sábado, 25 de junio de 2011

CORPUS CHRISTI



Este signo prodigioso es el símbolo del misterio más grande de amor que se renueva cada día en la Santa Misa a través de los sacerdotes. Cristo entrega su Cuerpo y su Sangre para la vida de la humanidad. Y todos aquellos que participen de su banquete con dignidad se convierten en instrumentos vivos de su presencia de amor, misericordia y paz.

jueves, 23 de junio de 2011

SIGLO XXI - UN PROBLEMA ESPIRITUAL


Autor: Susana Topasso para el Taller Literario.



El panorama se presenta a veces muy sombrío pisando este siglo XXI aún en su niñez. Conflictos que nacen de las pasiones más bajas y primitivas del hombre que no creció. No estamos en la época de los cuchilleros de Borges, sin embargo, creo que estamos en una época en que todo aquéllo parece por momentos un cuento para niñas.



Hoy nos encontramos de frente a una realidad global que nos preocupa y nos golpea: guerras, injusticia social, vicios, enfermedades nuevas, desastres ecológicos, explotación de niños y mujeres, corrupción y delincuencia a todo nivel y así podría seguir enumerando. El avance tecnológico nos mantiene más informados y este hecho agiganta aún más la dura realidad humana que nos toca vivir en esta era post moderna.

Cabe preguntarse ¿En qué estamos fallando? ¿Qué es lo que hace que sigamos comportándonos como seres inferiores cuando no lo somos? Los estudiosos tendrán muchas teorías interesantes, pero desde mi humilde punto de vista, me atrevo a decir que deberíamos mirar hacia adentro de cada uno de nosotros. No se trata de problemas políticos, económicos o sociales, se trata de UN PROBLEMA ESPIRITUAL.

Ahora bien, ¿Qué se entiende por espiritualidad? En esta sociedad actual oímos constantemente hablar del amor, palabra tan bastardeada en estos tiempos. Decimos alegremente, “se amaban pero él la terminó matando”, “se amaban, pero ella secuestró a los hijos de ambos y se fue a un sitio desconocido sin dejar rastros”, “se amaban, pero le contagió el sida” y así podríamos seguir enumerando actos mal llamados de “amor” cuando en realidad se trata de actos de un gran DESAMOR.



Una sociedad sin valores, no crece. No estoy hablando de moralina, sino de valores profundos: amor y sus derivados: solidaridad, justicia, igualdad, probidad, honradez, veracidad. En todos estos valores debemos crecer. Allí donde nos encontremos y cualquiera sea la religión o creencia que practiquemos, aunque esa religión sea simplemente creer en el hombre.

Se nos pidió hablar de valores y creo que la pregunta es y yo ¿cómo cultivo esos valores? ¿Me conformo tal vez con pontificar sobre lo lindo que sería el mundo donde reinen estos signos o realmente los practico?

En la Tierra nunca hubo paz porque cada uno ha venido a buscarla y pocos han venido a traerla. Si traemos la paz, aquí estará pero si, como el hombre natural, venimos tan solo a buscarla, no la encontraremos nunca. No estará en tanto y en cuanto no la traigamos nosotros.

Pero cabe preguntarse entonces y ¿yo tengo esa paz? Si no la tengo no la puedo dar. Primero la habré de buscar en lo profundo de mi ser. Para describir este caminar de vuelta al corazón, hablamos de silencio interior: estado de reposo, de paz y de tranquilidad, de plenitud, de unión con lo trascendente. Es una peregrinación hacia el interior del hombre. Debemos hacer silencio para saber escuchar. Escuchar para entender y entender para actuar y obrar con sabiduría en todos los órdenes de la vida.

Todas las grandes tradiciones religiosas y aún seres muy espirituales que no profesan ninguna religión, nos hablan de la meditación como un camino de encuentro con uno mismo. Un camino de autoconocimiento y de transformación interior y por lo tanto del mundo.

En esta práctica he descubierto mi camino y lo comparto. Hay y siempre hubo en el hombre un gran hambre de silencio, de paz y de quietud mal saciada.

Capitalistas y comunistas, conservadores y liberales, blancos y negros, hombres y mujeres, judíos y griegos, cristianos y árabes, católicos y protestantes: se abre para nosotros un nivel de experiencias en donde todas estas diferencias dejan de ser divisiones.

