martes, 14 de octubre de 2014

EJERCICIOS PARA FACILITAR LA ORACION

Un aporte de mi amigo Adrián José.

Ejercicios para el próximo retiro espiritual. Que cualquiera puede practicar por si mismo.

Ejercicio 0:Propósito del ejercicio: aquietar las aguas interiores.
 

Muchas veces uno se sienta a meditar sin estar listo para hacerlo...
¿A qué me refiero? A la situación donde uno trae en la cabeza un bagaje de cosas, las cuales nos tienen en un estado de excitación y euforia tal, que se hace imposible sostener la atención en la escucha de los sonidos exteriores, menos meditar en profundidad y menos aun darse cuenta de algún bloqueo o menos aun contemplar de manera sostenida...
Creo que para estos casos es bueno el "Ejercicio 0", donde lo mejor es hacer una caminata solitaria, lenta, tranquila, observando la naturaleza,
y después sentarse y aguardar un poco en quietud y con los ojos cerrados, hasta que el cuerpo ceda poco a poco, observar la respiración y luego repetir la plegaria, hasta que las aguas se aquieten y el barro se deposite en el fondo...
 
O sea que sería meditar del modo habitual, pero con más calma, sabiendo que tenemos todo el tiempo del mundo por delante. Aunque no sea real, por que un día moriremos, así que un poco de voluntad hacia el silenciamiento es bueno aplicar...

En todo caso es bueno realizar el ejercicio 0 antes de empezar con el 1.


Ejercicio 1:
Propósito de ejercicio: identificar los obstáculos para entregarnos a la oración contemplativa.

Puede tomar dos o tres horas practicar este ejercicio. Para comenzar es importante saber que hay dos tipos de atención, una focalizada y la otra panorámica. En la focalizada la atención se centra en una sola cosa y en la panorámica se distribuye en todo lo que sucede. Pero también hay algo muy importante que en general se da solo, pero saberlo no viene demás. Esto es, que al situar la atención en un objeto podemos hacerlo de dos maneras también: una es proyectando nuestro conocimiento y nuestro juicio sobre el objeto y la otra es percibiendo el objeto de una manera pura o transparente, o sea, sin inmiscuir mis conocimientos, pensares o juicios sobre él. La situación correcta es muy similar al percibir pero sin que me importe lo que percibo. Por ejemplo, si escucho ladrar un perro, no analizo si es grande o pequeño y si estoy a salvo de él, ya que si fuera así, no me serviría para este ejercicio el ladrido de un perro, convendría focalizarme en el sonido del viento, o en mi respiración o en mi cuerpo.
 

El ejercicio consiste en sentarse en meditación, y situar la atención focalizada en cualquier cosa que esté sucediendo fuera de la cabeza.
 
Puede ser el canto de un pájaro, el cuerpo, la respiración, etc.
 


No importa si se cambia de objeto; lo importante es mantener la atención fuera de la mente, de las propias emociones, pensamientos, juicios y conocimientos, el tiempo suficiente para tomar distancia de lo que sucede en ella y lograr esa habilidad simple de ver sin proyectarme en lo que veo. Crear un observador y distanciar el observador de lo observado lo más posible. Una o dos horas.
 

Al tomar distancia de esta manera, se puede observar la mente, y lo que encontraremos será nuestro ego, reflejado en emociones, pensamientos, juicios y conocimientos, formando un muro de protección que impedirá vernos tal cual somos, contraponiendo esa hermosa imagen que tenemos de nosotros mismos.


Entonces, al observar ese muro, debemos cuestionarnos el por qué está allí, ¿de qué quiere protegerme? El problema es que al necesitar protegernos de algo generamos tal tensión emocional, que no nos permite sentir el gozo del presente. Una de las maneras de deshacer el muro es reconocer el por qué está allí, el ser conscientes de él y de qué me protege. Preguntarnos, por ejemplo, si el muro emocional es por ira, porque no nos dan la importancia que queremos, o tristeza por no sentirnos queridos, o miedo, etc. O sea, usar palabras para identificarlo, reconocerlo y verlo en detalles.
 
Y seguramente cuando demos con la respuesta correcta, la tensión emocional egoica desaparecerá, permitiéndonos ser y sentir en libertad.
Entonces sobreabundará la paz. Luego meditaremos con la plegaria y seguramente todo nuestro ser repetirá la plegaria de una manera unificada, ya que el ego no molestará. Repetir la plegaria unificando todo el ser en la oración, ya que el clima interior será entonces muy propicio para la unificación. Contemplación.

