viernes, 12 de febrero de 2016

SI VEMOS UNA SOMBRA, DEL OTRO LADO HAY UNA LUZ



Lc 4, 1-13

Debemos superar el enfoque maniqueo de la cuaresma que hemos vivido durante demasiado tiempo. Sin embargo, el sentido profundo de la cuaresma debemos mantenerlo e incluso potenciarlo. En efecto, en ninguna época de la historia el ser humano se había dejado llevar tan masivamente por el hedonismo. A escala mundial el hombre se ha convertido en productor-consumidor. El grito de guerra de las revueltas estudiantiles del 68 en Francia, era: “No queremos vivir peor que nuestros padres”. No querían ganar menos y consumir menos; para nada, hacían alusión a la posibilidad de ser más humanos.

La crisis económica nos puede ayudar a superar el dilema. ¿Queremos consumir más o nos interesa ser cada día más humanos? En teoría no hay problema para responder, pero en la práctica, todos nos dejamos llevar por el hedonismo, aún a costa de menor humanidad. Aquí está la razón de la cuaresma. Todos tenemos la obligación de pararnos a pensar hacia dónde nos dirigimos. Alcanzar plenitud de humanidad exige el esfuerzo de no instalarnos en la comodidad. Para crecer en humanidad debemos ir más allá de la satisfacción de los instintos.
Este es el planteamiento de una cuaresma para la reflexión.

No debemos escandalizarnos cuando los exegetas nos dicen que los relatos de las tentaciones no son historia sino teología. Mc, que fue el primero que se escribió, reduce el relato a menos de tres líneas. No son crónicas de sucesos, pero son descarnadamente reales. Empleando símbolos conocidos por todos, nos quieren hacer ver una verdad teológica fundamental: La vida humana se presenta siempre como una lucha a muerte entre los dos aspectos de nuestro ser; por una parte lo instintivo o biológico y por otra lo espiritual o trascendente. Esa lucha no hay que plantearla en el orden del obrar sino en el del conocer.

El mito del mal personificado (diablo), ha atravesado todas las culturas y religiones hasta nuestros días y por lo que se puede adivinar, tiene cuerda para rato. La realidad es que no necesitamos ningún enemigo que nos tiente desde fuera. El diablo nace como necesidad de explicar el mal, que no puede venir de Dios. Sin embargo, lo que llamamos mal no tiene ningún misterio; es inherente a nuestra condición de criaturas. La voluntad solo es atraída por el bien, pero como nuestro conocimiento es limitado, la razón puede presentar a la voluntad un objeto como bueno, siendo en realidad malo. Todos buscamos el bien, pero nos encontramos con lo malo entre las manos, no porque lo busquemos sino por ignorancia.
 

El mal es consecuencia de una inteligencia limitada. Sin conocimiento, la capacidad de elección sería imposible y no podía haber mal moral. Si el conocimiento fuera perfecto, también sería imposible porque sabríamos lo que es malo, y el mal no puede ser apetecible. Si la voluntad va tras el mal, es siempre consecuencia de una ignorancia. Es decir, creemos que es bueno para nosotros lo que en realidad es malo. La libertad de elección solo se puede dar entre dos bienes. Plantear una lucha entre el bien y el mal, es puro maniqueísmo. La lucha se da entre el bien aparente (mal), y el bien real. Esto es muy importante.

El domingo pasado decíamos que el ser humano es un proyecto que está toda su vida desarrollándose. La tentación consiste en instalarse en uno de los escalones que tenemos que ascender o, peor aún, utilizar los escalones superiores para ponerlos al servicio de los inferiores. Para que el desarrollo humano concluya con éxito, cada etapa tiene que integrar la anterior y unificarse en una única personalidad, solo que más cerca del objetivo final.

Que las tentaciones sean tres, no es casual. Se trata de un resumen perfecto de todas las relaciones que puede desarrollar un ser humano. La tentación consiste en entrar en una relación equivocada con nosotros mismos, con los demás y con Dios. Una auténtica relación humana con los demás, que es lo que debe manifestarse en nuestra vida real, depende, querámoslo o no, de una adecuada relación con nosotros mismos y con Dios.
 

1ª tentación: poner la parte superior de nuestro ser al servicio de la inferior. Si eres Hijo de Dios... No se debe entender desde los conceptos dogmáticos acuñados en el s. IV. No hace referencia a la segunda persona de la Trinidad. Significa hijo en el sentido semita. Si tú has hecho en todo momento la voluntad de Dios, también Él hará lo que tú quieres. Fíjate bien que la tentación de hacer la voluntad de Dios para que después Él haga lo que yo quiero, no tiene que venir ningún diablo a sugerírnosla; es lo que estamos haciendo todos, todos los días. Jesús no es fiel a Dios porque es Hijo, sino que es Hijo porque es fiel...
 

Di que esta piedra se convierta en pan. La tentación permanente es dejarse llevar por los instintos, sentidos, apetitos. Es decir, hacer en todo momento lo que te pide el cuerpo. Es negarse a seguir evolucionando y superarse a sí mismo, porque eso exige esfuerzo. Los instintos nos ayudan a garantizar nuestro ser animal. Si ese fuera nuestro objetivo, no habría nada de malo en seguirlos, como hacen los animales. En ellos los instintos nunca son malos. Pero si nuestro objetivo es ser más humanos, solo a través del esfuerzo lo podremos conseguir, porque debemos ir más allá de lo puramente biológico. El fallo está en utilizar la inteligencia para potenciar nuestro ser animal.