Es hora que despertemos y vayamos a la fuente de nuestro corazón de donde manan las aguas vivas de los valores esenciales que harán de este mundo, un lugar digno, donde vivir en armonía no sea una utopía. La pregunta es ¿estamos dispuestos? Un ser esencialmente libre es un ser que sabe escuchar y por lo tanto que sabe hacer silencio.

martes, 21 de junio de 2011

DIOS UNO Y TRINO



Lo que les presento a continuación es un trabajo final de un exámen que dí de la materia Dios Uno y Trino de la carrera de Teología Fundamental.


"¿Quién es para usted el Dios cristiano? ¿Qué ha comprendido de El?

Para mí el Dios cristiano es un Dios que se acerca, que se deja encontrar, un Dios único que es esencialmente amor y que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Jesucristo revela esa bondad misericordiosa de Dios, padre de todos los hombres, que va en busca del que se ha perdido y lo salva.

Jesús, que nos revela ese rostro del Padre, n os enseña además a relacionarnos con El: a vivir una experiencia única, transformante y divinizante de nuestro ser a partir del saber escucharlo (contemplación).

Para mí es un Dios que se hace cognoscible y experimentable tanto en forma natural, a partir de las cosas creadas que reflejan su hermosura, como así también a partir de la Verdad Revelada en la cual se nos presenta como el que existe desde la eternidad, habita en el cielo y gobierna la tierra; todo es dispuesto por su Providencia y existe por su omnipotencia sin que El tenga que dar cuenta a nadie de sus inescrutables designios (representación bíblica de Dios).

Sin embargo, he aprendido que el conocimiento natural de Dios deberá estar ILUMINADO POR LA FE. Fe y razón son ambas don de Dios y usadas JUNTAMENTE nos llevan fácilmente a un conocimiento más profundo de los misterios revelados para poder así transmitirlos en un lenguaje adecuado a las exigencias del hombre actual.

El conocimiento de Dios obtenido mediante la analogía de la fe es más profundo que el conseguido mediante la analogía natural porque la analogía de la fe hace referencia a la enseñanza y actividad salvífica de Jesús que son realidades mucho más semejantes a Dios que las realidades creadas puramente naturales.

El Dios cristiano se nos revela TRINITARIO: Padre, Hijo y E. Santo en mútua relación de SUPREMA ARMONIA, enseñándonos que nosotros, hechos a su imagen y semejanza, también encontramos nuestra realización personal, cuando, a imitación suya, sabemos relacionarnos con nuestro prójimo y con El, o mejor dicho, con El en nuestros hermanos.

Este Dios no abandona al hombre rebelde, sino que lo perdona y le envía la liberación en la persona de su Hijo, el Verbo/Palabra encarnada. Precisamente, realiza la salvación porque es la VERDAD, es decir la perfecta correspondencia entre las promesas divinas y su realización.

Mi Dios es esperanza, un Dios que siempre pactó con el hombre; un Dios cuya justicia es esencialmente bondad y misericordia: fuente de salvación para el hombre al que justifica es decir, lo hace efectivamente justo delante de Dios.

Un Dios que nos viene a enseñar que la muerte y el sufrimiento, a partir de la muerte y resurrección del Hijo Unigénito, cobran ahora otro sentido y por lo tanto, han sido VENCIDOS definitivamente perdiendo su poder opresor sobre la humanidad. El nos ha LIBERADO del peso del dolor y de la muerte. Un Dios que, lejos de condenar la rebeldía del hombre, se solidariza con El, con su dolor y carga sobre sí los pecados del mundo, misterio que sólo es entendible en la clave del AMOR, un amor totalmente LIBRE. En Jesucristo Dios se hace cercano porque viene a sufrir por y con nosotros. Experimenta por dentro nuestro sufrimiento eligiendo libremente rebajarse, anonadarse, aceptando la muerte. Cristo lo hizo por AMOR: obedeciendo por amor al Padre, pero también aceptando la condición humana por amor a nosotros. Nuestro dolor, vivido en Cristo=Amor, tiene un carácter transitorio y una finalidad expiatoria y pedagógica.

