martes, 29 de enero de 2013

POR EL CAMINO DE LA CONTEMPLACION - Thomas Keating


La tradición contemplativa cristiana ya no se limita al claustro, sino que llega a todos los que buscan a Dios en la profundidad de su corazón.

La Meditación Cristiana no es contemplación en el sentido estricto, sino más bien una preparación para la contemplación por medio de la reducción de los obstáculos causados por la hiperactividad de nuestras mentes y nuestras vidas.

Es imposible pasar por las pruebas de la vida espiritual si pensamos (como muchas veces nos han enseñado mal) que Dios está a un millón de kilómetros y que nosotros tenemos que subir hasta él o tenemos que hacernos dignos de él.

Por el contrario el modelo bíblico de espiritualidad, redescubierto por los estudiosos cristianos y ratificado con insistencia por los documentos del Concilio Vaticano II, permitió a la Iglesia reconocer, captar de nuevo y comenzar a renovar la enseñanza y los valores cristianos a partir de la fuente pura de la Escritura. La Escritura enseña que la motivación interior es más importante que los actos externos. La tradición cristiana es la experiencia viva del Evangelio.

Los fariseos eran buenos moralistas, pero los motivos de su observancia religiosa, al menos según los cuatro evangelistas, estaban sobrecargados de vanidad y orgullo. Muchos creyentes "cristianos", aún en la actualidad, profesan los dogmas y observan los ritos externos de su religión, pero no practican el Evangelio. El Evangelio es una vida que hay que vivir, no un conjunto de observancias.

Estamos mal informados. Un cristiano bueno y fiel es el que vive el Evangelio en la vida cotidiana, no el que sólo lee acerca de él o trata de manipular a Dios para que satisfaga sus necesidades particulares.

Todo el síndrome de la recompensa y el castigo es una disposición hacia Dios que brota de una actitud que es normal en los niños, pero que se debería transformar en una actitud más madura en los adultos, si su educación religiosa fuera verdaderamente adecuada. La mejor forma de impartir una verdadera educación religiosa es transmitir a los alumnos un método personal de oración y la práctica de la virtud que les permita comprender la dimensión contemplativa del Evangelio, que consiste en ser guiados por las inspiraciones del Espíritu Santo tanto en la oración como en la acción.

... Continuara en próximos posts.  

miércoles, 23 de enero de 2013

JULIANA DE NORWICH

 
Dios es nuestra Madre

“Es una característica de Dios hacer que el bien venza el mal. Por tanto Jesucristo, que opuso venció también El, con el bien, el mal; es nuestra verdadera Madre: nosotros recibimos nuestro “Ser” de El – y aquí inicia Su Maternidad – y con ella la dulce Protección y Custodia del Amor que nunca dejará de circundarnos.

Como es verdad que Dios es nuestro Padre, así es verdad que Dios es nuestra Madre.

Y esta verdad El me la mostró en todas las cosas, pero especialmente en aquellas dulces palabras cuando dice: « Yo soy el que soy ». Es como decir, yo soy la Potencia y la Bondad del Padre; yo soy la Sabiduría de la Madre; yo soy la Luz y la Gracia que es amor beato; yo soy la Trinidad; yo soy la Unidad, yo soy la soberana Bondad de todas las cosas, yo soy Aquél que te hace amar, yo soy Aquel que te hace desear, yo soy la satisfacción infinita de todos los verdaderos deseos. (…)

Nuestro altísimo Padre, Dios omnipotente, que es el Ser, nos conoce y nos ama desde siempre: en un tal conocimiento, por Su maravillosa y profunda caridad y por el consenso unánime de toda la Trinidad beata, El quiso que la Segunda Persona fuese nuestra Madre, nuestro Hermano, nuestro Salvador.

Es por tanto lógico que Dios, siendo Padre nuestro, sea también nuestra Madre. El Padre nuestro quiere, la Madre nuestra opera y nuestro buen Señor, el Espíritu Santo, confirma; por ésto a nosotros nos conviene amar a nuestro Dios, en el que tenemos el Ser, darle gracias reverentemente y alabarlo por habernos creado, y rezar ardientemente a nuesta Madre para obtener misericordia y piedad, y rezar a nuestro Señor, el Espiritu Santo , para obtener ayuda y gracia.

Y vi con completa certeza que Dios, antes de crearnos, nos ha amado, y Su amor nunca ha disminuido, y nunca lo hará.En este amor El ha hecho todas Sus obras, y en este amor El hace que todas las cosas sean para nuestro provecho; y en este amor nuestra vida es eterna.

