viernes, 1 de abril de 2022

...Continuación... MIEDO EN LAS RELACIONES HUMANAS

Lucas resumió esta liberación interior de los padres en dos pequeñas escenas. Cuando Jesús le dijo a un hombre joven que lo siguiera, éste le respondió: “Señor déjame que primero vaya y entierre a mi padre”. Jesús le dijo: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve y anuncia el Reino de Dios” (Lc 9, 59 y ss). El hombre joven quería seguir a Jesús, pero quería esperar hasta que su padre hubiera muerto. Mientras éste viviera, quería hacer lo que le encomendara. Pero Jesús le deja en claro que de ese modo, nunca andará su propio camino. El miedo al juicio del padre le impedirá seguir su vocación más interna. Incluso cuando haya fallecido, sus parámetros seguirán siendo determinantes. Y el hijo no será libre para andar su propio camino. En todo lo que haga, conciente o inconcientemente, estará esperando la aprobación del padre (o de la madre, o del jefe, o del coordinador, es decir LA AUTORIDAD). Frente a la vida que Dios exige de nosotros, la dependencia del padre (autoridad) es algo muerto. Lo muerto debe ser enterrado y no debe ser un obstáculo en nuestra vida. 

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El segundo ejemplo que Lucas nos relata es el siguiente: un hombre se acerca por propia voluntad a Jesús y le dice: “Te seguiré Señor pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa” y Jesús le responde “todo aquél que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás no es apto para el Reino de Dios” (Lc 9, 61 y ss). Esta persona quería la chancha y los veinte: seguir su vocación más interna pero también deseaba despedirse previamente de su familia y convencerla de que su camino era el correcto. Necesitaba la aprobación familiar o de la autoridad. Pero Jesús lo invita a dejar atrás el juicio familiar o de la autoridad  y seguir el camino que en lo más interno de sí, él considera correcto. Mucha gente joven tienen un gran deseo de seguir su propio camino, pero secretamente desean que todos, en especial la familia, lo aprueben, así si se equivocan tendrán a quien echarle la culpa y no cargarán solos con la responsabilidad de VIVIR Y EQUIVOCARSE. 

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Jesús nos da el valor para desprendernos de la opinión de los demás y andar nuestro camino, tomar nuestras propias decisiones, correr nuestros propios riesgos, aceptar los desafíos y confiar en nuestras fuerzas y sentido común aunado a la guía y protección de Dios que jamás nos faltará. SOLO EL SENDERO HACIA LA LIBERTAD NOS QUITA EL MIEDO AL JUICIO AJENO. 

Los padres deben entender que los hijos les fueron obsequiados, que en última instancia les pertenecen a Dios y no a ellos. De este modo el temor nos tiene que recordar que debemos soltar a nuestros hijos en la confianza en Dios y soltarnos nosotros mismos en la confianza a El.  También los padres tienen un núcleo divino y una vocación divina y es mucho más importante que la relación con los hijos ¿aprendimos esto? ¿nos enseñaron que esto es ser cristiano de verdad? Cuando digo soy cristiano ¿qué quiero decir? Lo dicho aquí no tiene nada que ver con la idea de no querer a nuestros hijos o padres o tener con ellos una relación fría, distante, indiferente. Todo lo contrario, Jesús nos quiere libres de ataduras enfermantes. Quiere que seamos felices y mantengamos con los demás relaciones sanas basadas en la aceptación de la individualidad de cada uno y así permitirles, en el caso de los hijos, madurar y en el caso de los padres, vivir su vejez en plenitud. Cada uno de nosotros está llamado a esto. No lo olvidemos!!! Si creemos en Dios, si creemos en Jesucristo, honrémoslo con nuestra vida siendo coherentes con sus enseñanzas.

MIEDO EN LAS RELACIONES HUMANAS

A menudo vemos que muchas personas no saben cómo relacionarse bien con los demás, pareciera que algo las obstaculiza y ese es el MIEDO.

Miedo de los padres a los hijos, miedo de los hijos a los padres, miedo a formar una pareja o a no formarla, miedo a jefes o subordinados, miedo al público, todo tipo de fobias que tienen una sola raíz LA FALTA DE CONFIANZA EN UNO MISMO POR UNA DEPENDENCIA PATOLOGICA DE LOS DEMAS.

Existen padres que compiten con sus hijos, se visten como ellos, quieren ser amigos y pierden toda autoridad frente a hijos confundidos que jamás aprendieron límites ni conocen qué significa obedecer. Padres que besan a los chicos en la boca, confundiendo las mentes de pequeños que ven que eso mismo hacen sus padres en la intimidad. Miedo de los hijos a defraudar a sus padres pues aprendieron a vivir presionados para complacerlos. Miedo de relacionarme en serio con alguien por temor a fracasar, temor a ser abandonado, temor a la infidelidad, temor a defraudarlo/a en la intimidad, temor, temor, temor. Miedo a ser malos padres y por consiguiente tratar a los hijos demasiado blandamente con lo cual se forman hijos con un alto grado de neurosis y dependencia, incapaces de tomar sus propias decisiones, de seguir una vocación definida, etc. etc. Miedo a encarar a un jefe tiránico y preguntarle directamente cuál es el motivo por el cual lo o la maltrata. Miedo a perder por ello el trabajo. Miedo a que se muera un ser querido. Miedo a hablar en público lo cual se traduce como miedo al qué dirán. Miedo a terminar una relación que sabemos que no está funcionando, ya sea de amistad o de pareja, o familiar y ese miedo  condiciona para seguir siendo maltratada o maltratado.

