Existe un miedo que se da en personas que tienen una fachada de seguridad en sí mismos, buenos oradores.
Es el miedo a que los demás descubran puntos débiles que puedan tener. No soportaría que los demás se enteren de sus aspectos sombríos, sus defectos, tal vez su hiperemotividad, sus accesos de ira. Estas personas aún no se han reconciliado con su sombra.
Ya hemos hablado de este tema, pero se trata de un punto crucial para el aprendizaje del tratamiento de nuestros miedos. Sabemos que el ser humano tiene en sí polos opuestos: amor y agresión, entendimiento y sentimiento, amistad y odio, ánima y animus (partes anímicas masculinas y femeninas).
A menudo, nosotros utilizamos sólo un polo y reprimimos el otro. Pero en tanto el otro polo permanece reprimido en las sombras, resulta destructivo. Así tenemos por ejemplo que el sentimiento reprimido se transforma en sentimentalismo; la agresión reprimida, en enfermedades como la depresión. Con esta enfermedad estoy cambiando el foco de la agresión: yo mismo.
JAMAS MADURAREMOS
SI NO NOS RECONCILIAMOS CON LA PROPIA
SOMBRA.
Lo que ocurre es que queremos ser sólo buenos, pero descubrimos que en nosotros también hay inclinación al mal. Sólo queremos ser afectuosos, pero descubrimos que también tenemos sentimientos de rencor y venganza. Quisiéramos arrancar esta cizaña de nuestro corazón, pero corremos el riesgo de arrancar también el trigo. De manera que hay que aceptar que sólo Dios y al final de los tiempos, separará la cizaña del trigo. Entretanto deberemos convivir con nuestra sombra, en este caso la cizaña.
Tenemos que aprender a aceptarla y entonces allí dejará de
esclavizarnos, dejará de molestarnos.
Este paso es fundamental para el trato con el miedo a lo desconocido en nosotros mismos. Ese temor que nos impide ser transparentes y espontáneos hace que reaccionemos con pánico de ver y reconocer el propio caos interior. Cuanto más evito mirar en mi interior, más fuerte será el miedo a lo desconocido en mí.
Se tiene miedo a que los demás descubran aspectos sombríos que con gran esfuerzo mental la persona trata de mantener ocultos. Mucha gente por fuera se muestra correcta, pero tiene miedo de que lo irresuelto y no elaborado en su alma pueda salir en cualquier momento y como he dicho más arriba, así puede suceder si no me reconcilio primero con mis aspectos de sombra. Algunas personas dicen: “si los demás conocieran mi apariencia interior me rechazarían” y de esta manera consumen mucha energía tratando de mantener la fachada. Para este miedo Jesús da como terapia lo siguiente: aquello que está oculto en ti de cualquier modo se descubrirá. No vale la pena esconderlo ni ocultarlo. Dios me lo revelará, pero también se lo revelará a los demás. Para El, nada está en la oscuridad. Ya lo dice el salmo 139: “Si digo entonces que me oculten al menos las tinieblas y la luz se haga noche sobre mí, para ti no son oscuras las tinieblas y la noche es clara como el día. Pues eres Tú quien formó mis entrañas, quien me formó en el seno de mi madre…”
Aquí vemos que no es ninguna amenaza que Dios conozca mi interior ya que El mismo lo ha creado y lo ha hecho maravillosamente, por lo tanto para Dios, lo oscuro en mí es claro. En Mt 10, 27, Jesús nos dice: “Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día”. Esto quiere decir que Jesús está precisamente en mi oscuridad de una manera especial. El iluminará mis oscuridades si lo dejo, si se lo permito. ¿Me dejo iluminar con la luz del amor de Cristo? El sabe qué hay en mí y me lo descubre. Entonces ya no necesito ocultarlo frente a mí ni frente a los demás. Cuando la luz de Jesús penetra en mis oscuridades, éstas dejan de ser peligrosas. ¿Lo dejo a Dios reinar en mis oscuridades, para ya no tener miedo de verlas?
Si se lo permito, ya no tendré miedo de mirarlas. Me sabré aceptado con todo lo que hay en mí. Esto me libera de la presión de ocultar lo desagradable porque ya está impregnado de la luz de Dios. Dios ilumina, si lo dejo, todos los abismos de mi alma. ESO ES LIBERACION. ESO ES SANACION PROFUNDA.
Para terminar, les
dejo la frase de un filósofo judío, Walter Benjamín, quien dijo:
“la felicidad consiste en observarse a sí mismo sin asustarse”. Y yo agrego: "si me dejo transformar por El".
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