miércoles, 8 de agosto de 2012

ENCONTRAR A DIOS EN EL DESIERTO



¿Alguna vez te has escapado o has resuelto un conflicto, sólo para después sentirte solo y fatigado, como si estuvieras recorriendo un desierto? El Señor parece estar lejos. Él te ayudó durante la dificultad, ¿pero ahora dónde está él?  Así es como se sintieron los israelitas en la primera lectura de hoy. Después de estar esclavizados y oprimidos y conquistados en la guerra, ellos se sintieron derrotados por Dios en lugar de amados; ellos necesitaron su fortalecimiento.
  
Una gran maravilla del reino de Dios es que entre más abandonados nos sentimos, el más trata realmente de ayudarnos. Cuando estamos cansados de nuestros problemas, Dios tiene la restauración que buscamos.  Sin embargo, puesto que él parece estar tan lejos, tomamos nuestras propias decisiones. En esta escritura, nosotros leemos que "descansaremos".  Para recibirlo, nosotros debemos simplemente detenernos.  Dejar de hacer lo que estamos haciendo. 

Deja de correr tras lo que piensas que necesitas.  Deja de quejarte.  Deja de reaccionar como si tus sentimientos representan exactamente la verdad.
 
Fue en el desierto que los israelitas fueron reforzados y fueron preparados para la Tierra Prometida; tuvieron que dejar de correr hacia su destino y vagar lentamente alrededor del desierto, deteniéndose por períodos largos.  Fue en el desierto que Jesús fue reforzado y fue preparado para su batalla contra Satanás; tuvo que tomar un tiempo sabático de cuarenta-días para prepararse para su ministerio público.

"Te edificaré y serás reedificada," Dios nos dice en esta lectura. El tiempo del desierto es un período de descansar antes del reedificar.  Si creyéramos en la Palabra de Dios, nosotros estaríamos celebrando con tambores (o las guitarras o los pianos o CDs o lo que tengamos), gritando de alegría, proclamando la bondad de Dios. 

¡En el salmo responsorial de hoy, Dios recomienda bailar y regocijarse! ¿Por qué? Porque él nos protege como un pastor. En la Tierra santa, los pastores todavía guían a sus rebaños a través del desierto. Hay largos caminos entre parches de alimento, así que lo toman lentamente. No hay prisa. Apurarse aumentaría su sed y los desgastaría bajo el sol ardiente.  Las ovejas no trepan como locas en busca de cumplir sus necesidades, como nosotros lo hacemos. Simplemente confían en su pastor.

Dios es un gran Pastor.  Él se preocupa mucho más por nosotros que los pastores humanos por sus ovejas. Él está con nosotros cada paso del camino. Si nos asustamos y corremos, él no corre con nosotros, porque él no se asusta, y es por eso que para nosotros parece como si estuviera muy lejos. Pero tan pronto como nos detenemos - tan pronto nos atrevemos en confiar en nuestro Pastor y nos permitirnos descansar, aceptando las condiciones del desierto en vez de recorrer por aquí y por allá en busca de un paisaje diferente - podemos sentir su cercanía tranquilizante.


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