sábado, 14 de diciembre de 2013

¿ES NECESARIA LA ORACION DE PETICION?

Queridos amigos:

Continuamos con nuestro compartir las exposiciones teológicas que han tenido lugar en la Universidad Católica de Buenos Aires, como he citado en mi primera entrega de esta serie. Las preguntas típicas que nos hacemos y que deberíamos saber responder los católicos de esta era postmoderna,  han sido respondidas gracias a un curso que nos impartiera nuestro querido P. Olegario González de Cardedal, a quien el 30 de junio de 2011, el Papa le otorgara el Premio Ratzinger-Benedicto XVI, en reconocimiento a su labor como teólogo. Ahora pasamos a responder la pregunta del título de la entrada:
 
Dios no necesita nuestras oraciones, pero nosotros necesitamos su amor. La trascendencia absoluta de un Dios que es libertad, plenitud, amor lleva consigo a que ninguna relación exterior le advenga como necesaria a su ser y plenificadora de su indigencia, ya que nada necesita. Pero el Dios que se ha revelado en Abraham como el Dios del género humano y el Dios que en Jesucristo tiene destino con la humanidad y muere por ella, se hace disponible, vulnerable y dependiente de ese mismo género humano. Junto con la alabanza, la adoración y la acción de gracias, la súplica o petición es la expresión concreta de nuestra relación filial con ese Dios que es nuestro Padre. Aquél o aquélla que sin dejar de considerar a Dios creador y dueño, no trata con El como se trata con un amigo, o como un hijo trata a un padre, no es creyente. La relación específica del creyente es el trato y el diálogo de amor que incluyen la súplica. El fundamento es que la historia no está predestinada ciegamente ni cerrada definitivamente sino que sigue abierta a la colaboración, decisión y acción del hombre. Los humanos estamos llamados a colaborar con Dios, a codeterminar el dinamismo de la historia. Y en esa vocación podemos ayudar al plan de Dios o podemos frustrarlo. De los fariseos y maestros de la ley dice San lucas: "Frustraron el designio de Dios para con ellos" (7,30). Ante esa apertura de la historia que Dios y ser humano tienen que llevar a su término en común, el hombre ora, se implica, ruega a Dios para que se incline y le ayude a ir en una dirección. Nunca para sobornarle ni hacerle chantaje vil, sino ponerse ante El como compañero de alianza e implicado en el mismo designio. "Tratar de amistad con quien sabemos nos ama", define santa Teresa la oración.
Concluímos con la frase de F. Ménégoz, cuando inicia su obra "Le probleme de la priére":
"DE LA ACTITUD DE LA CRISTIANDAD EN LA ORACION DEPENDERA LA SUERTE DEL CRISTIANISMO EN EL MUNDO"

2 comentarios :

  1. Vivi Ser Susana Muy buena tu nota!!! Quise poner un comentario pero no pude.....Algo asi como q el hom bre de la mano de Dios se eleva y puede mejorar el mundo!!!

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    1. Gracias Vivi por tu comentario en Facebook. Lo pegué aquí y te lo respondo: tan simple y tan sencillo como eso!!! Debemos rogar para que no nos soltemos nunca de Su Mano!!!

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