lunes, 20 de enero de 2014
martes, 14 de enero de 2014
¿QUE ESTA CONSUMIENDO TU ALEGRIA?
¿Estás list@ para rendirte?
En la primera lectura de hoy, continuamos con la historia de la pobre Ana. Su alegría había sido consumida por años de aridez. Ahora lo somete todo a Dios, aún aquello que más anhela - un hijo - prometiéndole retornárselo a Dios si le ayuda a concebir. En esa entrega total, sus oraciones son finalmente escuchadas.
Qué triste que se haya permitido estar en esa confusión por tantos años, sintiéndose inferior por su esterilidad, en lugar de elegir confiar en Dios.
¿Le dio Dios al hijo porque se desesperó tanto que entró en una negociación con Él en el templo? ¿Le hizo esperar hasta que abandonó todo en Sus manos? Por supuesto que no. Él no quería que se sintiera desesperada ni que llegara al punto de la agonía que vemos en esta historia. El hijo que le dio había sido parte de Su plan aún antes que Ana misma hubiera nacido: El hijo que Él le dio era Samuel, quien sería uno de los sacerdotes más grande y santo de Israel, quien ungiría al primer rey (Saúl) y luego buscaría y ungiría a David para reemplazar a Saúl, cuando este último se tornara perjudicial para Israel.
En el pasaje del Evangelio de hoy, Jesús saca un espíritu dañino de un hombre. ¿Qué espíritus dañinos te están afectando? ¿Qué está consumiendo tu alegría? ¿Quién está haciéndote sentir inferior? ¿En qué estás confiando que es peligroso para tu fe en Dios? ¿Qué está deteniéndote para que te rindas totalmente a Sus planes y encuentres tu alegría en Él?
Aún la religiosidad puede ser perjudicial. Eso podría sonar irreverente, pero - ¿realizamos ritos y acciones religiosas porque esperamos que esto soborne a Dios para que conteste nuestras oraciones? ¿O, tal vez, porque esto nos hace parecer buenos ante los demás? Al contrario, deberíamos estar tan enamorados de Dios que los ritos y las buenas acciones fueran expresiones de nuestra devoción, y nuestra propia estima no viniera de lo que otros opinaran sino del tremendo amor de Dios por nosotros.
¿Tienes entusiasmo o haces lo mínimo? ¿Saltas ansiosamente ante nuevas oportunidades de crecer espiritualmente o, simplemente, descansas en lo que ya estás haciendo? Lleva mucho trabajo y determinación madurar espiritualmente lo suficiente para someter todo a Dios.
¿Estás esperando que Dios te diga lo que tienes que hacer, o tal vez, darte lo que estás esperando, simplemente porque has negociado con Él? Por el contrario, deberíamos estar moviéndonos hacia adelante, tomando iniciativas y caminando hacia el siguiente escalón hacia la concreción de nuestros sueños y deseos santos, confiando en que Dios guiará nuestros pies y nos preservará de alejarnos por otros caminos.
Dios no espera que nos desesperemos o que negociemos con Él. Hay un plan en marcha. Él ya está haciendo lo que debe hacerse. Cuando estamos tristes, es tiempo de someter a Él todo lo que hemos pedido en oración como si verdaderamente confiáramos en que Él hará lo que sea mejor. Pero, ten cuidado: esto también podría ser una herramienta de negociación que estamos usando para estar en control, o completa confianza en Su control divino.
¿Estás listo para rendirte?
Reflexiones de las Buenas Nuevas
¿Estás listo para rendirte?
Reflexiones de las Buenas Nuevas
Martes de la Primera Semana del Tiempo Ordinario
Enero 14, 2014
viernes, 10 de enero de 2014
EL BAUTISMO
El próximo Domingo estaremos celebrando el Bautismo de Nuestro Señor. Les comparto la bella catequesis del Santo Padre Francisco que impartiera recién comenzado este año.
1. El Bautismo es el sacramento sobre el que se sustenta nuestra
propia fe y que nos injerta como miembros vivos en Cristo y en su
Iglesia. Junto a la Eucaristía y la Confirmación forma la llamada
"Iniciación Cristiana", la cual constituye como un único gran
acontecimiento sacramental que nos configura al Señor y nos convierte en
un signo vivo de su presencia y de su amor.
