, al igual que el Cristianismo y otras tradiciones, tiene que renovarse a sí mismo para poder responder a las necesidades de la gente de nuestro tiempo".
Thay es un maestro que sí ha podido responder a este desafío. Enseña principalmente con su ejemplo. He sido testigo de esto con mis propios ojos. He observado a Thay haciendo la meditación caminante con un recogimiento perfecto y con un gozo sencillo, como el de un niño. Thay sabe morar completamente en el momento presente. Recuerdo haberlo visto detenerse un día, en el medio de una de sus charlas sobre el dharma, para contemplar un maravilloso arreglo floral, preparado por una de las monjas. Fue como si el tiempo se hubiera detenido. No había apuro, simplemente un deleite puro y la belleza del momento. Al observarlo, me di cuenta de que él no necesitaba pronunciar ninguna palabra; su presencia contemplativa habló por sí misma. La forma en que Thay mira a las personas, su sonrisa, su voz tierna, sus historias sencillas, su apertura a escuchar a otros: éstas son las cualidades, que la gente que tiene hambre espiritual , busca en un GUIA ESPIRITUAL.

Thay no necesita hablar sobre el Buda. El es un Buda, y lo que hace es dar testimonio de las enseñanzas del Buda. Sus enseñanzas son poco complicadas, prácticas, liberadoras. Se sienta en meditación con sus monjes y monjas, come con ellos, viaja y da retiros con ellos. Durante mi estadía en el monasterio Deer Park, un día nos recibió a ocho personas en su pequeña casita para tomar el te de la tarde, dejando algún tiempo para la conversación informal. Aun ese tiempo fue una enseñanza. El simple hecho de estar con nosotros, las pausas de silencio que compartimos mientras tomábamos el té, todo tiene que ver con la práctica de la CONCIENCIA PLENA. La manera como Thay vive el momento presente sin prisa forma una parte importante del alimento espiritual que nuestro mundo ansía hoy. Me pregunto si, como sacerdote católico, no será que uno de los mejores dones que yo puedo dar a los demás sea simplemente el sentarme con ellos en silencio contemplativo. Este aspecto, desafortunadamente, no formó parte de nuestro plan de estudios en mis años de formación.

miércoles, 10 de marzo de 2010

ACERCA DEL PERDON -

San Agustín (354-430), obispo de Hipona, (África del Norte) y doctor de la Iglesia Sermón 357

«Si te acuerdas que tu hermano tiene quejas contra ti»

«Dios hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos» (Mt 5,45). Nos muestra su paciencia y no hace valer todo su poder. También tú..., renuncia a la provocación, no aumentes el malestar de los que siembran la confusión. ¿Eres amigo de la paz? Mantén la calma dentro de ti mismo... Deja de lado las disputas y dirige tu persona a la oración. A cualquier injuria no respondas con otra injuria, sino ora por este hombre. Quisieras decirle algo contra él mismo: habla a Dios de él. No digo que te calles; escoge el lugar más indicado, mira a Aquel a quien hablas, en silencio, a través de un grito del corazón. Allí donde tu adversario no pueda verte, allí mismo sé bondadoso para con él. A este adversario de la paz, a este amigo de la discordia, tú, el amigo de la paz, respóndele: «Di todo lo que quieras, cualquiera que sea tu enemistad, eres mi hermano»... «A ti te parece bien odiarme y rechazarme: ¡eres mi hermano! Reconoce en ti la señal de mi Padre. Esta es la palabra de mi Padre: eres un hermano que ama la discordia, pero eres mi hermano porque también tú, al igual que yo, dices: 'Padre nuestro que estás en los cielos'. Si invocamos a un solo Padre ¿por qué no somos uno? Te lo ruego, reconoce lo que dices juntamente conmigo y desaprueba lo que haces contra mí... Delante del Padre tenemos una sola voz, por qué no podemos tener juntos una sola paz?»

