sábado, 16 de febrero de 2019

LA MEJOR ORACION

Si tu corazón se deja llenar con la verdad del Espíritu Santo, si tu oración une tu alma y corazón, entonces no es necesario que repitas más oraciones, solamente, “¡Señor, no me dejes!” o “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador!”, que es la oración más poderosa. El nombre de Jesús es dulce al ser pronunciado, alejando demonios y atrayendo ángeles, mientras que brinda mansedumbre al corazón y a la mente. Si no has llegado a ello, sigue la regla que aparece en tu libro de oraciones, porque llamando el Nombre de Dios, estás llamando a Cristo, a la Madre del Señor, al Espíritu Santo, a la Santísima Trinidad, a Dios Padre, a los Santos, a todos los Mártires, mientras en tu corazón entra en una suerte de armonía interior con todos esos santos.
Algunas veces entro a la iglesia, cuando ésta se halla vacía. Todo allí es silencio, sosiego. Pero una vez atravieso el portal, tengo la impresión que todos los Santos están frente a mí, viéndome. No me siento solo. Me siento rodeado de muchísimas fuerzas espirituales.
 

sábado, 2 de febrero de 2019

EXPERIENCIA CRISTIANA

Dios es trascendente pero también personal, estableciendo la posibilidad de una profunda relación de amor entre él y la criatura humana. Los místicos de las religiones expresan con un lenguaje atrevido su experiencia de la unión con Dios. Así lo proclaman, aun cuando viven en tensión la infinita distancia que existe entre Dios y su creación, pues comparten el amor divino. Trascendencia e inmanencia son los dos extremos de la experiencia cristiana.
Si el ser humano está hecho a imagen de Dios será natural, pues, desear a Dios como su verdadero fin. Así, cuando la voluntad del ser humano coincide con la de Dios, este comparte el propio amor de la Divinidad, desea lo que Dios desea y le devuelve el amor que Dios le ha dado para que habite dentro de él. No hay diferencia de clase entre el amor que la persona siente por Dios y el de Dios por la persona porque las voluntades se unen en el amor compartido del Espíritu Santo. Por tanto, el amor experimentado por la persona debe ser el Amor más pleno y perfecto, el verdadero amor de Dios.