Pascal decía “Todos los miedos provienen de que no podemos estar descansando a solas en una habitación”.
Muchas personas consideran la soledad como
un sufrimiento intolerable, como un mal que hay que evitar a toda costa. Este
tipo de miedo tiene muchísima relación con el que tratamos anteriormente, el
miedo al silencio, a la verdad, a mi propia verdad.
Muchas personas ven con terror cómo se acerca la vejez, porque más que la enfermedad o la pobreza, lo que verdaderamente temen es la soledad y la muerte (su finitud).
La inteligencia y el sentido común no
siempre van juntos, ¿por qué digo esto? Pues puede tener uno, tres doctorados y
sin embargo creer en tonterías propias de nenitos. Pues la persona que teme a
la soledad cree o está convencida que no puede ser feliz sin la presencia
constante de otra persona a su lado. Acá es muy importante recalcar que la
causa de su miedo no es la soledad sino SUS PENSAMIENTOS que hacen de la
soledad una catástrofe. En vez de atacar el origen de su ansiedad, muchas
personas optan por huir de lo que se las causa, en este caso la soledad: de
esta forma se estaría combatiendo sólo la ocasión del miedo, pero no las causas
del mismo. Por lo general las personas que temen a la soledad se consideran
débiles, sin armas, incapaces de bastarse a sí mismos y con una necesidad
imperiosa de sentir la cálida presencia de un ser amado. En estos casos, estas
personas, conservan las reacciones emotivas y los pensamientos de un bebé al
que la ausencia de su madre sume en el desasosiego. Física e intelectualmente
son adultos, pero muchas veces actúan y piensan como chicos. Se actúa como un niño.
Hasta aquí el análisis psicológico de esta
conducta errónea.
Ahora el enfoque espiritual. Nadie mejor
que DIOS para indicarnos dónde está la raíz de ese miedo.
Tanto en el camino espiritual como en el camino terapéutico somos nosotros los que hacemos con gusto nuestras leyes internas, pero si dejamos actuar en nuestra alma, las palabras de Jesús, su efecto sanador y liberador no tardará en aparecer para hacernos ver claramente, (Santa Teresa de Jesús decía que uno de los efectos de la oración de quietud era justamente éste: VER CLARO), ver lo erróneo de muchas de nuestras creencias. En el caso específico de la soledad, no será más aterrorizante cuando entendamos que existen y han existido muchísimas grandes personas que como fruto de su soledad han dejado un maravilloso legado al mundo. Tomemos por ejemplo a Nelson Mandela 28 años preso en una pequeña celda. Eligió no desarrollar ninguna pena por sí mismo ni por su condición y construyó un movimiento de liberación político-social para la gente de raza negra de su país. Sin violencia. ¿Acaso no haya sido la soledad el estado ideal para esto? No digo la circunstancia de su prisión, sino el estado de SOLEDAD que bien aprovechada, puede dar FRUTOS INCALCULABLES.
Por otra parte, nuestra fe también nos indica que Jesús padeció la soledad no elegida, en Getsemaní, en la cruz. El también rechazó el sufrimiento diciendo “Padre aparta de mí este cáliz” hasta que tomó conciencia de que por ahí no iba la cosa. No en el rechazo al dolor, al sufrimiento, al padecimiento, sino en la aceptación ESPERANZADA de la Voluntad de Su Padre, nuestro Padre.
Y muchos me dirán ¿pero cómo un padre puede permitir el dolor de un hijo? El Padre sufre con su Hijo en la cruz, el Padre está unido a su Hijo, pero entiende que es la única forma en que el ser humano pueda ser redimido de sus pecados, miserias, dolores, padecimientos, miedos. Jesús no destruye a los romanos ni la crueldad de su cadalso o sus instrumentos de tortura, como la cruz, sino que los deja libres de actuar como siempre ha dejado al ser humano, LIBRE de hacer el bien o el mal. No es el Padre el que quiere la muerte de Su Hijo en la cruz, sino que la ocasiona el ser humano que elige el mal; su crueldad, su codicia, su afán de poder, su violencia muchas veces también por MIEDO.
Los romanos tenían miedo de perder el poder político. Los judíos, de perder el poder religioso. Se podría decir que entre otras cosas, El MIEDO crucifica a Jesús. POR ESO JESUS LO REDIME.
No dejemos de recurrir a los sacramentos: la Misa Católica es el "ritual" MÁS SANADOR QUE EXISTE, ESTO HA SIDO RECONOCIDO POR PSIQUIATRAS, AGNÓSTICOS Y HASTA POR PERSONAS DE RAZONAMIENTO CIENTÍFICO O EXACTO Y HA SIDO RECONOCIDO POR LAS GRANDES TRADICIONES RELIGIOSAS.
En el sacramento de la reconciliación o sea cuando nos vamos a confesar, debemos confesar como pecado esta debilidad del miedo, de la falta de confianza, del vivir centrado en mí mismo, de victimizarme todo el tiempo, de querer controlar a los demás, de mi egoísmo y una vez que los confiese como tales, verán grandes milagros de sanación interior.
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