No solo de pan vive el hombre. El pan es necesario, pero, ni es lo único necesario ni es lo más importante. Para el animal sí es suficiente. Nuestro hedonismo cotidiano demuestra que aún no hemos aceptado estas palabras de Jesús. El dar al cuerpo lo que me pide es para muchos lo primero y esencial, descuidando la preocupación por todo aquello que podía elevar nuestra humanidad. El antídoto de esta tentación es el ayuno.
 
Privarnos voluntariamente de aquello que es bueno para el cuerpo, es la mejor manera de entrenarnos para no ceder, en un momento dado, a lo que es malo.

2ª tentación: Si me adoras, todo será tuyo. El poder, en cualquiera de sus formas, es la idolatría suprema. El poder lleva siempre consigo la opresión, que es el único pecado que existe. Adorar a Dios no significa dar incienso a un dios exterior. Se trata de descubrir lo que de Dios hay en nosotros y vivirlo. Nuestro auténtico ser no está en el ego aparente sino más a lo hondo. Si descubro mi ser profundo, no me importará desprenderme de mi falso yo y, en vez de buscar el dominio de los demás, buscaré el servicio a todos. El antídoto es la limosna. Para no caer en la tentación de aprovecharnos de los demás, debemos hacer ejercicios de donación voluntaria de lo que tenemos y de lo que somos.
 

3ª tentación: Tírate de aquí abajo. Realiza un acto verdaderamente espectacular, que todo el mundo vea lo grande que eres. Todos te ensalzarán y tu (vana) gloria llegará al límite. La respuesta es, que dejes a Dios ser Dios. Acepta tu condición de criatura y desde esa condición alcanza la verdadera plenitud. Dios no tiene que darte nada. Mucho menos podrá tener privilegios con nadie. Ya se lo ha dado todo a todos. Eres tú el que debes descubrir las posibilidades de ser que tienes sin dejar de ser criatura. Ya es hora de que dejemos de acusar a Dios de haber hecho mal su obra y exigirle que rectifique. El antídoto es la oración. Al decir oración no queremos decir “rezos” sino meditación profunda. Descubrir al verdadero Dios, me librará de utilizar al dios ídolo.
 

No debemos plantearnos la lucha contra el mal desde el voluntaris­mo, sino desde un mejor conocimiento de la persona, de la realidad y de Dios. El pecado no consiste en la trasgresión de una ley, sino en deteriorar tu propio ser.
 
La ley, lo único que puede hacer es advertirte de que esto o aquello puede hacerte daño; pero eres tú, el que tienes que descubrir la razón de mal, si quieres que la voluntad deje de apetecer lo que te daña.



Meditación-contemplación

Cuaresma es tiempo de desierto.
Camina hacia tu interior repleto de peligros y asechanzas.
Para llegar a tu verdadero ser, hay que atravesar tu propio desierto.
Libérate de todo lo que crees ser, para llegar a lo que eres de verdad.
..........................

Solo en tu propio desierto afrontarás la verdadera batalla de la vida.
Eso sí, empujados por el Espíritu.
En desierto y solo, tienes que tomar la decisión definitiva.
La “tierra prometida”, está ya ahí, al otro lado de tu falso yo.
.............................

Mantente en el silencio, hasta que se derrumbe el muro que te separa de ti mismo.
Solo la ignorancia nos mantiene alejados del SER.
Deja que la luz que ya está en tu interior te invada por completo.
Serás feliz y harás felices a los que viven junto a ti.
..........................



Se me ha ocurrido un ejemplo un poco complicado, pero que bien entendido puede ayudarnos. Cuando yo era niño, hacía carros y trenes y barcos. Al hacer barcos de madera, me di cuenta que se inclinaban a un lado. Quitaba madera de ese lado y se me inclinaban hacia el otro. No conseguía que permanecieran verticales. Hasta que me di cuenta de que, poniéndoles en lo hondo un peso, se enderezaban ellos solitos.
 
Después aprendí lo del centro de gravedad y todo eso… si el ser humano no tiene un peso que le equilibre, se pasará la vida dando tumbos a un lado o a otro. Puede superar la bebida, pero se escorará a la sexualidad; puede superar la glotonería, pero se inclinará hacia la avaricia.

El ser humano nunca conseguirá el equilibrio si no encuentra un verdadero peso que enderece y ponga a raya todos sus apetitos. Decíamos el domingo pasado que el ser humano es un proceso. Solo cuando las etapas más humanas de nuestro ser, pueden equilibrar todas las anteriores y ordenarlas en un equilibrio completamente estable.

Recordemos lo que dijimos el domingo pasado: el ser humano es un proyecto que está siempre realizándose, entonces comprenderemos perfectamente las tentaciones de Jesús, porque son las nuestras. La gran tentación es instalarnos en cualquiera de los escalones del proceso o, peor todavía, poner los escalones más elevados al servicio de los más bajos.
 

Fray Marcos

No hay comentarios :

Publicar un comentario