miércoles, 27 de febrero de 2019
sábado, 16 de febrero de 2019
LA MEJOR ORACION
Si tu corazón se deja llenar con la verdad del Espíritu Santo, si tu
oración une tu alma y corazón, entonces no es necesario que repitas más
oraciones, solamente, “¡Señor, no me
dejes!” o “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador!”,
que es la oración más poderosa. El nombre de Jesús es dulce al ser
pronunciado, alejando demonios y atrayendo ángeles, mientras que brinda
mansedumbre al corazón y a la mente. Si no has llegado a ello, sigue la
regla que aparece en tu libro de oraciones, porque llamando el Nombre de
Dios, estás llamando a Cristo, a la Madre del Señor, al Espíritu Santo,
a la Santísima Trinidad, a Dios Padre, a los Santos, a todos los
Mártires, mientras en tu corazón entra en una suerte de armonía interior
con todos esos santos.
Algunas veces entro a la iglesia, cuando ésta se halla vacía. Todo allí
es silencio, sosiego. Pero una vez atravieso el portal, tengo la
impresión que todos los Santos están frente a mí, viéndome. No me siento
solo. Me siento rodeado de muchísimas fuerzas espirituales.
sábado, 2 de febrero de 2019
EXPERIENCIA CRISTIANA
Dios es trascendente pero también personal, estableciendo la posibilidad
de una profunda relación de amor entre él y la criatura humana. Los
místicos de las religiones expresan con un lenguaje atrevido su
experiencia de la unión con Dios. Así lo proclaman, aun cuando viven en
tensión la infinita distancia que existe entre Dios y su creación, pues
comparten el amor divino. Trascendencia e inmanencia son los dos
extremos de la experiencia cristiana.
Si el ser humano está hecho a imagen de Dios será natural, pues, desear a
Dios como su verdadero fin. Así, cuando la voluntad del ser humano
coincide con la de Dios, este comparte el propio amor de la Divinidad,
desea lo que Dios desea y le devuelve el amor que Dios le ha dado para
que habite dentro de él. No hay diferencia de clase entre el amor que la
persona siente por Dios y el de Dios por la persona porque las
voluntades se unen en el amor compartido del Espíritu Santo. Por tanto,
el amor experimentado por la persona debe ser el Amor más pleno y
perfecto, el verdadero amor de Dios.
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