En la creación hemos tenido un inicio, pero el amor con el que El nos ha creado estaba en El desde siempre : y en este amor nosotros tenemos nuestro inicio.

Y todo ello nosotros lo veremos en Dios, eternamente.“

martes, 22 de enero de 2013

EXPERIENCIA DE DIOS

 

No hay necesidad de separar demasiado las cosas del mundo de la experiencia de Dios. En una persona purificada la separación entre lo interior y lo exterior deja de existir.

Esta unidad entre lo interno y lo externo se hace evidente en el relato del peregrino ruso, que unía el movimiento de la respiración con su invocación a Jesús. La relajación y el estado de concentración que se produce gracias a este ejercicio, lejos de encerrar a la persona en sí misma, la saca de su pequeño mundo y amplía su capacidad de encuentro, de contacto, de amor hacia todo lo demás.

Por eso tenemos que decir que los ejercicios de respiración, de relajación o de concentración, vividos en unión con Jesús, pueden ser una verdadera cooperación con la gracia de Dios para que la vida divina llegue a todos los sectores de la propia existencia -el cuerpo, el sistema nervioso, la emotividad, etc.- de manera que podamos gozar en la presencia de Dios con todo nuestro ser. Pero particularmente se trata de encontrar a Jesús en todas las cosas, sin separarlo de ninguna experiencia que nos toque atravesar (tanto buenas como malas). Porque Jesús está, y por eso ya no existen las semanas oscuras, los días sin sentido, los instantes abandonados, la soledad o el desamparo. Con Jesús en tu vida podrías descubrir qué sentido tiene cualquier cosa que te pase, y saldrás adelante. 

ENAMORARSE DE DIOS - W. Johnston


"El místico no sabe en el plano de lo racional, pero sí sabe en los niveles profundos, sobre todo en el centro luminoso del alma. Ignorante en un nivel, el místico es sabio en otro nivel". 

TEILHARD DE CHARDIN - Cartas a Margarita


No te inquietes por el valor de tu vida, por sus anomalías, por sus decepciones ... Adora y confía ... Piérdete ciegamente en la confianza en nuestro Señor ... No te sorprendas de nada, ni de tu fatiga física ni de tus debilidades morales ... Todo lo que te oprime y te agita es falso.




miércoles, 16 de enero de 2013

LA FUERZA SANADORA DE LA MISTICA - Víctor M. Fernández




El desapego no sólo significa estar desprendido de las cosas y de las personas. El desapego más importante es desprenderse de uno mismo, liberarse del propio yo, de la propia fama, del reconocimiento social, de la necesidad de ser aprobado. 

Esto no significa que uno no defienda sus derechos o que se deje pisotear. Tenemos conciencia de la dignidad inmensa que Dios nos da y creemos que El espera que sepamos defendernos, que no permitamos que destruyan esa dignidad. Pero el problema es cuando uno empieza a mirar todo desde esa perspectiva y en el fondo del alma lo único que le interesa es cuidarse a sí mismo, defenderse, ser reconocido. Así uno comienza a sentirse en el centro del universo como si todos estuvieran a su servicio, porque la obsesión por el propio yo se apodera del corazón. En ese corazón ya no queda lugar para la mística, porque no puede trascenderse a sí mismo, sólo está contemplando sus derechos y las obligaciones de los demás.

La búsqueda enfermiza de sí mismo hoy suele disfrazarse de una búsqueda de paz. Las personas quieren "sentirse bien" por dentro. En cambio el místico sabe bien que Dios puede actuar en su vida a través de cualquier estado de ánimo. Dios puede hacer una obra preciosa de purificación y transformación en medio de nuestros aburrimientos, sentimientos de disgusto, depresiones o sentimientos de vacío interior. Por eso es tan dañino escapar de la soledad y estar buscando permanentemente distracciones. Debemos encontrarnos con esos fantasmas interiores, hacerles frente.

Lo importante es que descubras que Dios actúa permanentemente en tí, a través de todo, absolutamente todo lo que sientes y vives, aún a través de las cosas que te parezcan más tontas, ásperas y vacías. El no evita que te sucedan cosas desagradables, porque si lo hiciera, dejarías de estar en esta tierra y la vida en este mundo dejaría de ser un hermoso desafío.  Pero al mismo tiempo Dios está permanentemente intentando lograr que esas cosas que te pasan sean para tu bien.

