jueves, 25 de abril de 2013

MUJERES SACERDOTALES

Del libro "La mujer: Reina e Indomable" de Anselm Grün y Linda Jarosch


 La mujer sacerdotal es líder y acompañante espiritual. Posee una energía interior de la que puede vivir y desea transmitirla a los demás. Anhela consolar y levantar, aspira a irradiar misericordia. Ha aprendido a ver más allá de lo superficial en la expresión de las personas. Con su sexto sentido percibe su propia necesidad interior. La sacerdotisa intenta encontrar, una y otra vez, lo divino que existe en el prójimo, aún en el de carácter hosco y difícil. No lo reduce a lo que ve de él, sino que intuye lo otro más grande que hay en su interior: lo santo.

Asimismo, el aspecto sacerdotal de una mujer se pone de manifiesto cuando no deja de creer, a pesar de su propio sufrimiento, sus decepciones y su desesperación, que en la fe encuentra la fuerza necesaria para elevarse.

Este aspecto sacerdotal, QUE TODA MUJER TIENE, también ayuda a la mujer cuando siente la necesidad de recogerse en su espacio interior, en ese espacio que para ella es sagrado. La mujer sacerdotal siempre anhela nutrirse de una fuente más profunda (Dios en su corazón).

La mujer sacerdotal descubre las huellas de Dios en la vida de las personas y las interpreta. Las mujeres poseen una especial capacidad para detectar e interpretar las huellas divinas en las personas. Ven el núcleo divino de cada ser humano. 

Animémonos a desarrollar este aspecto tan importante que Dios nos ha regalado. Para ello la ORACION es el instrumento. Principalmente la oración de SILENCIO Y QUIETUD. ¡¡¡TENEMOS EN MARIA NUESTRA MAESTRA!!!  


martes, 9 de abril de 2013

La Iglesia ha encontrado un líder ¿Y el mundo político?




Maravilloso artículo en un diario español que no es precisamente militante de la Iglesia de Cristo.
El papa Francisco le dice al rabino judío argentino Skorka, en su libro Entre el cielo y la tierra que a él “le gusta la política”, concebida como "la fuerza responsable del bienestar de la gente". Le cuenta que cuando se encuentra con agnósticos y ateos “no les habla de Dios”, sino que les pregunta si están dispuestos a empeñarse en la lucha contra las injusticias  perpetradas contra los más desamparados del sistema, ya que eso le basta. “Sólo les hablo de Dios si ellos me hablan”, comenta. 

Que Cristo ilumine al sacerdote PP Francisco que es como un Grito de Esperanza en este mundo que cada día aparece mas alejado de Dios haciendo un verdadero dios al dinero, el poder,  la arrogancia, la droga, la corrupción y la mentira!
 
EL PAÍS
Madrid - 30-3-2013
 
La Iglesia ha encontrado un líder ¿Y el mundo político? - Juan Arias

La Iglesia ha sido más rápida que el mundo político. Ambos estaban hasta ayer en profunda crisis de identidad. La Iglesia hundida en sus escándalos vaticanos y convertida en un “fósil”, en expresión dura del teólogo brasileño Leonardo Boff, con sus iglesias vendidas para convertirlas en salas de fiestas nocturnas y los confesionarios en muebles bar. Y el mundo político se encuentra perdido en una profunda crisis, no sólo económica sino también de valores, huérfano de liderazgo, en plena revuelta civilizatoria sin saber por donde tirar.

Ambas instituciones, la religiosa y la laica, se arrastran sin horizontes para sus jóvenes generaciones, dando palos de ciego. 

En ese panorama, la Iglesia, con sus dos mil años de historia, sus santos y demonios, sus inquisiciones y sus mártires de la caridad, ha conseguido encontrar un líder mundial cuando empezaba a resbalar por el barranco de la desesperanza.

Y lo ha hecho a través de un puñado de cardenales, la mayoría ancianos y conservadores, reunidos durante dos semanas en Roma, sin grandes alharacas y revestidos de misterios y secreto, pero que se dieron cuenta que el eje del mundo ha cambiado, ya no es Europa, sino que se ha trasladado a los países emergentes. La Iglesia acabó viéndolo y se fue a buscar el nuevo líder a las Américas."Me buscaron muy lejos", subrayó significativamente el papa Francisco al aparecer en el balcón la tarde de su elección.