Dios, mi Dios, es enemigo del mal, combate con nosotros contra el mal. De lo negativo del pecado y del sufrimiento, Dios sabe sacar lo positivo del perdón, de la expiación y la solidaridad con Cristo y con los hermanos. Dios, con suma sabiduría y amor, sabe sacar bien del mal, aunque por caminos que superan nuestra comprensión.

Por último, diré que mi Dios es un Dios creador que crea mediante el Verbo en el Espíritu Santo. Un Dios que ha creado por puro amor y que invita al hombre a continuar y perfeccionar su obra. Un Dios que quiere que compartamos su Gloria con El.

En la creación está involucrada toda la Trinidad.

En cuanto a sus atributos decimos que es Eterno, Invisible, Incorruptible, Inmortal, creador y Señor y que es absolutamente inabarcable y sólo pálidamente descriptible por medio de criterios de semejanza e imágenes humanas. Sin embargo, accesible por la GRACIA, don gratuito de Dios. Por eso decimos que es absolutamente necesario que la reflexión teológica esté iluminada por una FE VIVA animada por el AMOR y que se transfigure en ORACIÓN. A través de la experiencia contemplativa guiada por el Espíritu Santo, el Hijo nos revelará, si es Su Voluntad, al Padre según su promesa: “Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar”.

Este camino hacia el misterio de Dios tendrá un Sello Trinitario pues nuestros pasos se dirigirán hacia el Crucificado, será recorrido con la ayuda del Espíritu Santo y, al final, nos arrojará en los brazos de un Padre que nos ama desde siempre.

Por eso el encuentro con el misterio de Dios no se reduce al mero conocimiento sino que supone un movimiento hacia El de TODO el hombre que comprende conjuntamente conocimiento, libertad y amor.

El es el Santo, el Totalmente Otro.

“YO SOY EL QUE SOY”.

viernes, 17 de junio de 2011

SANTISIMA TRINIDAD



Los Padres de la Iglesia nos iluminan

Cuando tomamos la resolución de dar a conocer la divinidad -a la que los mismos seres celestiales no pueden adorar como se merece-, o de penetrar en los secretos de esta divinidad inmensa y del gobierno del universo, es como si nos embarcásemos en una diminuta balsa para hacer una larga travesía, o como si nos pertrechásemos de unas minúsculas alas con la intención de alcanzar el firmamento y sus astros...


Hay un solo Dios, sin principio, sin causa, que no puede ser limitado ni por cualquier otro anterior a él, ni por cualquier ser que venga después. Rodeado de eternidad, infinito, Padre excelente de un Hijo único, bueno, grande, a quien engendra sin que nada carnal tenga lugar, ya que él es espíritu. Dios único y otro, aunque no otro en su divinidad; tal es el Verbo de Dios. Él es la huella del Padre, el solo Hijo de aquel que no tiene principio, el único del único, su igual. Mientras el Padre permanece siendo Padre íntegro, él, el Hijo, es el autor y Señor del mundo, la fuerza y el pensamiento del Padre...


El tiempo existía antes que yo, pero no es anterior al Verbo, cuyo Padre está fuera del tiempo. Desde el momento en que existía el Padre sin principio, que no deja nada por encima de la divinidad, existía también el Hijo, que tiene por principio un Padre fuera del tiempo, como la luz del sol proviene del disco de este astro tan bello. No olvidemos, sin embargo, que todas las imágenes están por debajo de la grandeza de Dios... Como Dios y como Padre, el Padre es grande. Y si su grandeza consiste en no tener su adorable divinidad de ningún otro, no es menos glorioso para el Hijo venerable de un Padre tan grande, el tener un origen tal...


Estremezcámonos ante la grandeza del Espíritu que es igualmente Dios, y por quien yo he conocido a Dios. Él es manifiestamente Dios y hace nacer a Dios aquí abajo. Es todopoderoso, distribuye los diversos dones, inspira los cánticos del coro de los bienaventurados; da la vida a los seres celestiales y terrestres, se sienta en las alturas, viene del Padre; es la fuerza divina, actúa por iniciativa propia, no es Hijo -porque el Padre excelente no tiene sino un solo Hijo lleno de bondad-, pero no queda fuera de la divinidad invisible, disfrutando de igual gloria.