Entonces todo es mística porque Dios te ama de verdad y está constantemente intentando hacerte bien, madurarte, liberarte, y eso no se logra sin purificaciones interiores, sin una limpieza de todas las superficialidades que te penetraron el alma. Para eso muchas veces están las tristezas amargas, una sensación de que todo es inútil, una percepción del sinsentido de muchas cosas. 

Por eso nada es inútil y a esta vida hay que aceptarla entera con todos sus momentos. Por consiguiente El es capaz de hacer brotar una fuerza sanadora también en tus momentos de soledad, tristeza, abandono, tedio, cansancio, aburrimiento y humillación. 

Se debe buscar la paz más profunda, esa que convive con los problemas, las humillaciones, el trabajo duro, las angustias de la convivencia. Su ideal ya no es alcanzar una sensación de paz, sino aquélla paz que no se pierde aunque tengamos muchas molestias. 



A continuación les escribo un texto hermoso de A. de Lombez (de su libro Practica la paz interior) 

"Hay que buscar esta paz con diligencia, pero sin un afan excesivo. Será fruto de la paciencia más que de numerosos esfuerzos nuestros. Si hicieras un esfuerzo muy grande para adquirir este santo reposo, ese esfuerzo sería precisamente lo que más te alejaría de él.  La suprema paz consiste más bien en no aferrarse a nada, ni siquiera a la paz sensible. En la medida en que aún se conserva el apego a una paz perceptible, sólo se tienen, cuando mucho, algunos frutos de ella que bien pronto se consumen. Así no poseemos el germen y la raíz de aquélla paz, que se hallan en un querer absolutamente despojado".



Si uno se obsesiona por sentir paz, se vuelve demasiado sensible y vive quejándose de todo lo que le quita esa paz. Eso es otra forma de esclavitud interior. Porque la liberación del propio yo nos lleva a renunciar a la queja permanente, y nos hace desarrollar un espíritu de profunda aceptación de todo lo que nos suceda.

Vemos así que la experiencia mística nos lleva a estar menos pendientes de nosotros mismos y de lo que sentimos. Otra cosa es mostrarle a Dios lo que sentimos y así dejarlo actuar en nosotros.  Sin necesidad de vivir amargados, podemos ofrecerle a Dios todo lo que nos hace sufrir para que El haga su obra en medio de nuestras molestias.
    

domingo, 6 de enero de 2013

EPIFANIA DEL SEÑOR



ES MAS LO QUE NOS UNE QUE LO QUE NOS SEPARA

Comentarios de Brian Pierce (OP) acerca del diálogo interreligioso



En  círculos interreligiosos, Eckhart es a menudo comparado con uno de sus contemporáneos, el maestro Zen japonés Dogen, porque de muchas maneras, su estilo de enseñanza y predicación, al igual que el de un maestro Zen, intenta impactar al oyente para introducirlo a un encuentro radical y disfrutado, con el Evangelio de Jesús.

¿Cómo sería hoy la ciudad de Jerusalén si los judíos, cristianos y musulmanes se reunieran cada mañana para compartir desde cada uno, la música sagrada y el canto? ¿Irreal? Tal vez sea tiempo de expandir un poco los límites de nuestra imaginación.

Lo que los místicos denominan magnanimidad: vivir con un alma grande y un corazón expansivo. Es el significado del título Mahatma – Alma Grande – otorgado a Gandhi, un hombre cuyo corazón y cuya alma crecieron lo suficiente para abrazar a todo el mundo.

Nuestro mundo es simplemente demasiado pequeño y bello para continuar construyendo paredes que nos separen. Solamente a través del diálogo interreligioso podremos vislumbrar la belleza y las diferentes y profundas intuiciones de las tradiciones espirituales del mundo.

Juan Pablo II escribió acerca de este tema:

“Somos todos hermanos y hermanas y, como peregrinos en esta tierra, aunque por diferentes caminos, estamos todos en nuestro camino a la Patria común en donde Dios, a través de formas sólo conocidas por El, no cesa de guiarnos. La ruta principal de la misión es el diálogo sincero… El diálogo habla a los demás con respeto y comprensión, estableciendo los principios en los que creemos, proclamando con amor las verdades más profundas de la fe que son el gozo, la esperanza y el sentido de la vida.”


El Monje Budista Thich Nhat Hanh señala:

“Para que el diálogo sea fructífero, debemos vivir profundamente nuestra propia tradición, y al mismo tiempo, escuchar profundamente a los otros. A través de la práctica del profundo mirar y escuchar, nos liberamos, y somos capaces de ver la belleza y valores en nuestra tradición al igual que en las otras”.