Pero puede nacer en nosotros una pregunta: ¿es realmente necesario el Bautismo para vivir como cristianos y seguir a Jesús? ¿No se trata en el fondo de un simple rito, un acto formal de la Iglesia para dar el nombre al niño o a la niña? Es una pregunta que puede surgir, ¿no? En este sentido, es esclarecedor lo que escribe el apóstol Pablo: "¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? A través del bautismo, pues, fuimos sepultados con él en la muerte, para que al igual que Cristo resucitó de los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros podamos caminar en una vida nueva". ¡Así que no es una formalidad! Es un acto que afecta profundamente nuestra existencia. No es lo mismo, un niño bautizado o un niño no bautizado. ¡No es lo mismo! No es lo mismo una persona bautizada o una persona no bautizada. Nosotros con el bautismo somos sumergidos en la fuente inagotable de la vida que es la muerte de Jesús, el más grande acto de amor de toda la historia; y gracias a este amor podemos vivir una nueva vida, ya no a merced del mal, el pecado y la muerte, sino en comunión con Dios y con los hermanos.
Texto de la catequesis del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy comenzamos una serie de catequesis sobre los Sacramentos, y la
primera es respecto al Bautismo. Por una feliz coincidencia, el próximo
domingo precisamente la fiesta del Bautismo del Señor.
Pero puede nacer en nosotros una pregunta: ¿es realmente necesario el Bautismo para vivir como cristianos y seguir a Jesús? ¿No se trata en el fondo de un simple rito, un acto formal de la Iglesia para dar el nombre al niño o a la niña? Es una pregunta que puede surgir, ¿no? En este sentido, es esclarecedor lo que escribe el apóstol Pablo: "¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? A través del bautismo, pues, fuimos sepultados con él en la muerte, para que al igual que Cristo resucitó de los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros podamos caminar en una vida nueva". ¡Así que no es una formalidad! Es un acto que afecta profundamente nuestra existencia. No es lo mismo, un niño bautizado o un niño no bautizado. ¡No es lo mismo! No es lo mismo una persona bautizada o una persona no bautizada. Nosotros con el bautismo somos sumergidos en la fuente inagotable de la vida que es la muerte de Jesús, el más grande acto de amor de toda la historia; y gracias a este amor podemos vivir una nueva vida, ya no a merced del mal, el pecado y la muerte, sino en comunión con Dios y con los hermanos.
2. Muchos de nosotros no tienen el más mínimo recuerdo de la
celebración de este Sacramento, y es obvio, si fuimos bautizados poco
después del nacimiento. Pero yo hice esta pregunta dos o tres veces,
aquí en la plaza: quién de ustedes conoce la fecha de su Bautismo,
levante la mano. ¿Quién la sabe? Pocos. Pero es importante, es
importante conocer cuál fue el día en el que yo fui sumergido, puesto
justamente en aquella corriente de salvación de Jesús. Y me permito
darles un consejo. Pero, más que un consejo, una tarea para hoy. Hoy, en
casa, busquen, pregunten la fecha del Bautismo y así sabrán cuál fue el
día tan bello del Bautismo. ¿Lo harán? No noto entusiasmo, ¿Lo harán?
¡sí! Porque es conocer una fecha feliz, aquella de nuestro Bautismo.
El riesgo de no saberlo es perder la conciencia de lo que el Señor
hizo en nosotros, del don que recibimos. Entonces llegamos a
considerarlo sólo como un acontecimiento que ocurrió en el pasado - y ni
siquiera por nuestra propia voluntad, sino por la de nuestros padres –
por lo que ya no tiene ninguna incidencia sobre el presente. Debemos
despertar la memoria de nuestro Bautismo: despertar la memoria del
Bautismo. Estamos llamados a vivir nuestro Bautismo todos los días, como
una realidad actual en nuestra existencia. Si conseguimos seguir a
Jesús y a permanecer en la Iglesia, a pesar de nuestras limitaciones,
nuestras fragilidades y nuestros pecados es precisamente por el
Sacramento en el que nos convertimos en nuevas criaturas y fuimos
revestidos de Cristo.
Es en virtud del Bautismo, en efecto, que, liberados del pecado original, estamos injertados en la relación de Jesús con Dios Padre; que somos portadores de una esperanza nueva, porque el Bautismo nos da esta esperanza nueva. La esperanza de ir por el camino de la salvación, toda la vida. Y a esta esperanza nada y nadie la puede apagar, porque la esperanza no defrauda. Acuérdense. Esto es verdad. La esperanza del Señor no defrauda nunca.
Gracias al Bautismo somos capaces de perdonar y de amar también a quien nos ofende y nos hace mal; logramos reconocer en los últimos y en los pobres el rostro del Señor que nos visita y se hace cercano. Y esto, el Bautismo, nos ayuda a reconocer en el rostro de las personas necesitadas, en los que sufren, también de nuestro prójimo, el rostro de Jesús. Es gracias a esta fuerza del Bautismo.
