viernes, 19 de agosto de 2011

ACERCA DEL CONOCIMIENTO DE SI MISMO


De cómo este conocimiento de sí mismo se propone a todos
Autor: Nelson Medina, O.P.
Fuente: Fray Nelson

Si es verdad que utilizamos palabras escogidas y bellas para hablar de esta materia no es por deseo de alejarla de nadie. Es sólo por respeto al corazón humano, que merece ser tratado con delicadeza y atraído con la fuerza del amor y de la belleza. Precisamente he podido ver que cuando un corazón sólo responde a los imperativos de la eficiencia, el poder, la ganancia o el placer, sus alas, tristemente recortadas, se agitan con impaciencia que no es sino fruto de su impotencia, pues estas dos palabras están muy relacionadas.

Aquí queremos expresarnos de la manera más convincente pero también la más hermosa que hemos podido hallar. Y esta manera de proceder es muy concorde con lo que hemos dicho antes sobre la importancia de la síntesis sobre el análisis: es propio de la hermosura unificar y es propio de la unidad reflejar balance y belleza.

Con todo, no se piense que este modo de expresión indica que sólo pocos han sido llamados al conocimiento de sí mismos. Digamos exactamente lo contrario: todos han sido llamados a la contemplación de Aquel que está por encima de toda Belleza y por eso a todos hay que anunciar, que no es sino recordar, que hemos sido creados para mejores cosas que aquellas en las que solemos ocuparnos. Se parece esta idea a aquello que expresó en otro contexto Oscar Wilde: "No es que al arte se le haga popular es que al pueblo se le vuelva artista."


Aprender a conocerse es una tarea de la que nadie debe excluirse bajo riesgo de hacerse mucho daño y de causar también mucho daño a otros. Un político que no sepa de su propia responsabilidad; un sacerdote que ignore la dignidad de su vocación; un hijo que desconozca qué es el milagro de la vida; un filósofo que no se pregunte por qué escogió su primera pregunta; una esposa que no sepa por qué quería sentirse acompañada... ¿de verdad cabría esperar mucho de personas así?

El campesino aprende a conocer sus entrañas mientras araña las de la tierra; el marino conoce sus caminos mientras hace otros en los mares; el artista dibuja en un lienzo sus preguntas, y cada escritor, dijo Borges, pasa la vida redactando en realidad un solo libro, que al final se confunde con la propia vida.

Cuanto más pronto los jóvenes se conozcan a sí mismos, más pronto también sabrán de los defectos de su carácter y más pronto buscarán remedios que podrán hacerles mucho bien. A la vez, temprano en su carrera sabrán cuáles son sus fortalezas y así perderán menos tiempo en divagaciones inútiles, aunque reconociendo siempre que de todo recorrido puede aprenderse mucho.

La persona que se conoce es infinitamente menos violenta que la que no se conoce. La violencia es ignorancia fermentada. Por eso en las discusiones alza más la voz el que menos seguro se siente: suple con gritos lo que le falta en convicción de las propias razones.

La persona que se conoce tiende a ser más misericordiosa. Ha visto sus propios errores y le queda más fácil entender que otros yerren. Ha visto que el mal tiene mil disfraces y que es fácil equivocarse; por eso simpatiza con la frase compasiva de Cristo en la Cruz: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lucas 23,34).

La persona que se conoce sufre menos de miedo y por eso también es mucho más libre. El miedo multiplica su fuerza con la ignorancia. Vencida la ignorancia, cae también el bastión primero del miedo.

La persona que se conoce no vive al azar de las circunstancias, al vaivén de las modas o en la incertidumbre de un destino predicho e incógnito a la vez. Sí: las personas que viven en pareja tienen cada una el derecho y el deber de conocerse a sí mismas. ¿De dónde vienen, no digo yo los problemas, sino la incapacidad para resolverlos, si no es de esa tendencia humana a ver la astilla en el ojo ajeno y no la viga en el propio (Mateo 7,3-4)? Dígase otro tanto de quienes comparten su vida de otras maneras, por ejemplo, los religiosos. Si cada cual no lucha por conocerse, usará sus recursos para imponer las propias ideas o estilos pero no sabrá a quién sirve en últimas todo eso, y es posible que esté sirviendo a los ídolos de la soberbia, la envidia, la división o el egoísmo.

A poco que reflexionemos, pues, encontramos que una vida adulta y llena de sentido,una vida en paz consigo mismo y capaz de generar paz en su entorno, es siempre la vida de alguien que ha llegado a conocerse bien a sí mismo.

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