En este bello relato de nuestro querido Padre San Agustín, vemos la actitud que deberíamos tener los cristianos de ley en cuanto al trato a brindar a aquél que nos injuria u ofende en algún sentido, sin embargo todo esto se obtiene a traves de una gracia extraordinaria que debemos solicitar a Nuestro Señor. El está dispuesto a otorgarnos este y otros regalos cuando oramos, en el encuentro personal con El, en el silencio de la meditación, de la Adoración, en el silencio de un corazón entregado a las manos del que Todo lo Hace Bien.

No debemos desalentarnos en nuestra cotidianeidad si esto no sale de nuestro corazón espontáneamente todavía, significa que debemos seguir orando más y mejor.

viernes, 5 de marzo de 2010

SALVIFICI DOLORIS

Carta Apostólica de Juan Pablo II sobre el sentido cristiano del sufrimiento.

Atenta al comentario de mi amigo Gabriel, he aquí que incluyo algunas reflexiones de este valiosísimo documento que nos ayudará a entender el misterio del sufrimiento humano a la luz de la Cruz de Cristo y de su Resurrección.

Juan Pablo nos dice "Casi siempre cada uno entra en el sufrimiento con una protesta típicamente humana y con la pregunta del "por qué". El hombre se pregunta sobre el sentido de su sufrimiento y busca una respuesta a nivel humano. Ciertamente pone muchas veces también esta pregunta también a Dios, al igual que a Cristo. Además, no puede notar, que Aquél a quien pone su pregunta, sufre El mismo, y por consiguiente El quiere responderle desde la cruz: desde el centro de su propio sufrimiento. El hombre percibirá esa respuesta salvífica a medida que él mismo se convierta en partícipe de los sufrimientos de Cristo".

"... El AMOR es también la fuente más plena de la respuesta a la pregunta sobre el sentido del sufrimiento. Esta respuesta ha sido dada por Dios al hombre en la cruz de Jesucristo".

Yo diré que en la medida en que suframos con Cristo, ese sufrimiento envuelto en Su Amor, asumido por Amor, será Redentor y contribuirá ciertamente a la Salvación del Mundo, mas sólo por el camino del encuentro interior con el Maestro, iremos madurando en el Amor a tal punto que podremos unir nuestros dolores a Cristo crucificado y ofrecerlos por su Cuerpo Místico, por obra de Su Gracia santificante.

Juan Pablo continúa diciendo que "Jesús te dice: "Sígueme", "Ven, toma parte con tu sufrimiento en esta obra de salvación del mundo, que se realiza a traves de Mi sufrimiento, por medio de Mi cruz".

"A medida que el hombre toma su cruz, uniéndose espiritualmente a la cruz de Cristo, se revela ante él el sentido salvífico del sufrimiento. Entonces el hombre encuentra en su sufrimiento la paz interior e incluso la alegría espiritual".

... También nos dirá luego ... "El sufrimiento debe servir para la conversión, es decir, para la reconstrucción del bien en el sujeto, que puede reconocer la misericordia divina en esta llamada a la penitencia. La penitencia tiene como finalidad superar el mal, que bajo diversas formas está latente en el hombre, y consolidar el bien tanto en uno mismo como en su relación con los demás y, sobre todo, con Dios".

"El Redentor ha sufrido en vez del hombre y por el hombre. Cada uno está llamado también a participar en este sufrimiento mediante el cual se ha llevado a cabo la redención: cada uno está llamado a participar en ese sufrimiento por medio del cual todo sufrimiento humano ha sido también redimido. Llevando a cabo la redención mediante el sufrimiento, Cristo ha elevado el sufrimiento humano a nivel de redención."

"La misión del Hijo unigénito consiste en vencer el pecado y la muerte. El vence el pecado con su obediencia hasta la muerte, y vence la muerte con su resurrección."

"Por Cristo y en Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte". Los que padecemos con El, gozaremos también con El en su Gloria.