El papa Francisco, que sigue llamándose sacerdote y obispo, no papa, se ha convertido, en menos de un mes al mando de la nave Iglesia, en el personaje más en vistas del planeta, como un día lo fueron un Gandhi o un Luther King.

Con un puñado de gestos simbólicos, ha dado rienda suelta a una auténtica revolución religiosa y política que empieza a resonar más allá de la misma Iglesia.

¿Y el mundo político qué está esperando?
Una vez Stalin preguntó cuantos ejércitos tenía el papa de Roma. Hablaba de armas, perola Iglesia es un ejército con otras armas en sus manos, que empezaban a oxidársele. Es una institución, a pesar del peso de errores que arrastra, de las mejor organizadas del mundo, que cuenta con la friolera de 1.200 millones de fieles, un ejército de más de 1.000.000 de sacerdotes y religiosos, con 114.736 instituciones asistenciales en el mundo, 5.246 hospitales, 74.000 dispensarios y leproserías, 15,208 residencias de ancianos incurables, 1.046 universidades, 205.000 colegios, 70.000 asilos nido con 7.000.000 de alumnos, 687.282 centros sociales y 131 centros de personas con sida en 41 países.

Una vez el líder comunista italiano Enrico Berlinguer, que no era creyente pero acompañaba los domingos a misa, a su mujer e hijos que si lo eran, a los que esperaba en la puerta de la Iglesia, solía decir: “Si nosotros los comunistas tuviésemos a un millón de mujeres y hombres, como las monjas y religiosos católicos, con voto de obediencia y dispuestos a cualquier sacrificio, haríamos una verdadera revolución social”. Y es esa revolución social la que el nuevo papa Francisco ha empezado a llevar a cabo en la Iglesia y que el mundo político parece incapaz de hacerla, sumergido en sus recetas de sacrificios y recortes a los más débiles, mientras se multiplica como una cizaña maligna, la corrupción de políticos y banqueros. 

Si al mundo de hoy le falta un gran líder, capaz de devolver esperanza y abrir nuevos horizontes a una sociedad desencantada y en ruinas, la Iglesia parece haberlo encontrado. Y no un líder encerrado en sus rezos, con una visión arcaica y autoritaria de la fe, sino alguien que ha pedido a los soldados de ese ejército hoy bajo su mando, que dejen de ser “coleccionadores de antigüedades” y cultivadores de “teologías narcisistas” y se vayan a manchar sus pies con el barro “de las periferias del mundo”, donde se encuentran los más explotados por el poder. Un jesuita que posee “racionalidad y fe”, como afirman quienes le conocen de cerca, que además de teología ha estudiado psicología y literatura, y que al mismo tiempo ha escogido como símbolo papal un “corazón franciscano”, puede llegar a ser más que un mero líder espiritual de una Iglesia.
 
Sus antecedentes como arzobispo y cardenal de Buenos Aires y sus primeros gestos de desapego a las apariencias y símbolos del poder vaticano para poner su énfasis en una Iglesia que debe ser “pobre y para los pobres”, lo están ya convirtiendo también en una referencia política y social del mundo.

Es justamente el mundo el que está entendiendo - de ahí la perplejidad y hasta miedo de ciertos políticos - que el papa Francisco, no es sólo un religioso que se contentará con lavar los píes a los pobres y visitar favelas. Los poderosos han empezado a entender que apostar por los desheredados de la Tierra, por la escoria del mundo, por los desahuciados, no sólo para consolarlos, sino también para elevarles social y culturalmente, para despertar en ellos la fuerza de su dignidad como personas, sus derechos y su espíritu crítico, equivale a una nueva revolución mundial. Y que su mentor puede acabar siendo más que un mero líder espiritual


A una madre que desesperada, se le quejaba, en Buenos Aires, de que su hijo joven había abandonado la fe, el entonces cardenal Bergoglio, le preguntó:
- “¿Sigue su hijo siendo una buena persona que se interesa por los demás?”
- La mujer le dijo que sí.
-“Entonces quédese tranquila. Su hijo sigue creyendo en lo que debe creer”, la consoló.