 

Ejercicio 2:
Propósito: Sostener la atención a lo largo del día
En el ejercicio 1 descubrimos los obstáculos y los deshacemos. En el 2 no dejamos que aparezcan: vamos al origen.

Consiste en estar atentos todo el día para no generar muros, principalmente al relacionarnos con los demás, y sostener el gozo interior y la oración. Contemplación.
Para realizarlo debemos, ante cada acción, focalizar la atención en la intención. Saber qué me mueve a hacer o decir o pensar en algo. Reconocer si estoy armando un nuevo muro o tensión emocional, en los comienzos de la edificación del mismo. 
Si es así, lo mejor es, como dice un amigo monje, dejarnos derribar en el primer golpe. El golpe dolerá pero la sensación será mucho menos dañina que construir un nuevo muro.
 
Ejercicio 3:
Propósito: Adquirir la habilidad para detectar y disolver muros rápidamente.
Cuando se usan el ejercicio uno y dos por un tiempo, se comienzan a generar herramientas internas de reconocimiento, y no hace falta tanto tiempo para llegar a la contemplación.
 
Consiste en adquirir una habilidad personal en silenciar el diálogo con los pensamientos, y relajar las tensiones emocionales previas a que se generen nuevos muros. Ya no habrá golpes ni dolores, solo risa delante de nosotros mismos y nuestros mecanismos de acción y reacción.
Esto nos permitirá percibir y vivir en conciencia y libertad, contemplando casi constantemente.

Ejercicio 4
Propósito: Incorporar la voluntad

Parecido al primero, pero le sumaré la voluntad. Antes hablaba de este ejercicio como del control de la mente para conducirla a la compasión, y es lo mismo, creo, pero sin ser esotérico. Es algo así: Deseen la felicidad de todos los seres que los rodean en este momento y hagan lo necesario para que estos seres sean realmente felices... Seguramente se levante un nuevo muro, que estará muy relacionado al juicio y al poder... así que, como en el ejercicio uno, hay que disolverlo....





Este es un entrenamiento natural a lo que siempre debimos haber sido con respecto al amor a uno mismo y al prójimo, ya que corroboraremos de una manera muy sencilla y experiencial que el amor a uno mismo es en el prójimo y que nunca se separa de la oración.

domingo, 5 de octubre de 2014

ENTONCES SE TRANSFORMARAN LOS SENTIMIENTOS

Para mí la Oración de Jesús es la ejercitación concreta en la vida de Cristo y con Cristo.
 
Les propongo practicar la Oración de Jesús. Siéntense cómodamente y presten atención a su respiración. Dejen que su aliento los guíe hacia el interior. Sobre todo exhalen lentamente. Luego armonicen la Oración de Jesús con su ritmo respiratorio. Al inspirar pueden decir: "Señor Jesucristo" y al exhalar: "Ten misericordia de mí". Si esta fórmula les resulta muy larga, digan símplemente "Jesucristo" al inspirar y "Misericordia" al exhalar. No reflexionen sobre las palabras, sino confíen en que en esas palabras, Cristo mismo está en ustedes colmándolos más y más con su misericordia. Dejen que esas palabras los guíen hacia el aposento interior, donde Cristo mismo habita en ustedes y que está lleno de la calidez de su amor y misericordia. Si practican esta oración durante 20 ó 30 minutos por la mañana y por la tarde o noche, se serenarán y podrán vislumbrar lo que significa estar en Cristo. 
 Al practicar la Oración de Jesús, experimento a menudo que me hace bien que Cristo determine mi interioridad, que en virtud de su misericordia, yo me trate más misericordiosamente. De esa forma, ya no me determinarán más el enojo ni el miedo ni los celos ni la tristeza ni el vacío. Porque la misericordia de Jesús genera en mí una profunda paz interior. No hace falta que traten de expulsar los pensamientos y sentimientos negativos; pero sería bueno que practiquen la Oración de Jesús proyectándola sobre esos pensamientos y emociones. Y cuando hayan repetido largamente "Señor Jesucristo, ten misericordia de mí", dirigiendo la oración hacia sus enojos, miedos, autorreproches, etc. van a experimentar que ustedes se vuelven más misericordiosos con ustedes mismos,  que los sentimientos negativos ya no son como una montaña que los aplasta, sino que se convierten en desperdicios que terminarán por abonar los frutos del Espíritu Santo que florecerán en vuestros corazones.
 
"¡Jesús manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo!"