jueves, 4 de septiembre de 2025

... DESCENDIÓ A LOS INFIERNOS ...

Les comparto el desarrollo de este tema según el Catecismo de la Iglesia Católica:

"632 Las frecuentes afirmaciones del Nuevo Testamento según las cuales Jesús "resucitó de entre los muertos" (Hch 3, 15; Rm 8, 11; 1 Co 15, 20) presuponen que, antes de la resurrección, permaneció en la morada de los muertos (cf. Hb 13, 20). Es el primer sentido que dio la predicación apostólica al descenso de Jesús a los infiernos; Jesús conoció la muerte como todos los hombres y se reunió con ellos en la morada de los muertos. Pero ha descendido como Salvador proclamando la buena nueva a los espíritus que estaban allí detenidos (cf. 1 P 3,18-19).

 El descenso de Jesucristo al infierno: ¿Qué hizo el Hijo de ...

633 La Escritura llama infiernos, sheol, o hades (cf. Flp 2, 10; Hch 2, 24; Ap 1, 18; Ef 4, 9) a la morada de los muertos donde bajó Cristo después de muerto, porque los que se encontraban allí estaban privados de la visión de Dios (cf. Sal 6, 6; 88, 11-13). Tal era, en efecto, a la espera del Redentor, el estado de todos los muertos, malos o justos (cf. Sal 89, 49;1 S 28, 19; Ez 32, 17-32), lo que no quiere decir que su suerte sea idéntica como lo enseña Jesús en la parábola del pobre Lázaro recibido en el "seno de Abraham" (cf. Lc 16, 22-26). "Son precisamente estas almas santas, que esperaban a su Libertador en el seno de Abraham, a las que Jesucristo liberó cuando descendió a los infiernos" (Catecismo Romano, 1, 6, 3). Jesús no bajó a los infiernos para liberar a los condenados (cf. Concilio de Roma, año 745: DS, 587) ni para destruir el infierno de la condenación (cf. Benedicto XII, Libelo Cum dudum: DS, 1011; Clemente VI, c. Super quibusdam: ibíd., 1077) sino para liberar a los justos que le habían precedido (cf. Concilio de Toledo IV, año 625: DS, 485; cf. también Mt 27, 52-53).

634 "Hasta a los muertos ha sido anunciada la Buena Nueva ..." (1 P 4, 6). El descenso a los infiernos es el pleno cumplimiento del anuncio evangélico de la salvación. Es la última fase de la misión mesiánica de Jesús, fase condensada en el tiempo pero inmensamente amplia en su significado real de extensión de la obra redentora a todos los hombres de todos los tiempos y de todos los lugares porque todos los que se salvan se hacen partícipes de la Redención.

635 Cristo, por tanto, bajó a la profundidad de la muerte (cf. Mt 12, 40; Rm 10, 7; Ef 4, 9) para "que los muertos oigan la voz del Hijo de Dios y los que la oigan vivan" (Jn 5, 25). Jesús, "el Príncipe de la vida" (Hch 3, 15) aniquiló "mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo y libertó a cuantos, por temor a la muerte, estaban de por vida sometidos a esclavitud "(Hb 2, 14-15). En adelante, Cristo resucitado "tiene las llaves de la muerte y del Infierno" (Ap 1, 18) y "al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en los abismos" (Flp 2, 10).

«Un gran silencio envuelve la tierra; un gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio, porque el Rey duerme. La tierra está temerosa y sobrecogida, porque Dios se ha dormido en la carne y ha despertado a los que dormían desde antiguo [...] Va a buscar a nuestro primer Padre como si éste fuera la oveja perdida. Quiere visitar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte. Él, que es la mismo tiempo Dios e Hijo de Dios,  va a librar de sus prisiones y de sus dolores a Adán y a Eva [...] Yo soy tu Dios, que por ti y por todos los que han de nacer de ti me he hecho tu Hijo. A ti te mando: Despierta, tú que duermes, pues no te creé para que permanezcas cautivo en el abismo; levántate de entre los muertos, pues yo soy la vida de los muertos» (Antigua homilía sobre el grande y santo Sábado: PG 43, 440. 452. 461).

Resumen

636 En la expresión "Jesús descendió a los infiernos", el símbolo confiesa que Jesús murió realmente, y que, por su muerte en favor nuestro, ha vencido a la muerte y al diablo "Señor de la muerte" (Hb 2, 14).

637 Cristo muerto, en su alma unida a su persona divina, descendió a la morada de los muertos (inferos, en latín, se entendía como "el lugar de los muertos"). Abrió las puertas del cielo a los justos que le habían precedido".