P Max Alexander

sábado, 11 de junio de 2011

FELIZ PENTECOSTES

Que pasen todos unas vísperas y un día del Espíritu Santo colmado de bendiciones!!! Muchas Felicidades!!!

jueves, 9 de junio de 2011

ATRACCION HACIA DIOS

Desconozco su fuente.

- En nuestra época son evidentes los signos del secularismo. Parece que Dios haya desaparecido del horizonte de muchas personas o que se haya convertido en una realidad ante la cual se permanece indiferente.

- Muchos signos nos indican un despertar del sentido religioso.

- Ha fracasado la previsión de quien anunciaba la desaparición de las religiones.

- El hombre es religioso por naturaleza.

- La imagen del Creador está impresa en su ser y siente la necesidad de encontrar una luz para dar respuesta a las preguntas que tienen que ver con el sentido profundo de la realidad; respuesta que no puede encontrar en sí mismo, en el progreso, en la ciencia empírica.

- El hombre “digital” así como el de las cavernas, busca en la experiencia religiosa las vías para superar su finitud y para asegurar su precaria aventura terrena.

- El hombre, aunque sea iluso y crea todavía que es autosuficiente, tiene la experiencia de que no se basta a sí mismo. Necesita abrirse al otro, a algo o a alguien, que pueda darle lo que le falta, debe salir de sí mismo hacia Él que puede colmar la amplitud y la profundidad de su deseo.

- El hombre lleva dentro de sí una sed de infinito, una nostalgia de eternidad, una búsqueda de belleza, un deseo de amor, una necesidad de luz y de verdad, que lo empujan hacia el Absoluto; el hombre lleva dentro el deseo de Dios.

- Y el hombre sabe, de algún modo, que puede dirigirse a Dios, que puede rezarle. Santo Tomás de Aquino, uno de los más grandes teólogos de la historia, define la oración como la “expresión del deseo que el hombre tiene de Dios”.

- Esta atracción hacia Dios, que Dios mismo ha puesto en el hombre, es el alma de la oración, que se reviste de muchas formas y modalidades.

- La oración es una actitud interior, antes que una serie de prácticas y fórmulas, es un modo de estar frente a Dios, antes que de realizar actos de culto o pronunciar palabras.

- La oración tiene su centro y fundamenta sus raíces en lo más profundo de la persona.

- Orar es difícil. De hecho, la oración es el lugar por excelencia de la gratuidad, de la tensión hacia lo Invisible, lo Inesperado y lo Inefable. La experiencia de la oración es un desafío para todos, una “gracia” que invocar, un don de Aquel al que nos dirigimos.

- En la oración, en todas las épocas de la historia, el hombre se considera a sí mismo y a su situación frente a Dios, a partir de Dios y respecto a Dios, y experimenta ser criatura necesitada de ayuda, incapaz de procurarse por sí mismo el cumplimiento de la propia existencia y de la propia esperanza.

- La oración tiene una de sus típicas expresiones en el gesto de ponerse de rodillas. Es un gesto que lleva en sí mismo una radical ambivalencia: de hecho, puedo ser obligado a ponerme de rodillas -condición de indigencia y de esclavitud- o puedo arrodillarme espontáneamente, confesando mi límite y, por tanto, mi necesidad de Otro. A él le confieso que soy débil, necesitado, “pecador”.

- En la experiencia de la oración, la criatura humana expresa toda su conciencia de sí misma, todo lo que consigue captar de su existencia y, a la vez, se dirige, toda ella, al Ser frente al cual está, orienta su alma a aquel Misterio del que espera el cumplimiento de sus deseos más profundos y la ayuda para superar la indigencia de la propia vida.

- En este mirar a Otro, en este dirigirse “más allá” está la esencia de la oración, como experiencia de una realidad que supera lo sensible y lo contingente.

- Sólo en el Dios que se revela encuentra su plena realización la búsqueda del hombre. La oración que es la apertura y elevación del corazón a Dios, se convierte en una relación personal con Él. Y aunque el hombre se olvide de su Creador, el Dios vivo y verdadero no deja de llamar al hombre al misterioso encuentro de la oración.

- A medida que Dios se revela, y revela al hombre a sí mismo, la oración aparece como un llamamiento recíproco, un hondo acontecimiento de Alianza.