Un líder así, puede crear esperanza en unos y temores en otros, ya que  está pidiendo a una Iglesia anquilosada y en buena parte aburguesada, que salga de la retaguardia para ir a combatir a la primera línea del frente, puede acabar convirtiéndose en una referencia mundial de lo que el teólogo Boff llama “un liderazgo no autoritario, de valores universales en el que lo importante no es ya la institución Iglesia sino la humanidad y la civilización que hoy pueden ser destruidas”.

Como un día surgieron líderes capaces de sacudir al mundo como Gandhi, Luther King o Mandela, entre otros, es posible que a esa lista de líderes contra la violencia y contra las discriminaciones de los diferentes, haya que añadir pronto al papa Francisco.
 
Eso si le dejan actuar en paz, sin blindarle en los palacios vaticanos, que por ahora ha descartado, impidiéndole de acercarse y de escuchar demasiado a la gente.
 
En Brasil, para el viaje a Río del papa, el próximo julio, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, las autoridades le han preparado un blindaje de 750 policías civiles y militares para proteger su vida, y que le acompañarán día y noche. No será fácil, sin embargo, blindar del todo a un papa que ha pedido a los sacerdotes del mundo entero queno tengan miedo de "perder la propia vida”, si su empeño social y religioso se lo exigiera.

Jesús fue crucificado con poco más de 30 años. Los primeros cristianos, apóstoles, obispos y papas acabaron todos mártires de su fe y de su desobediencia al poder que les pedía que se arrodillase ante él. 

El Viernes Santo pasado, el papa Francisco se echó en la Iglesia de bruces al suelo en adoración no a los poderes del mundo. Lo hizo en señal de fidelidad a aquel Jesús que predicaba que “quién defiende la propia vida la perderá” y que los "que se humillan serán ensalzados".

Los cobardes, al final, son ya vivos muertos,
como decía Gandhi. 

lunes, 8 de abril de 2013

VOCES DEL MIEDO

¿Voces del miedo?





¿Voces del miedo
¿Voces del miedo?

En el evangelio de hoy, María tiene una decisión muy difícil de tomar. De acuerdo con las reglas de su sociedad, cuando una mujer quedaba embarazada fuera del matrimonio, podía ser lapidada hasta la muerte por su flagrante desprecio de la santidad del matrimonio. Seguramente María se preguntó cómo su amado José iba a reaccionar. El ángel Gabriel no hizo nada para tranquilizarla y decirle que José iba a creer su explicación. Y al principio, de hecho José no lo hizo! 
¿Qué opinaban sus padres? Incluso si ella creía, que dirían los otros familiares? ¿Y también sus amigos? Se enfrentó a la desaprobación y la incomprensión de cada dirección. ¿Cómo llegó el coraje de decir sí al plan de Dios sin la seguridad de que todo iba a salir bien?
Creo que todos desearíamos que Dios nos contara sus planes, que nos indicara  en 10 pasos fáciles como serían los resultados finales, y claramente detallado. ¿Cómo te sientes acerca de la incertidumbre? ¿Cómo te sientes acerca de la desaprobación de la gente? ¿Tienes el coraje de seguir la inspiración de Dios, no importa qué, o estás esperando a que te aseguren que todo va a salir bien?
Rara vez tenemos esa tranquilidad. Él prefiere que confiemos en él, y confiar en él en su lugar. María encontró su coraje en Dios. La confianza no es un sentimiento, la confianza es una decisión que depende del amor, poder y sabiduría de Dios. Cuando estamos controlados por el miedo o por la desaprobación de los demás, es porque no estamos guiados por nuestra fe en Dios. 
Aquí está una manera simple pero de gran alcance para silenciar las voces de miedo y en donde el valor puede crecer:
1. Identifique el mensaje de lo que están diciendo sus temores. ¿Qué teme usted que sucederá si sigue adelante y hace lo que Dios parece estar pidiendo?
2. Recuerde que el mensaje del miedo se basa, al menos parcialmente en falsedades, pídale al Espíritu Santo que le recuerde todas las verdades que contradicen estas mentiras. 
3. Elija actuar sobre esas verdades - responder a la verdad en lugar del miedo. Avanzar con la seguridad de que puede confiar en el deseo de Dios y de su capacidad para ayudarle a hacer todo lo que le pida. Este es el momento de la Anunciación, experiencia propia. Esta es su oportunidad de dar a Dios su propio mandato, su propio "¡Sí! Hágase en mí según tu voluntad!" Dios nos habla en avisos todos los días. Si podemos aprender del ejemplo de María, ella nos ayudara a decir "sí", ella siempre está disponible como nuestra madre de la crianza y guía que nos ayuda a vivir ese "sí".