 El descenso de Jesucristo al infierno: ¿Qué hizo el Hijo de ...

Jesús rompe las puertas del hades y muestra que ni la muerte ni el abismo pueden retenerlo. No significa que Jesús haya sufrido las penas del infierno (como lo conocemos hoy, un lugar de tormento), sino que llevó la luz de la salvación a quienes esperaban la redención.

La Iglesia Oriental celebra esto de forma muy visual en los íconos de la Anástasis (resurrección): Cristo bajando al Hades, levantando de la mano a Adán y Eva como símbolo de la liberación de la humanidad entera.

San Agustín agrega que se trata de "el Seno de Abraham donde estaban los justos aguardando. 

El descenso de Jesucristo al infierno: ¿Qué hizo el Hijo de ...

miércoles, 3 de septiembre de 2025

... MUERTO Y SEPULTADO ...

El Amor Duerme | Cathopic

¿Qué se sabe acerca de José de Arimatea, gran protagonista de este acontecimiento? Todo lo que se sabe a ciencia cierta acerca de él se deriva de los Evangelios canónicos. Nació en Arimatea ---de ahí su apellido--- "una ciudad de Judea" (Lc. 23,51), que es muy probable idéntica a Ramá, el lugar de nacimiento del profeta Samuel, aunque varios estudiosos prefieren identificarla con la ciudad de Ramleh. Él era un israelita rico (Mt. 27,57), "un hombre bueno y justo" (Lc. 23,50), "que también esperaba el Reino de Dios" (Mc. 15,43). San Lucas y San Marcos lo llaman también abouleutes, literalmente “un senador”, con lo cual se denota un miembro del Sanedrín o consejo supremo de los judíos. Era un discípulo de Jesús, probablemente desde la primera predicación de Cristo en Judea (Jn. 2,23), pero él no se declaraba como tal "por miedo a los judíos" (Jn. 19,38). Debido a esta lealtad secreta a Jesús, no consintió en que el Sanedrín le condenase (Lc. 23,51), y lo más probable es que estuvo ausente en la reunión que condenó a muerte a Jesús (Cf. Mc. 14,64).

 Jesús sepultado. Guercino - Arguments

La Crucifixión del Maestro avivó la fe y el amor de José, y le sugirió que debía tomar las medidas necesarias para el entierro de Cristo antes de que el sábado comenzara. Sin pensar, por tanto, en todo el peligro personal, un peligro que era realmente considerable dadas las circunstancias, con valentía le pidió a Pilato el cuerpo de Jesús, y tuvo éxito en su petición (Mc. 15,43-45). Una vez en posesión de este tesoro sagrado, ---junto con Nicodemo, a quien su valor había envalentonado a lo mismo, y quien trajo especias abundantes--- envolvió el Cuerpo de Cristo en lino fino y bandas mortuorias, lo puso en su propia tumba, nueva y sin uso, excavada en una roca en un jardín vecino y se retiró después de rodar una gran piedra a la apertura del sepulcro (Mt. 27,59-60; Mc. 15,46; Lc. 23,53; Jn. 19,38-42). Así se cumplió la profecía de Isaías de que la tumba del Mesías sería con un hombre rico (Is. 53,9).

 St. Joseph of Arimathea | Hellenic Art

Hasta aquí el relato histórico, pero si bien fue un hecho que ocurrió y se puede comprobar históricamente, lo más importante es que este Jesús que cautiva, que atrapa, que encadena, que abraza, no yació en el sepulcro para deteriorarse. Sólo estuvo allí unas cuantas horas. ¿Qué nos quiso decir con esto el Señor? ¿Acaso el que resucitó a los muertos debía experimentar la corrupción de su hermoso cuerpo? ¿Permitiría Dios Padre que su Hijo Amado fuera arrojado a una fosa común? 

Maestro Santo, ¿acaso nos quisiste decir que en la hora final que todos atravesaremos, nos podremos unir a ti que también pasaste por ella?

Pero ... sin embargo, tu quietud habla y nos dice tanto: EL AMOR DUERME, EL AMOR ESTÁ ESPERANDO A DESPERTAR GLORIFICADO Y MOSTRARNOS QUE ÉL NO MUERE NI SE CORROMPE Y... SE PUEDEN CONTAR TODOS SUS HUESOS. 

Mi amado, las montañas, 

 Los valles solitarios nemorosos,

Las ínsulas extrañas,

Los ríos sonoros,

El silbido de los aires amorosos,

La noche sosegada

en par de los levantes de la aurora,

La música callada,

La soledad sonora,

La cena que recrea y enamora.

(San Juan de la Cruz

Cántico Espiritual vv. 61-70)