miércoles, 10 de marzo de 2010

ACERCA DEL PERDON -

San Agustín (354-430), obispo de Hipona, (África del Norte) y doctor de la Iglesia Sermón 357

«Si te acuerdas que tu hermano tiene quejas contra ti»

«Dios hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos» (Mt 5,45). Nos muestra su paciencia y no hace valer todo su poder. También tú..., renuncia a la provocación, no aumentes el malestar de los que siembran la confusión. ¿Eres amigo de la paz? Mantén la calma dentro de ti mismo... Deja de lado las disputas y dirige tu persona a la oración. A cualquier injuria no respondas con otra injuria, sino ora por este hombre. Quisieras decirle algo contra él mismo: habla a Dios de él. No digo que te calles; escoge el lugar más indicado, mira a Aquel a quien hablas, en silencio, a través de un grito del corazón. Allí donde tu adversario no pueda verte, allí mismo sé bondadoso para con él. A este adversario de la paz, a este amigo de la discordia, tú, el amigo de la paz, respóndele: «Di todo lo que quieras, cualquiera que sea tu enemistad, eres mi hermano»... «A ti te parece bien odiarme y rechazarme: ¡eres mi hermano! Reconoce en ti la señal de mi Padre. Esta es la palabra de mi Padre: eres un hermano que ama la discordia, pero eres mi hermano porque también tú, al igual que yo, dices: 'Padre nuestro que estás en los cielos'. Si invocamos a un solo Padre ¿por qué no somos uno? Te lo ruego, reconoce lo que dices juntamente conmigo y desaprueba lo que haces contra mí... Delante del Padre tenemos una sola voz, por qué no podemos tener juntos una sola paz?»

En este bello relato de nuestro querido Padre San Agustín, vemos la actitud que deberíamos tener los cristianos de ley en cuanto al trato a brindar a aquél que nos injuria u ofende en algún sentido, sin embargo todo esto se obtiene a traves de una gracia extraordinaria que debemos solicitar a Nuestro Señor. El está dispuesto a otorgarnos este y otros regalos cuando oramos, en el encuentro personal con El, en el silencio de la meditación, de la Adoración, en el silencio de un corazón entregado a las manos del que Todo lo Hace Bien.

No debemos desalentarnos en nuestra cotidianeidad si esto no sale de nuestro corazón espontáneamente todavía, significa que debemos seguir orando más y mejor.

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