Abordar este tema en el siglo XXI no es sencillo, pero ruego al Espíritu Santo que me dirija de tal manera que podamos abarcarlo en toda su dimensión.
Virgen antes del parto:
La Iglesia, apoyada en los testimonios bíblicos y en la Tradición, afirma que la maternidad de María es virginal y que esa virginidad es antes, durante y después del parto.
La virginidad antes del parto consiste en que Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo, sin colaboración alguna de varón. Esto está, como ya hemos visto, claramente atestiguado en las escrituras. El ángel Gabriel es enviado a "una virgen" y le anuncia que será madre (Lc 1,27). María objeta que no tiene relaciones con ningún varón y el ángel le revela el modo virginal de la concepción: "El Espíritu Santo vendrá sobre tí y el poder del altísimo te cubrirá con su sombra, por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios" (Lc 1, 35). San José recibe del ángel de Dios el mismo testimonio: "lo que en ella ha sido engendrado ha sido obra del Espíritu Santo" (Mt 1, 20).
Tanto el evangelista Lucas como Mateo ven en esto la realización de la profecía de Isaías sobre la concepción virginal del Emanuel (Lc 1, 26 s; Mt 1, 25; Is 7, 14). El Espíritu Santo no es un padre procreador, sino la fuerza divina que, dominando supremamente las leyes de la naturaleza, realiza en María la concepción virginal de Jesús. Como Adán, el primer padre, así también Cristo, el nuevo Adán, procede inmediatamente de Dios.
Virgen en el parto:
La virginidad en el parto afirma que María dio a luz sin perder la virginidad corporal. Ya en los primeros tiempos del cristianismo tenemos a San Ireneo que afirma un parto milagroso, como San Clemente de Alejandría (215) . Y en el siglo IV existe una fe universal en la virginidad en el parto. San León Magno en su carta dogmática a Flaviano, patriarca de Constantinopla, en el año 449, expresa y sostiene claramente esta doctrina. Y será luego el Concilio de Letrán en el año 649 el que afirma la verdad de fe.
El dogma no se refiere a pormenores del nacimiento de Jesús y sus consecuencias físicas en María. Afirma positivamente que esto sucedió sin que ella perdiese su integridad corporal, signo externo de algo más profundo: su total consagración al Señor, quien obra en ella maravillas. Sin duda el milagro de la integridad corporal, no obstante el parto, puede parecer dificil a la razón humana, pero esto es común a las realidades misteriosas (C. Pozo Ob. cit. pág 263).. Este dogma no debe ser sacado del contexto de las demás realidades obradas por Dios en María. El Dios que realizó la mayor de las maravillas, la encarnación del Verbo eterno en el seno de una mujer, es quien realiza la integridad corporal en el parto de María.
Después del parto:
La virginidad después del parto afirma que María no tuvo más hijos después del nacimiento de Jesús y que consagró su cuerpo totalmente al Señor.
Jesús antes de morir encomienda a su madre al cuidado de Juan, lo que sería inexplicable si María hubiese tenido otros hijos que se ocupasen de ella.
Con respecto a que la Biblia menciona los "hermanos y hermanas de Jesús", estos términos en lengua hebrea y aramea designan también a los parientes más cercanos.
Habiendo analizado estos hechos desde el punto de vista teológico, ahora iremos a lo más profundo que los mismos nos quieren transmitir.
Cabe entonces la pregunta ¿cuál es el sentido más profundo de esta maternidad virginal de María? En primer lugar tiene un valor de signo respecto a Jesús. Su encarnación sin concurso de varón es señal de que "no procede de la carne ni de la sangre", sino de la voluntad soberana de Dios. Él viene para traernos la salvación y esa salvación no puede ser originada desde "abajo", ni siquiera en virtud del amor santo de dos esposos, que se unen para hacer fecundo su amor. La salvación viene "desde arriba" por obra exclusiva de la gracia. Si la maternidad de María significa la inserción verdadera de Cristo en la historia de la humanidad, el modo virginal señala que esto fue posible únicamente porque Dios tomó la iniciativa.
Es preciso recalcar que este designio no implica en absoluto una desvalorización de la santidad y dignidad del matrimonio ni de la relación sexual entre los esposos. No significa en absoluto que la relación sexual manche el origen del hombre o que la misma fuera en detrimento de la salvación. La virginidad no brilla más porque se oscurezca la realidad del matrimonio inserto en la realidad de Dios y elevada a la dignidad de un sacramento, ni puede basarse en la negación o empobrecimiento de la sexualidad humana, querida por Dios como expresión y alimento del amor humano y fuerza creadora de nueva vida en el mundo. La virginidad no necesita fundamentarse en la mutilación o el descrédito de otros valores. Posee un carácter de signo de realidades superiores.
Hipotéticamente pudo haber sido de otra manera, pero Dios eligió concretamente este camino y en la concepción y nacimiento virginal de Cristo nos dio muestras inequívocas de que ni el esfuerzo de una criatura, ni la decisión de un padre humano ni siquiera la nobleza de un amor matrimonial, pueden ser causa suficiente para la salvación del mundo. La iniciativa está únicamente en las manos de Dios. La salvación proviene de su amor y poder soberanos. María es virgen para realzar que el mismo Dios obró la encarnación de Cristo, manifestando así la incapacidad radical del hombre para realizar por sí mismo la salvación y producir el ser perfecto que lo liberará del pecado.
La salvación se realiza porque Dios mismo baja a lo humano, lo asume, lo eleva y lo transforma. Cristo es verdadero hombre pero en él operan fuerzas divinas que provienen de lo alto. Porque Cristo viene de Dios, puede abrirle al ser humano un camino que lo lleve hacia el cielo. Con la concepción virginal de Jesús comienza este tiempo de salvación. Llega la "plenitud de los tiempos". En Cristo comienza la "nueva creación", obra exclusiva de Dios en favor de la humanidad. María, la nueva Eva, es incluída totalmente en este nuevo orden.
María es Virgen en la consagración total. María está totalmente absorbida por la misión encomendada. María es virgen de espíritu y de cuerpo. Para ella la virginidad corporal es expresión de su total entrega a Dios. María es entera posesión de Dios. María es pura receptividad, es apertura total a Dios que habita en ella y la colma con su amor. María es, en todo momento, total y libre disponibilidad a la voluntad de Dios.
La virginidad de María como cualquier virginidad auténtica, no es por lo tanto incapacidad de amor. María no desprecia al varón, no desconfía del matrimonio ni de la sexualidad; tampoco huye del mundo. La virginidad de María constituye la respuesta de fidelidad total y consagración exclusiva a la elección de Dios, y exige el desarrollo pleno de la capacidad de amor y de entrega.
El dogma de la virginidad de María exige un acto de fe y su aceptación no es fácil para el ser humano contemporáneo. Pero no es tampoco fácil la aceptación de las verdades centrales del cristianismo. Sin embargo, para quien confiesa la Resurrección del Señor, o su Encarnación, este dogma no debería ofrecer dificultades. El mismo poder de Dios que obra la Encarnación, realiza la virginidad perpetua de María.