jueves, 4 de julio de 2013

Cuando digo ‘Dios’ - Joxe Arregi



  
El pasado sábado 29 de junio, el movimiento American Atheists inauguró en una pequeña ciudad de Florida, el primer monumento al ateísmo en EEUU. Está ubicado a pocos metros del monumento a los “Diez Mandamientos”, e incluye una lista de los castigos divinos que recoge la Biblia por trasgredir esos preceptos.

Tienen razón los ateos de negar al dios que niegan, pues no existe. Pero afirmar que no existe ¿no es tan dogmático como afirmar que existe? Sí, es una opción imposible de demostrar. Creo, sin embargo, que es más coherente con las ciencias actuales y con todas las místicas pensar que no existe el dios que pensamos o negamos en nuestros conceptos. 

De modo que diré: Un dios que impone mandamientos y castiga a quien no los cumple no existe. El dios representado, imaginado, pensado de la manera que fuere no existe. “Si comprendes no es Dios”, dijo San Agustín, que algo sabía. Todos los que saben o saborean, todos los que vislumbran o “ven” a Dios con los ojos del corazón pero también con los ojos de la cara en todo cuanto ven, coinciden en decir que Dios no es neti… neti (“ni una cosa ni otra”) (escrituras hindúes), “ni esto ni estotro” (San Juan de la Cruz). El dios de los dogmas, ya sean comprendidos o ya sean “creídos” como incomprensibles, no existe

El dios que se revela y actúa solo cuando quiere y solo para algunos no existe. El dios que condena y el dios que perdona (dos caras de la misma moneda moralista) no existe. El dios que necesita intermediarios humanos y jerarquías sagradas no existe. El dios con una “psicología” semejante a la nuestra no existe.

Todas esas imágenes de Dios son demasiado comprensibles: son simples imágenes con las que las neuronas de nuestro maravilloso y pobre cerebro “entienden” el mundo. Ese dios es un constructo humano, como todo el lenguaje. Aquello que comprendes como dios, eso no es Dios. El monumento americano ateo es tal vez un homenaje al Dios Desconocido, al Misterio, a la Realidad inabarcable que nos abriga y nos habita.

Es nuestra salud y salvación. No es un ente supremo, como cree el teísmo, pero tampoco es la pura nada o el No-Ser, como cree cierto ateísmo. No es un ente: es el Ser. No existe: es la Existencia. No es Nadie: es en todos. No es nada: es el Todo en todo. Y no necesita monumentos a favor ni en contra. ¿No apuntaba a eso el “Dios ha muerto” de Nietzsche, más allá del teísmo y por lo tanto también del ateísmo? Tenía razón.
 
 No sé cómo llamarLO, pero necesito decirLO. Sé que no es lo que digo, pero es la manera de decirme del todo, de decir lo Indecible en toda la Realidad más allá de la palabra. Es la Bondad Feliz y compasiva en la entraña del ser, en la trama de la historia. Es la promesa de que se ha realizado y se realizará la profecía del Génesis: “Todo era muy bueno”. Es el testigo de Abel el inocente, y es la señal de protección en la frente de Caín el asesino. Es el pálpito eterno de la vida y de cada partícula atómica. Es la Conciencia universal en el corazón del espacio y del tiempo. Es el abrazo de los amantes, la súplica de los sufrientes, la memoria de todos los muertos.

 

Necesito invocarlo, para sentirme a la vez invocado desde el fondo de mí mismo y de todos los indigentes. Es invocación, intercesión, interser. ¿Es un tú? No como lo entendemos, aunque no es menos que lo que entendemos: es infinitamente más. Es absolutamente otro y por tanto No-otro del mundo. No es una parte del todo, ni la suma de todas las partes. Es Él/Ella/Ello, Yo/Tú/Nosotros/Vosotros/Ellos. Es más allá, más acá, de todo género, número y concepto. Es relación, respeto, reverencia. Es cuidado, atención, ternura. Es la GRACIA de SER. Es el SER como GRACIA. ES.

Y tú también, en el misterio de tu ser más verdadero, más allá de toda unidad y dualidad, tú también eres ESO, pues como dijo el poeta “pagano”, citado por san Pablo en el Areópago de Atenas hace dos mil años: “En Él vivimos, nos movemos y existimos”.

 

Para orar o decirse:

Contemplo cada cosa y digo: Dios.
No porque sea Dios. Pero las cosas tienen un corazón donde tú habitas, un corazón de sombra y de silencio:  (Donde acaba la nada Dios empieza).


Y las cosas se quedan de rodillas con sus manos de espera levantadas rezando oscuramente y sin sonido.
Se dicen simplemente. Su plegaria consiste simplemente en ser ahí y estar dichosas.
Y yo no me resigno: no quisiera ser silenciosa piedra que no sabe sino decirse a solas simplemente.


(Jesús Tomé, Ciudad Rodrigo, 1927)




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