lunes, 25 de abril de 2011

LAS BUENAS NUEVAS DE LA PASCUA



¿Sabes lo que es tener temor y, al mismo tiempo, estar súper contento? Así es cómo se sintieron las mujeres en el pasaje del Evangelio cuando ellas se encontraron con el Señor resucitado por primera vez.

Puedo recordar numerosas ocasiones cuando me sentí de esta manera. Una, el momento cuando mi primer hijo nació. En medio de esa alegría impresionantemente maravillosa, el temor me hizo preguntarme: ¿Podré ser yo una mamá lo suficientemente buena para manejar las responsabilidades inimaginables de criar a este hijo en un hombre servidor de Dios? (La respuesta fue: "Sí, pero sólo con la ayuda del Espíritu Santo. Y cuando él crezca y parezca desviarse de los planes que YO tengo para él, no será porque has fallado como padre; es porque el Espíritu Santo no ha terminado con él todavía".)

Piensa en cualquier tarea agobiadora, quizás hasta imposible que se te ha dado. O cualquier tarea ordenada por Dios que terminaste pero que aparentemente fallaste en hacerla bien.

La Pascua no es solamente el fin de la Cuaresma. La Resurrección no es solamente el fin de una vida vieja o hábitos viejos o de un problema viejo que querías vencer. La Pascua es una temporada - una temporada interminable - de correr alegremente hacia los demás para compartir con ellos las Buenas Nuevas como los primeros evangelistas en el primer Domingo de Resurrección. La experiencia de la resurrección es una temporada de permitir que tu fe sea una fuente de alegría para los que todavía no saben cómo encontrar a Jesús, como lo hicieron las mujeres para los discípulos en ese sorprendente y glorioso día.

¿Qué tan agobiadora se siente ESA tarea?

¿Si comprendemos realmente que somos personas de Pascua, que significa que hemos sido resucitados de la destrucción del pecado, entonces cómo podemos refrenar nuestra alegría? Cuándo estamos completamente concientes de esto, nosotros no queremos mantener esta verdad para nosotros mismos. Hacemos a un lado el temor y compartimos libremente con los demás las experiencias que han cambiando nuestra vida.

El movimiento del crecimiento durante la Cuaresma fue interno. Reflejamos nuestra necesidad del perdón. Ahora, el movimiento del crecimiento es exterior. En esto, hay mucho que temer: ¿Qué tal si somos rechazados? ¿Qué tal si somos perseguidos por nuestra fe?

Pero Jesús nos dice lo que le dijo a los primeros discípulos: "No tengas miedo". ¿Y por qué no? La razón es sencilla y profunda: Porque él está siempre con nosotros, y porque él llena los vacíos de nuestras insuficiencias con su Espíritu Santo. Jesús el Hombre besa nuestras heridas y nos abraza en nuestras persecuciones. Su Espíritu nos da sabiduría e inspiración.

La alegría del Domingo de Resurrección es agradable, pero seamos honestos. ¿En nuestras vidas diarias, vivimos más por temor o por alegría? El Domingo de Resurrección es el principio de una temporada. La fe de Pascua es el principio de una vida de alegría. Es tiempo de avanzar más allá de la Cruz. Tenemos mucho que celebrar en Jesús. Hay personas a nuestro alrededor que necesitan vernos celebrar nuestra fe. Las Buenas Nuevas no son BUENAS nuevas a menos que levanten a las personas de sus miserias. Esta es la evidencia que el mundo necesita, demostrando que Jesús sigue estando muy vivo.

jueves, 21 de abril de 2011

JUEVES SANTO

Gracias Señor por quedarte con nosotros en las especies de pan y vino.

¡Lávanos los pies Señor!

jueves, 7 de abril de 2011

SABIDURIA DE LOS PADRES DEL DESIERTO


Recopilación de Thomas Merton


Se dice del abad Agato que durante tres años llevó una piedra dentro de la boca hasta que aprendió a estar en silencio.


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Uno de los hermanos preguntó al abad Isidoro, el anciano de Scitia, diciendo: ¿Por qué los demonios están tan sumamente asustados de tí?

El anciano respondió: Desde el momento en que me hice monje he luchado para impedir que la cólera subiese a mis labios.


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El abad Macario decía: Si, con el deseo de corregir a otro, te sientes inclinado a la cólera, satisfaces tu propia pasión. No te pierdas a tí mismo por querer salvar a otro.


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Cierto hermano fue al abad Poemen y le dijo: ¿Qué debo hacer, Padre? Siento una gran tristeza. El anciano le dijo: No desprecies nunca a nadie, no condenes nunca a nadie, no hables nunca mal de nadie, y el Señor te otorgará la paz.


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Uno de los Padres decía: Así como es imposible que un hombre vea su rostro reflejado en agua revuelta, así sucede con el alma: a menos que sea purificada de pensamientos extraños, no puede ver a Dios en la contemplación.


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Uno de los ancianos fue preguntado qué era la humildad, y él dijo: Si tú perdonas a un hermano que te ha injuriado antes que él mismo te pida perdón.


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El abad Pastor decía: Cualquier prueba que te sobrevenga la puedes vencer por el silencio.


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