 Ojalá nunca tiemble de miedo un ser querido de tu familia": el vídeo de  Dani Rovira - Zeleb

Existen personas que esperan demasiado de los demás y por lo tanto terminan sofocando cualquier tipo de relación. Esto es debido a que se vive huyendo de sí mismo, de su verdad, de sus limitaciones, no quiere verlas, le aterra la idea de la soledad en la que el silencio grita todas las verdades juntas. Es importante que sepamos que NINGUNA PERSONA PUEDE BRINDAR ALGO ABSOLUTO. Eso sólo puede hacerlo Dios. Ciertas personas me dicen me siento muy mal cuando estoy solo, necesito la compañía de alguien, pero sobreexigen a los demás; esperan de los demás un apoyo incondicional, un amor y una protección ABSOLUTOS. De esta forma lo que se logra es que las personas huyan de nuestro lado, lo cual aumenta el temor. Se genera un círculo vicioso que durará hasta que la persona ansiosa en cuestión reconozca que necesita parar, detenerse, observarse, calmarse, aquietarse, armonizarse (muchas veces con tratamiento de por medio) y sobre todo atreverse a mirarse para AMIGARSE con sus miedos y debilidades y además PERDONARSE cuando fue hostil, cargoso/a, totalitario/a, sobre-exigente. Esto es fundamental para empezar a crecer y hacer que huyan los demonios interiores de los distintos tipos de miedo que se han apoderado de la persona. Todos anhelamos apoyo, protección, seguridad y confiabilidad. Y muchas veces tratamos o estamos convencidos de que superaremos los miedos si se nos da ese tipo de apoyo y protección por parte de los demás. Pero como hemos dicho, se trata de un círculo vicioso: cuanto más nos aferramos a las personas, tanto mayor es el temor de que esa persona decepcione mis expectativas y de que nos quedemos solos con nuestra decepción. Nos auto compadeceremos diciendo que “no me comprenden”, “no les importo”, “me tratan cruelmente” o bien la criticaremos: “viste que no es tan santa?”, “viste que mal que obró?” etc. etc. Se vive, por tanto, en un mar egoísta y egocéntrico que impide tener en cuenta que los demás también tienen problemas y no somos quienes para exigirles que estén siempre disponibles a nuestros caprichos. Este camino no conduce a ningún lado.

Jesús nos dice en Mt 10, 37 “El que ama a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí, el que ama a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí”. Estas son palabras que a muchos les inspiran miedo en lugar de aliviarlos. Con estas duras palabras Jesús quiere abrirnos los ojos para que categoricemos correctamente las relaciones. El no quiere destruir el valor de la familia (no olvidemos que él nació en una) ni tampoco quiere menospreciar nuestro amor a los padres o a los hijos. Pero sabe que estamos en peligro si nos aferramos con temor a estos vínculos. Quien como hijo o hija, está atado excesivamente a su madre o a su padre se siente paralizado ante el miedo a perderlos. Son personas incapaces de hacerle frente a la vida solos y hasta de vivir solos; se perpetúan en la casa de los padres. Tienen la sensación de que no podrán seguir viviendo si ellos fallecieran. Atención padres con la educación de los hijos en cuanto a las dependencias neuróticas.  De esta forma, las personas en cuestión,  se obstaculizan a sí mismas para hacer lo que Dios quiere que haga. No están abiertos para recibir llamadas distintas que pudiera Dios enviarles. El que gira siempre y sólo en torno a los demás, equivoca su propia vida, de la misma manera lo hace aquél  que gira siempre  en torno a sí mismo.

Hay muchos que “llevan a los padres al matrimonio”. Hijos varones que siguen atados a sus madres, hijas mujeres que anhelan que el marido se parezca al padre. Eso les impide entablar con el otro una relación sana en toda su diversidad y novedad.

  Diálogos Fin de Semana - Hijos adultos que viven con sus padres  (10/09/2017) - YouTube

Jesús nos quita este miedo relativizándolo: cada uno de nosotros tiene algo que apunta más allá de las relaciones. No debo olvidar este principio cristiano y básico: existe en todos nosotros el núcleo divino, la vocación divina. TODOS RECIBIMOS UN LLAMADO DE DIOS QUE DEBEMOS SEGUIR.

Sólo cuando esté en armonía conmigo mismo, puedo dedicarme a otro. Si todos buscáramos estar en armonía con ese núcleo nuestro más interno también será posible encarar cualquier tipo de relación social que no esté enmarcada por el miedo y la precaución, sino por la amplitud y la libertad, por la confianza y el amor. Jesús no nos pide abandonar las relaciones, sino amarlo a El más que a cualquiera de ellos. Esto significa que en nosotros hay algo más importante que ellos. Es la vocación divina, el presentimiento de que seguimos una voz interior que sin duda nos llevará a amar mejor y a relacionarnos muy bien con todos y conmigo mismo.