"En la cruz está "el Redentor del hombre", el Varón de Dolores, que ha asumido en sí mismo los sufrimientos físicos y morales de los hombres de todos los tiempos, para que en el amor puedan encontrar el sentido salvífico de su dolor y las respuestas válidas a todas sus preguntas".

lunes, 1 de marzo de 2010

EL ESPINOSO TEMA DEL SUFRIMIENTO

POR QUE SUFRIMOS? POR QUE DIOS PERMITE EL SUFRIMIENTO?

Preguntas como estas no tienen respuesta. Pero podemos analizar y sacar algunas conclusiones valiosas, a través de algunos escritos de personas que observaron con detenimiento el misterio del hombre frente al misterio del sufrimiento.

Anthony de Mello nos dice por ejemplo:

“Experiencias agradables vuelven la vida placentera; experiencias dolorosas la llevan al crecimiento. El sufrimiento nos muestra en dónde no estamos bien, en dónde aún no crecimos, de la misma forma que puntos dolorosos son síntomas de dolencias específicas o de regiones corporales sobrecargadas. No desperdicies ningún sufrimiento que te sobrevenga".

"Nada te puede dañar si estás despierto".

"Toda mínima partícula de sufrimiento, toda emoción negativa pueden llevarte al entendimiento, la claridad, la felicidad y la libertad si sabes cómo usarlas, si te das tiempo para comprender.”

Anselm Grün en su libro ¿Por qué a mí? cita a Kart Rahner y a C.G. Jung.

El primero nos dice:

"EL SUFRIMIENTO ES Y PERMANECE INCOMPRENSIBLE. Y ACEPTAR EL SUFRIMIENTO SIGNIFICA RESPONDER AFIRMATIVAMENTE AL DIOS INCOMPRENSIBLE. DIOS SABE PARA QUE ES BUENO TODO."

"Aprendamos a ver que en todo sufrimiento mora una fuerza positiva".

En la tradición, el sufrimiento se entiende a menudo como prueba y desafío para madurar.

Veamos ahora qué nos dice C.G. Jung

Jung compara la manera en que Jesús y Buda se comportaron frente al sufrimiento: “Cristo reconoce en el sufrimiento un valor positivo, y como ser que sufre es más humano y más real que Buda. Buda se negó al sufrimiento, pero con ello también a la alegría. Estaba escindido de los sentimientos y las emociones, y, en consecuencia, no era verdaderamente humano. Jung comenta (Jung, Cartas I, pág 300) que el hombre oriental busca “deshacerse del sufrimiento, quitándose el sufrimiento. El hombre occidental trata de reprimir su sufrimiento, muchas veces a través de drogas. Pero el sufrimiento debe superarse, y sólo se lo supera al SOPORTARLO. Jung está convencido de que “una auténtica religiosidad es el mejor medicamento para todos los sufrimientos del alma” (Jung, Cartas I, pág 157). Para Jung el sufrimiento posee un sentido. Y sólo si vemos el sentido dentro de él, podremos soportarlo. “La religión –según aclara Jung- no elimina el sufrimiento pero lo amortigua y nos muestra un camino para soportarlo, dado que el objetivo del sufrimiento es un nuevo estado. Y el cristianismo denomina a este estado resurrección, nueva vida divina que nos colmará por completo”.

Una ayuda para reconciliarse con el sufrimiento y aceptarlo como un paso necesario para la autorrealización, radica para Jung, en el símbolo de la cruz. El está convencido de que “la cruz nos muestra que nuestro camino de la encarnación, es, finalmente, un modo de llevar la cruz”. Debemos reconciliarnos con nuestra contradicción interior que muchas veces padecemos. Para Jung, la cruz es un “símbolo que puede transformar el sufrimiento en el hombre hacia una conciencia superior. Si el hombre se abre a Dios movido por aquello que le sucede y lo atraviesa desde afuera como sufrimiento, su vida se transformará gracias a la cruz. Entonces experimentará la cruz, del mismo modo que Jesús, como un camino al despertar, a la resurrección. La cruz es así la condición para que nuestros ojos se abran y podamos mirar hacia el misterio de la resurrección, donde no existen los opuestos entre la vida y la muerte, entre el sufrimiento y la felicidad.”