miércoles, 4 de mayo de 2022

DEPENDENCIA VERSUS LIBERTAD

 

La fascinación por un hombre o una mujer, lleva primero a la dependencia y a la falta de libertad. Pero cuando aquello que nos fascina del otro, lo realizamos en nosotros mismos, nos alegramos continuamente por el otro y al mismo tiempo, crece en nosotros dicha libertad. Si sólo nos sentimos vivos cuando el otro está con nosotros quiere decir que somos DEPENDIENTES y la dependencia perjudica nuestra dignidad. Sólo la libertad interior responde a nuestra dignidad. Por eso, se trata de ganar esta libertad interior no solamente en la amistad, sino también en el matrimonio y en las relaciones familiares. Entonces se añade tranquilidad y amplitud a la relación de manera de poder disfrutar de la amistad o de la pareja o de los padres o de los hijos, sin que dependamos totalmente de ellos, sin que querramos estar aferrados al otro. 

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Por otra parte, algunos buscan esta libertad separándose internamente por completo del otro, con el argumento de que no necesitan a nadie, que solos pueden solucionar todos los problemas. Su gran miedo al compromiso  los lleva a no entregarse a nadie: éste no es un signo de libertad sino de miedo y de presión interior.

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Libertad en las relaciones humanas, significa más bien poder entregarse a otros, poder confiar en ellos. Sé que necesito de los demás para continuar con mi camino. Me entrego a ellos, pero los dejo libres, no me aferro a ellos. Esta tensión entre libertad y vínculo, entre ser libres y entregarse a los demás, es inherente al ser humano. Alguien llamó a esta tensión entre libertad y vínculo el “no en el amor”, el arte de delimitarse en el estrecho vínculo con otras personas, y, al mismo tiempo, de preservar los espacios propios; de sentirse también libre íntimamente en el vínculo y de mover de un lado al otro la tensión entre la proximidad y la distancia. SOLO QUIEN ES LIBRE PUEDE COMPROMETERSE.

 

De ciertas personas se puede decir que son verdaderamente libres. Son como hemos visto aquéllas que no dependen de la opinión de los demás: no dependen ni de la aprobación ni de la atención de los demás. Descansan en sí mismos. Son libres en su pensamiento. También son libres en sus sentimientos. Están en contacto con la realidad. Si se encuentran con alguien, están presentes en el encuentro. En virtud de esa libertad interior, se pueden dedicar a los demás de lleno y enteramente. Son libres de la especulación y del cálculo; libres de reflexión sobre lo que el otro espera de ellos o de lo que el otro piensa de ellos. Son libres porque el Espíritu de Dios los marca, porque tienen en Dios su razón y por lo tanto, no viven prestando atención a la reacción de los demás. Si observamos más detenidamente esta clase de personas, notaremos enseguida que el estar establecidos en Dios es lo que los hace tan libres.

Todos anhelamos dicha libertad. Es el objetivo de todo camino espiritual. Para el cristiano, esta libertad consiste esencialmente en la libertad de amar. Pero para llegar a esta libertad del amor, debemos antes liberarnos de todas las dependencias. Tanto los Padres de la Iglesia como algunos sacerdotes nos dan buenas sugerencias. Coinciden con muchos filósofos griegos, para quienes la libertad era la máxima meta. En lugar de construir un antagonismo entre la libertad del pensamiento griego y la libertad del pensamiento cristiano, deberíamos establecer una relación sana entre ambos, sin reducir al cristiano al plano psicológico de la filosofía griega, sino de integrarlo al camino psicológico cristiano de la libertad. Muchos cristianos malinterpretan la ley cristiana de la libertad y les exigen a los demás que amen desinteresadamente. No están tomando en serio las condiciones que son necesarias para llegar a esta libertad en nosotros mismos.  Es fácil decir que necesitamos sencillamente amar y que, entonces, todo lo demás se dará por sí mismo. La pregunta es cómo ser capaces de este amor.

 Post: Libertad interior

Lo vemos la próxima…

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