lunes, 14 de noviembre de 2011

SILENCIO INTERIOR


Dios creó tu alma silenciosa en el Bautismo, en un silencio inviolado. La llenó de
sí mismo al descender a ella toda la Trinidad santa; nada más que para Él. Fue más
tarde, poco a poco cuando el mundo hizo irrupción. El ruido la invadió, cubriendo la
dulce voz de Dios. Desde el barullo se amplifica.
¡Vuelve al silencio bautismal, hermano!

El ruido tiene tres generadores:
1. los recuerdos,
2. la curiosidad,
3. las inquietudes.
¡Paraliza sus acciones!

a) Haz callar los ruidos de los recuerdos.
No recuerdes, no reavives ningún “mal recuerdo”. El mal arrepentido está
perdonado. La generosidad del amor presente repara el pasado. Olvida las acciones
concretas. Basta mantenerte delante de Dios Padre, como pecador beneficiario de su
infinita misericordia. El mal es “nada”. ¿Para qué acordarse? Piensa solamente en
la gracia de Jesucristo que te ha salvado; en el olvido eterno de tus faltas, que Dios ha
destruido.

El no colecciona pequeñeces. Guarda para Él un corazón filialmente contrito,
receptivo y tierno: eso es la compunción.

No recuerdes, no reavives ningún recuerdo profano: ni de lo que has sido, ni de lo
que has hecho, ni de lo que has dejado en el mundo.

Confía a Dios todo lo que tienes de más querido, parientes o amigos. ¿No son
también hijos e hijas queridos de Dios? ¿Los olvidará Él cuando tú, por Su amor, te
has exiliado de los brazos de ellos?.

Todos los pensamientos e imaginaciones que les dediques no les sirven de nada.
Apartando de Dios tu espíritu, a menudo turban tu corazón, tu confianza en la
Providencia y tu fe en la Bondad de Dios.

Extracto de Reprime la Curiosidad. En las puertas del Silencio.

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