miércoles, 25 de mayo de 2011

DESCANSO

Este es otro trabajo que realicé en el Taller Literario y quiero compartirles. La consigna figura en negrita.



"Habíamos ido a pasar unos días a la Abadía Benedictina de Victoria, Entre Ríos. Un sitio rodeado de colinas ondulantes y cuyos sembradíos, a merced del viento, dibujan una suave marea de espigas amarillas.

Eramos un grupo de más o menos 10 personas hambrientas de quietud y de silencio. El contraste entre la ciudad que habíamos recientemente abandonado y este refugio sagrado que se yergue altivo como un barco en medio de ese fértil mar , era muy grande.

Veníamos llenos de los ruidos internos y externos que nos caracterizan a los citadinos. Apurados, agitados, diría hasta desintegrados por las constantes presiones a que estamos sometidos en nuestra vida cotidiana. Respiraciones inquietas, latidos presuros de corazones a los que les costaba mucho retomar su ritmo normal, torbellino de pensamientos que no se apaciguaban, sin embargo todos teníamos un deseo común: encontrar en nosotros mismos ese centro de paz que sabemos que está y que debemos dejar aflorar aquietando nuestra mente y nuestro corazón.

Allí estaban los monjes, seres amables que con su testimonio de vida nos dicen que es posible encontrar dicho centro a través de la oración, el trabajo y el servicio.

Nos acomodamos en nuestras habitaciones y continuamos disfrutando de la experiencia casi sobrenatural de respirar aire puro, oir el mugido lejano de una vaca, divisar por la ventana, entre los trigales, una casita pequeña custodiada por jóvenes y pacíficos caballos de un tono apenas un poco más oscuro que el trigo. Y más allá humedeciéndolo todo, hasta el aire, el río, amarronada muralla que impide la invasión de la ciudad que ya casi ni se ve.

Teníamos las actividades programadas, pero gozábamos además de tiempo libre para reflexionar, meditar y para ello nos sumergíamos en el parque convertido en exposición botánica de las muchas especies que lo adornaban, con su nombre en latín y su equivalente en castellano. Así desfilaban ante mis ojos inquietos, los aromos, las acacias, los cedros, los eucaliptos, cada uno con su propio canto, cada uno con su propia luz.

En la lejanía se divisaba un hombre trabajando en su tractor en lo que parecía una huerta. Cuando llegué a ella comprobé que sí lo era y descubrí también que el conductor del vehículo que araba la tierra era un monje joven o novicio, el Hermano Luis, quien nos deleitaba con sus cantos en los oficios.

La producción hortícola era numerosa: ajíes, tomates, verdeo, puerro, acelga, cebollas, zanahorias, papas y hasta un pequeño viñedo rodeado de otros frutales. Con todo ello se autoabastecen en la casa religiosa, pero también contribuye ésto al sustento de la comunidad.

Supe y comprendí entonces que la vida es simple si la sabemos vivir, si nos decidimos a tomar lo que nos es necesario y nada más. Aprendí que la felicidad está no en el tener sino en el ser. Las pequeñas grandes cosas con las que conviví en aquélla breve estadía me enseñaron a sentirme parte de toda esa bella creación puesta allí a disposición mía, para mi deleite, para mi crecimiento espiritual… y fui plena, libre y feliz".

martes, 17 de mayo de 2011

CAMBIOS



Me permito compartirles un trabajo que realicé para el Taller Literario al que concurro en la Universidad de Quilmes. Espero que les guste.

"Hay tardes en que todo huele a enebro quemado para reafirmar este Otoño de brotes tardíos confundidos en una falsa Primavera que insiste en generar vida, mientras se van
cayendo las hojas y son cortadas las ramas que sostuvieron nidos ya vacíos.

Todo me habla de cambios, de días más cortos con soles más tibios, de pausa, de tardes junto a la chimenea escuchando a Brahms o algún nocturno de Chopin para acentuar la melancolía del tiempo que no se detiene.

Y reflexiono en la vida que transcurre quietamente por momentos, pero agitada en otros. No me dejo arrastrar por la agitación. Permanezco quieta en mi centro desde donde vivo. Allí hay paz eterna aunque afuera haya tormentas.

Todo está en orden. La naturaleza es obediente y sabia. Se empeña en seguir contando cuentos nocturnos, diurnos. Agradece la creación aunque el hombre la maltrate y busque su autodestrucción, tratando de destruirla. El hombre no aprendió a leer.

Todo está bien en lo eterno. Observo el parque que día a día me enseña algo distinto, algo profundo, algo que queda. El árbol no se queja del hacha pues explotará lleno de vida dentro de unos meses. Aprendí yo también a no quejarme, a hacer y a ser y sobre todo a esperar.

He aprendido a rendirme con humildad ante aquello que no puedo explicar con la limitada razón. He dejado de endiosar a la mente, muy pequeña para entender el misterio del hombre, del universo y de mi existencia.

Esta es una de esas tardes en que tienes el espíritu abierto a la sabiduría del tiempo y de las cosas. El humo de la alfombra amarilla quemándose no ahoga al bosque, simplemente le recuerda que es tiempo de descansar pero permaneciendo de pie, para enfrentar la crudeza del invierno sin sucumbir cobardemente ante la adversidad. Y sigo aprendiendo. Me preparo, medito, reflexiono y sobre todo leo. Leo en las hojas caídas e incendiadas, en la gente que sufre a veces inútilmente porque no sabe leer, porque pelea contra sí misma, contra la vida, contra los sueños. Leo en las personas que sonríen y contagian alegría aún cuando su vida ha sido muy difícil y cuando me asalta la tentación de pensar que el hombre es una pasión inútil, que no tiene remedio, esa tentación que busca hundirme en un mar de negatividad, una amorosa voz me dice”Despierta. Estoy yo aquí. Levántate” y vivo".

domingo, 8 de mayo de 2011

MA RA NA TA



Este es nuestro mantra o palabra sagrada en nuestra meditación cristiana.


La meditación comienza con una interrupción de todo pensamiento discursivo. Es precisamente la función del mantra alcanzar esta interrupción de los movimientos de la mente y la de despertar la conciencia del ser interior más allá de la palabra y del pensamiento. Se trata de silenciar la mente para alcanzar la conciencia directa del ser interior. Esto significa ir más allá del ego, o el yo hacedor, el ser exterior que funciona a través de los sentidos y de la razón. En tanto y en cuanto se permanece en el nivel de los sentidos y la razón, se subsiste bajo el control del ego. Sólo cuando vamos más allá de los sentidos y de la razón, somos concientes de nuestro ser más profundo y nos contactamos con la persona real que somos y al mismo tiempo nos conectamos con la realidad del mundo. Entonces, ir más allá del ego es encontrarnos a nosotros mismos, no aislados sino en comunión. Es ser concientes de nuestra íntima relación con todos y con todo.


A través de la práctica del mantra se puede ir más allá del ego -el ser humano limitado- y abrirse a los demás, no en superficie, sino en profundidad. Así se descubre lo que él llamó la comunión del amor. Entrar en el propio centro del ser, es entrar en la conciencia de Cristo, en la "oración de Cristo". Es encontrar "el amor de Dios. Es este amor - la vida interior de la Santísima Trinidad- lo que sostiene toda la Creación y fluye en cada corazón humano. Meditar es ser concientes de este río de amor, el manantial de agua del que habla Jesús en el Evangelio de Juan, que brota hacia la vida eterna.


Palabras de Bede Griffiths, OSB, en el libro "De la Palabra al Silencio" de John Main.

domingo, 1 de mayo de 2011