domingo, 7 de abril de 2013

CAPILLA PAPAL PARA LA TOMA DE POSESIÓN DE LA CÁTEDRA DEL OBISPO DE ROMA HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO Basílica de San Juan de Letrán II Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia, 7 de abril de 2013



Con gran alegría celebro por primera vez la Eucaristía en esta Basílica Lateranense, catedral del Obispo de Roma. Saludo con sumo afecto al querido Cardenal Vicario, a los Obispos auxiliares, al Presbiterio diocesano, a los Diáconos, a las Religiosas y Religiosos y a todos los fieles laicos. Saludo asimismo al señor Alcalde, a su esposa y a todas las Autoridades. Caminemos juntos a la luz del Señor Resucitado.
1. Celebramos hoy el segundo domingo de Pascua, también llamado «de la Divina Misericordia». Qué hermosa es esta realidad de fe para nuestra vida: la misericordia de Dios. Un amor tan grande, tan profundo el que Dios nos tiene, un amor que no decae, que siempre aferra nuestra mano y nos sostiene, nos levanta, nos guía.
2. En el Evangelio de hoy, el apóstol Tomás experimenta precisamente esta misericordia de Dios, que tiene un rostro concreto, el de Jesús, el de Jesús resucitado. Tomás no se fía de lo que dicen los otros Apóstoles: «Hemos visto el Señor»; no le basta la promesa de Jesús, que había anunciado: al tercer día resucitaré. Quiere ver, quiere meter su mano en la señal de los clavos y del costado. ¿Cuál es la reacción de Jesús? La paciencia: Jesús no abandona al terco Tomás en su incredulidad; le da una semana de tiempo, no le cierra la puerta, espera. Y Tomás reconoce su propia pobreza, la poca fe: «Señor mío y Dios mío»: con esta invocación simple, pero llena de fe, responde a la paciencia de Jesús. Se deja envolver por la misericordia divina, la ve ante sí, en las heridas de las manos y de los pies, en el costado abierto, y recobra la confianza: es un hombre nuevo, ya no es incrédulo sino creyente.
Y recordemos también a Pedro: que tres veces reniega de Jesús precisamente cuando debía estar más cerca de él; y cuando toca el fondo encuentra la mirada de Jesús que, con paciencia, sin palabras, le dice: «Pedro, no tengas miedo de tu debilidad, confía en mí»; y Pedro comprende, siente la mirada de amor de Jesús y llora. Qué hermosa es esta mirada de Jesús – cuánta ternura –. Hermanos y hermanas, no perdamos nunca la confianza en la paciente misericordia de Dios.
Pensemos en los dos discípulos de Emaús: el rostro triste, un caminar errante, sin esperanza. Pero Jesús no les abandona: recorre a su lado el camino, y no sólo. Con paciencia explica las Escrituras que se referían a Él y se detiene a compartir con ellos la comida. Éste es el estilo de Dios: no es impaciente como nosotros, que frecuentemente queremos todo y enseguida, también con las personas. Dios es paciente con nosotros porque nos ama, y quien ama comprende, espera, da confianza, no abandona, no corta los puentes, sabe perdonar. Recordémoslo en nuestra vida de cristianos: Dios nos espera siempre, aun cuando nos hayamos alejado. Él no está nunca lejos, y si volvemos a Él, está preparado para abrazarnos.
A mí me produce siempre una gran impresión releer la parábola del Padre misericordioso, me impresiona porque me infunde siempre una gran esperanza. Pensad en aquel hijo menor que estaba en la casa del Padre, era amado; y aun así quiere su parte de la herencia; y se va, lo gasta todo, llega al nivel más bajo, muy lejos del Padre; y cuando ha tocado fondo, siente la nostalgia del calor de la casa paterna y vuelve. ¿Y el Padre? ¿Había olvidado al Hijo? No, nunca. Está allí, lo ve desde lejos, lo estaba esperando cada día, cada momento: ha estado siempre en su corazón como hijo, incluso cuando lo había abandonado, incluso cuando había dilapidado todo el patrimonio, es decir su libertad; el Padre con paciencia y amor, con esperanza y misericordia no había dejado ni un momento de pensar en él, y en cuanto lo ve, todavía lejano, corre a su encuentro y lo abraza con ternura, la ternura de Dios, sin una palabra de reproche: Ha vuelto. Y esta es la alegría del padre. En ese abrazo al hijo está toda esta alegría: ¡Ha vuelto!. Dios siempre nos espera, no se cansa. Jesús nos muestra esta paciencia misericordiosa de Dios para que recobremos la confianza, la esperanza, siempre. Un gran teólogo alemán, Romano Guardini, decía que Dios responde a nuestra debilidad con su paciencia y éste es el motivo de nuestra confianza, de nuestra esperanza (cf.Glabenserkenntnis, Wurzburg 1949, 28). Es como un diálogo entre nuestra debilidad y la paciencia de Dios, es un diálogo que si lo hacemos, nos da esperanza.