- Aprendamos a estar más tiempo delante de Dios, al Dios que se ha revelado en Jesucristo, aprendamos a reconocer en el silencio, en la intimidad de nosotros mismos, su voz que nos llama y nos reconduce a la profundidad de nuestra existencia, a la fuente de la vida, al manantial de la salvación, para hacernos ir más allá de los límites de nuestra vida y abrirnos a la medida de Dios, a la relación con Él que es Infinito Amor.

QUEDARSE EN EL PATIO



Otro escrito mío.

Aún vive la parra que el abuelo tanto cuidaba. Me gusta ver cómo los sarmientos caminan hacia la casa vecina cayendo elegantemente por la medianera abrazándolo todo a su paso. La parra no sabe de muros, la parra sabe de lazos que se tienden hacia los otros que esperan ansiosamente un gesto cálido de ternura y amistad. Pronto vendrá la poda que le dará nueva fuerza para el año entrante.

Las viejas macetas de la abuela en el patio grande de la casa antigua que nos vio crecer, aún sostienen las azaleas multicolor en este mes de mayo en el que conviven por momentos las 4 estaciones del año.

Todo invita a quedarse en el patio al abrigo de este sol que nos entibia el cuerpo y el alma.

Quedarse…,¡qué palabra hermosa!, para designar un momento de reflexión, de quietud, de observación atenta y placentera. Quedarse… para dejarse amar. El hombre no está hecho para la angustia, los sinsabores ni las penas.

Me quedo dejándome amar y acariciar por los recuerdos de mis padres que ya no están, de mi hermano que está muy lejos, de mis amigos con los que compartíamos tantas tardes de sobremesa de Domingo, luego del ritual del asado, las empanadas y el vino.

Los desgastados baldosones del patio me hablan de tiempo intensamente vivido, pero compartido. Aún resuenan en mis oídos mis carcajadas cuando era corrida por mi hermano regresando de la escuela y nos esperaba la leche con el pan con manteca y dulce. Me encantaba dar vueltas campana con mi portafolios, el cual ejercía no sé qué suerte de fuerza centrífuga convirtiéndome en un trompo o en un proyectil que iba a parar a las manos de Cuca mi vecina, para que no me estrellara contra la pared o el piso.

En la vieja pileta todavía reposa la tabla de lavar y un pan de jabón que hemos dejado allí a propósito, porque las almas viven en las cosas y nos hablan y acompañan a través de ellas. Veo a mi madre con su delantal salpicado de agua enjabonada, lavando a mano nuestros guardapolvos, luego almidonándolos y planchándolos. La veo preparar con esmero los guantes blancos, porque se avecinaba el 25 de Mayo y para el acto escolar, que era sagrado, había que estar de punta en blanco y bien abrigados, pues desde Marzo habían caído ya varias heladas que quedaban cristalizadas en el agua recogida en el tanque que almacenaba agua de lluvia.

Me quedo dejándome abrazar por la presencia amorosa de mis seres queridos que han partido, presentes, como dije, en cada cosa que tocaron y en cada grito de vida de las plantas que plantaron. No me hablen de muerte. No puede haber muerte para seres que han sabido vivir dando lo mejor de sí, sería un despropósito y un absurdo. Cuando contemplo la perfección del universo y lo que hay en nuestro mundo y fuera de él, admiro la obra del Hacedor. Todo me habla de Él, así como el órden me habla de un “Ordenador”. Y aunque el cosmos no es su voz, sino su música de fondo, exalta con descaro su grandeza.

Cuánto agradezco a mis padres por la vida, por su amor, por sus enseñanzas: desde lo simple, lo puro, lo noble y bello de sus propias vidas dibujando la mía. Y en esta amalgama de memorias entrelazadas como los sarmientos de la parra, me quedo dormida sintiendo que sus brazos me acunan y me abrigan, quedándose en el patio también ellos, como lo han estado siempre resucitados, junto a mí.

miércoles, 8 de junio de 2011

OREMOS PARA QUE VENGA



Ven, Espíritu Santo,
te abro la puerta,
entra en la celda pequeña
de mi propio corazón,
llena de luz y de fuego mis entrañas,
como un rayo láser opérame
de cataratas,
quema la escoria de mis ojos
que no me deja ver tu luz.