3. Quisiera subrayar otro elemento: la paciencia de Dios debe encontrar en nosotros la valentía de volver a Él, sea cual sea el error, sea cual sea el pecado que haya en nuestra vida. Jesús invita a Tomás a meter su mano en las llagas de sus manos y de sus pies y en la herida de su costado. También nosotros podemos entrar en las llagas de Jesús, podemos tocarlo realmente; y esto ocurre cada vez que recibimos los sacramentos. San Bernardo, en una bella homilía, dice: «A través de estas hendiduras, puedo libar miel silvestre y aceite de rocas de pedernal (cf. Dt 32,13), es decir, puedo gustar y ver qué bueno es el Señor» (Sermón 61, 4. Sobre el libro del Cantar de los cantares). Es precisamente en las heridas de Jesús que nosotros estamos seguros, ahí se manifiesta el amor inmenso de su corazón. Tomás lo había entendido. San Bernardo se pregunta: ¿En qué puedo poner mi confianza? ¿En mis méritos? Pero «mi único mérito es la misericordia de Dios. No seré pobre en méritos, mientras él no lo sea en misericordia. Y, porque la misericordia del Señor es mucha, muchos son también mis méritos» (ibid, 5). Esto es importante: la valentía de confiarme a la misericordia de Jesús, de confiar en su paciencia, de refugiarme siempre en las heridas de su amor. San Bernardo llega a afirmar: «Y, aunque tengo conciencia de mis muchos pecados, si creció el pecado, más desbordante fue la gracia (Rm 5,20)» (ibid.).Tal vez alguno de nosotros puede pensar: mi pecado es tan grande, mi lejanía de Dios es como la del hijo menor de la parábola, mi incredulidad es como la de Tomás; no tengo las agallas para volver, para pensar que Dios pueda acogerme y que me esté esperando precisamente a mí. Pero Dios te espera precisamente a ti, te pide sólo el valor de regresar a Él. Cuántas veces en mi ministerio pastoral me han repetido: «Padre, tengo muchos pecados»; y la invitación que he hecho siempre es: «No temas, ve con Él, te está esperando, Él hará todo». Cuántas propuestas mundanas sentimos a nuestro alrededor. Dejémonos sin embargo aferrar por la propuesta de Dios, la suya es una caricia de amor. Para Dios no somos números, somos importantes, es más somos lo más importante que tiene; aun siendo pecadores, somos lo que más le importa.
Adán después del pecado sintió vergüenza, se ve desnudo, siente el peso de lo que ha hecho; y sin embargo Dios no lo abandona: si en ese momento, con el pecado, inicia nuestro exilio de Dios, hay ya una promesa de vuelta, la posibilidad de volver a Él. Dios pregunta enseguida: «Adán, ¿dónde estás?», lo busca. Jesús quedó desnudo por nosotros, cargó con la vergüenza de Adán, con la desnudez de su pecado para lavar nuestro pecado: sus llagas nos han curado. Acordaos de lo de san Pablo: ¿De qué me puedo enorgullecer sino de mis debilidades, de mi pobreza? Precisamente sintiendo mi pecado, mirando mi pecado, yo puedo ver y encontrar la misericordia de Dios, su amor, e ir hacia Él para recibir su perdón.
En mi vida personal, he visto muchas veces el rostro misericordioso de Dios, su paciencia; he visto también en muchas personas la determinación de entrar en las llagas de Jesús, diciéndole: Señor estoy aquí, acepta mi pobreza, esconde en tus llagas mi pecado, lávalo con tu sangre. Y he visto siempre que Dios lo ha hecho, ha acogido, consolado, lavado, amado.
Queridos hermanos y hermanas, dejémonos envolver por la misericordia de Dios; confiemos en su paciencia que siempre nos concede tiempo; tengamos el valor de volver a su casa, de habitar en las heridas de su amor dejando que Él nos ame, de encontrar su misericordia en los sacramentos. Sentiremos su ternura, tan hermosa, sentiremos su abrazo y seremos también nosotros más capaces de misericordia, de paciencia, de perdón y de amor.

Misa del Papa en Santa Marta: En el nombre de Jesús


Sólo en el nombre de Jesús está nuestra salvación. Sólo Él puede salvarnos, y nadie más. Mucho menos los modernos «magos» con las improbables profecías del tarot que cautivan y engañan al hombre moderno.
Precisamente en el nombre de Jesús el Papa Francisco centró la reflexión del 5 de abril por la mañana, viernes de la octava de Pascua, en la misa que celebró en la capilla de la Domus Sanctae Marthae, con la participación de los sediarios pontificios y los responsables, empleados y religiosos de San Juan de Dios que trabajan en la Farmacia vaticana.
El Pontífice partió de la primera lectura, tomada de los Hechos de los Apóstoles (4, 1-12), para reflexionar sobre el valor y el significado del nombre de Jesús. El pasaje propone el episodio de Pedro y Juan que, arrestados por predicar al pueblo la resurrección del Cristo, fueron llevados ante el Sanedrín. Al preguntarles porqué curaron al hombre tullido junto a la puerta del Templo, Pedro responde: «Ha sido el Nombre de Jesucristo Nazareno». En el nombre de Jesús, repitió el Papa, y agregó: «Él es el Salvador; este nombre, Jesús. Cuando uno dice Jesús, es precisamente Él, es decir, el que hace milagros. Y este nombre nos acompaña en el corazón».
También en el Evangelio de san Juan, agregó el Papa, los apóstoles un poco fuera de sí «porque no había pescado nada durante toda la noche, cuando el Señor les preguntó si tenían algo para comer» no teniendo nada, respondieron que no de un modo un poco brusco. Pero «cuando el Señor les dice “echad la red a la derecha de la barca y encontraréis”, tal vez pensaron en la ocasión que el Señor había dicho a Pedro de ir a pescar y él respondió: “No hemos pescado nada en toda la noche, pero en tu nombre echaré las redes”».
Retomando los Hechos de los Apóstoles, el Papa Francisco explicó que «Pedro revela una verdad cuando dice: “lo hicimos en el nombre de Jesús”» porque él responde inspirado por el Espíritu Santo. En efecto, nosotros, prosiguió, «non podemos confesar a Jesús, no podemos hablar de Jesús, no podemos decir algo sobre Jesús sin el Espíritu Santo». Es precisamente el Espíritu Santo quien «nos impulsa a confesar a Jesús o a hablar de Jesús o a confiar en Jesús». Y es justamente Jesús quien está a nuestro lado «en el camino de nuestra vida, siempre».
El Pontífice contó luego una experiencia personal, vinculada al recuerdo de un hombre, padre de ocho hijos, que trabaja desde hace treinta años en el arzobispado de Buenos Aires. «Antes de salir, antes de ir hacer lo que tenga que hacer —dijo— susurraba siempre para sí: “¡Jesús!”. En una ocasión le pregunté: “¿Por qué dices siempre Jesús?”. “Cuando digo ’Jesús’, me respondió este hombre humilde, me siento fuerte, siento que puedo trabajar, porque yo sé que Él está a mi lado, que Él me protege”». Sin embargo, subrayó el Papa, este hombre «no ha estudiado teología: tiene sólo la gracia del bautismo y la fuerza del Espíritu». Y «su testimonio —confesó el Papa Francisco— me ha hecho mucho bien a mí. El nombre de Jesús. No hay otro nombre. Tal vez nos hará bien a todos nosotros», que vivimos en un «mundo que nos ofrece tantos “salvadores”». A menudo «cuando hay problemas —advirtió— los hombres no confían en Jesús, sino en otras realidades», recurriendo tal vez a sedicentes magos «para que resuelvan las situaciones», o bien «van a consultar el tarot» para saber o comprender qué hacer. Pero no es recurriendo a magos o al tarot donde se encuentra la salvación: la salvación está «en el nombre de Jesús. Y debemos dar testimonio de esto. Él es el único salvador».
Luego hizo referencia al papel de la Virgen María. «La Virgen —dijo el Pontífice— nos lleva siempre a Jesús. Invocad a la Virgen, y Ella hará lo que hizo en Caná: “Haced lo que Él os diga”». Ella «nos conduce siempre a Jesús. Es la primera en obrar en el nombre de Jesús». Finalmente, el Papa concluyó expresando un deseo: «Quisiera que en este día, que es un día en la semana de la Resurrección del Señor, pensáramos en esto: confío en el nombre de Jesús; rezo “¡Jesús, Jesús!”».