Ven. Jesús prometió
que no nos dejaría huérfanos.
No me dejes solo en esta aventura,
por este sendero.
Quiero que tú seas mi guía y mi aliento,
mi fuego y mi viento, mi fuerza y mi luz.
Te necesito en mi noche
como una gran tea luminosa y ardiente
que me ayude a escudriñar las Escrituras.

Tú que eres viento,
sopla el rescoldo y enciende el fuego.
Que arda la lumbre sin llamas ni calor.
Tengo la vida acostumbrada y aburrida.
Tengo las respuestas rutinarias,
mecánicas, aprendidas.
Tú que eres viento,
enciende la llama que engendra la luz.
Tú que eres viento, empuja mi barquilla
en esta aventura apasionante
de leer tu Palabra,
de encontrar a Dios en la Palabra,
de encontrarme a mí mismo
en la lectura.

Oxigena mi sangre
al ritmo de la Palabra
para que no me muera de aburrimiento.
Sopla fuerte, limpia el polvo,
llévate lejos todas las hojas secas
y todas las flores marchitas
de mi propio corazón.

Ven, Espíritu Santo,
acompáñame en esta aventura
y que se renueve la cara de mi vida
ante el espejo de tu Palabra.
Agua, fuego, viento, luz.
Ven, Espíritu Santo. Amén.



(A. Somoza)

viernes, 3 de junio de 2011

NADA CAMBIA EN EL CORAZON



Les comparto otro escrito mío:


La vida transcurre vertiginosamente como los paisajes que observamos desde un tren en marcha. Un mar de experiencias guardadas en el baúl de los recuerdos nos acarician el alma pues en el fondo del ser hay quietud, hay silencio y paz. Todo ello presagia un aire de eternidad que se va tejiendo mientras vivimos.

No me asusta el paso del tiempo pues no hay vértigo en mi alma. Me alimento de todo aquello que necesita mi espíritu: familia, amigos, música, buenos libros, cuadros de artistas que supieron transmitir su vida a punta de pincel y pintura, con mensajes constructivos.

A través de mi ventana observo en la lejanía un bosque de pinos cuyo aroma me toca, traído por una suave brisa que sopla desde el este. Alguien transporta leña en un carro hacia una pequeña casita no muy lejana. Y pienso: ¿qué más hace falta? ¿por qué tanta guerra? ¿por qué tanta ambición? La naturaleza me habla de simpleza, sencillez y abundancia. El hombre, a veces, de codicia ilimitada.

Siento que es muy poco lo que puedo hacer, pero todo suma y trato de contagiar alegría a un mundo necesitado de paz, justicia y sabiduría las cuales no serían utopías si todos viviéramos desde ese espacio profundo interior en el que todo nos trasciende, desde ese nuestro verdadero ser que nada en un mar de amor, palabra que hoy tanto escandaliza porque se la asocia con un sentimiento azucarado y no con lo que en realidad significa: una OPCION POR EL BIEN con mayúsculas. Opción que hará posible esa justicia, esa paz, esa solidaridad y tantas otras verdades hoy tan poco cultivadas por un hombre que vive desde la sequía de su egoísmo e ignorancia. Y allí está la lluvia que él necesita, pero no la ve. Esa lluvia que empapa aquéllos seres que saben apreciar la bondad y la belleza de las cosas, ese agua que hace germinar en el hombre los mejores sentimientos reemplazando vicios por virtudes, ese agua que nos purifica y nos embellece: EL AMOR.

Todas las mañanas me levanto agradeciendo la vida y amándola. No tengo vergüenza de decir “te amo” muchas veces por día. A mi hijo le he enseñado a amar y a vivir desapegado, trascendiendo e integrando ese ego que todo lo ambiciona, todo lo esclaviza pretendiendo entorpecer el desarrollo espiritual y la felicidad del hombre.

Vivo disfrutando lo que tengo, sin cadenas. Con la gran libertad que da amar lo que se tiene, gozar con los que gozan, llorar con los que lloran. Saber acompañar, consolar, eso es dar lo mejor de mí y me lo ha enseñado esa opción que descubrí en el fondo de mi corazón en el que nada cambia, en el que todo permanece intacto, en el que habita mi ser real, fiel a la imagen que le dio la vida.