martes, 2 de abril de 2013

DE LA DUDA A LA FE



          El hombre moderno ha aprendido a dudar. Es propio del espíritu de nuestros tiempos cuestionarlo todo para progresar en conocimiento científico. En este clima la fe queda con frecuencia desacreditada. El ser humano va caminando por la vida lleno de incertidumbres y dudas.

          Por eso, todos sintonizamos sin dificultad con la reacción de Tomás, cuando los otros discípulos le comunican que, estando él ausente, han tenido una experiencia sorprendente: "Hemos visto al Señor". Tomás podría ser un hombre de nuestros días. Su respuesta es clara: "Si no lo veo...no lo creo".

            Su actitud es comprensible. Tomás no dice que sus compañeros están mintiendo o que están engañados. Solo afirma que su testimonio no le basta para adherirse a su fe. Él necesita vivir su propia experiencia. Y Jesús no se lo reprochará en ningún momento.

          Tomás ha podido expresar sus dudas dentro de grupo de discípulos. Al parecer, no se han escandalizado. No lo han echado fuera del grupo. Tampoco ellos han creído a las mujeres cuando les han anunciado que han visto a Jesús resucitado. El episodio de Tomás deja entrever el largo camino que tuvieron que recorrer en el pequeño grupo de discípulos hasta llegar a la fe en Cristo resucitado.

          Las comunidades cristianas deberían ser en nuestros días un espacio de diálogo donde pudiéramos compartir honestamente las dudas, los interrogantes y búsquedas de los creyentes de hoy. No todos vivimos en nuestro interior la misma experiencia. Para crecer en la fe necesitamos el estímulo y el diálogo con otros que comparten nuestra misma inquietud.

          Pero nada puede remplazar a la experiencia de un contacto personal con Cristo en lo hondo de la propia conciencia. Según el relato evangélico, a los ocho días se presenta de nuevo Jesús. No critica a Tomás sus dudas. Su resistencia a creer revela su honestidad. Jesús le muestra sus heridas.

          No son "pruebas" de la resurrección, sino "signos" de su amor y entrega hasta la muerte. Por eso, le invita a profundizar en sus dudas con confianza: "No seas incrédulo, sino creyente". Tomas renuncia a verificar nada. Ya no siente necesidad de pruebas. Solo sabe que Jesús lo ama y le invita a confiar: "Señor mío y Dios mío".

            Un día los cristianos descubriremos que muchas de nuestras dudas, vividas de manera sana, sin perder el contacto con Jesús y la comunidad, nos pueden rescatar de una fe superficial que se contenta con repetir fórmulas, para estimularnos a crecer en amor y en confianza en Jesús, ese Misterio de Dios encarnado que constituye el núcleo de nuestra fe.
José Antonio Pagola


7 de abril de 2013
2 Pascua (C)
Juan 20, 19-31