3. Un último elemento importante: Les hago una pregunta. ¿Una persona puede bautizarse a sí misma? ¡No oigo! ¿Están seguros? No se puede bautizar. ¡Nadie puede bautizarse a sí mismo! ¡Ninguno! Podemos pedirlo, desearlo, pero siempre necesitamos a alguien que nos confiera este Sacramento en el nombre del Señor. El Bautismo es un don que se otorga en un contexto de interés e intercambio fraterno. Siempre, en la historia, uno bautiza al otro y el otro al otro. Es una cadena. Una cadena de gracia. Pero yo no me puedo bautizar a mí mismo. Se lo tengo que pedir a otro. Es un acto de fraternidad. Un acto de filiación a la Iglesia. En su celebración podemos reconocer los rasgos más genuinos de la Iglesia, que como una madre sigue generando nuevos hijos en Cristo, en la fecundidad del Espíritu Santo.
Entonces pidamos de corazón al Señor para que podamos experimentar
cada vez más, en la vida cotidiana, la gracia que recibimos en el
Bautismo. Que encontrándonos, nuestros hermanos puedan encontrar a
verdaderos hijos de Dios, a verdaderos hermanos y hermanas de
Jesucristo, a verdaderos miembros de la Iglesia.
Es en virtud del Bautismo, en efecto, que, liberados del pecado original, estamos injertados en la relación de Jesús con Dios Padre; que somos portadores de una esperanza nueva, porque el Bautismo nos da esta esperanza nueva. La esperanza de ir por el camino de la salvación, toda la vida. Y a esta esperanza nada y nadie la puede apagar, porque la esperanza no defrauda. Acuérdense. Esto es verdad. La esperanza del Señor no defrauda nunca.
Gracias al Bautismo somos capaces de perdonar y de amar también a quien nos ofende y nos hace mal; logramos reconocer en los últimos y en los pobres el rostro del Señor que nos visita y se hace cercano. Y esto, el Bautismo, nos ayuda a reconocer en el rostro de las personas necesitadas, en los que sufren, también de nuestro prójimo, el rostro de Jesús. Es gracias a esta fuerza del Bautismo.
3. Un último elemento importante: Les hago una pregunta. ¿Una persona puede bautizarse a sí misma? ¡No oigo! ¿Están seguros? No se puede bautizar. ¡Nadie puede bautizarse a sí mismo! ¡Ninguno! Podemos pedirlo, desearlo, pero siempre necesitamos a alguien que nos confiera este Sacramento en el nombre del Señor. El Bautismo es un don que se otorga en un contexto de interés e intercambio fraterno. Siempre, en la historia, uno bautiza al otro y el otro al otro. Es una cadena. Una cadena de gracia. Pero yo no me puedo bautizar a mí mismo. Se lo tengo que pedir a otro. Es un acto de fraternidad. Un acto de filiación a la Iglesia. En su celebración podemos reconocer los rasgos más genuinos de la Iglesia, que como una madre sigue generando nuevos hijos en Cristo, en la fecundidad del Espíritu Santo.
¡Y no se olviden de la tarea de hoy! ¿Cuál era? Buscar, preguntar la
fecha de mi Bautismo. Como sé la fecha de mi nacimiento, también tengo
que conocer la fecha de mi Bautismo, porque es un día de fiesta.
Gracias.+
Nota: Yo, Susana Beatriz Topasso, he sido bautizada un día 7.04 (fecha en que los historiadores fijan el real nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo), en la Parroquia de San Juan Bautista, Buenos Aires. Alabado sea el Señor.
Nota: Yo, Susana Beatriz Topasso, he sido bautizada un día 7.04 (fecha en que los historiadores fijan el real nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo), en la Parroquia de San Juan Bautista, Buenos Aires. Alabado sea el Señor.
domingo, 5 de enero de 2014
LA EPIFANIA DEL SEÑOR
Queridos amigos, les comparto un bello escrito que tomé del blog de una amiga:
En mi caso el montaje lo he realizado diferente.
¡¡¡FELIZ DIA DE REYES PARA TODOS!!!
Escrito por Clemente Sobrado
No siempre un mismo camino es el de
ida y de regreso. Puede que cuando crees haber llegado al final de tu
camino, a Dios se le ocurra que regreses por otro nuevo. Es que en la
vida hay muchos caminos. Los tuyos y los de Dios. Los de búsqueda y los de regreso luego del encuentro. Este fue el camino de estos Tres personajes venidos de no sabemos dónde. Sabemos qué buscaban, pero no
sabemos su punto de partida. Porque la búsqueda puede partir de
cualquier lugar. ¿Eran del Oriente? Yo prefiero decir: “eran del mundo”.
Es que en la vida hay muchos
caminos. Los tuyos y los de Dios. Los de búsqueda y los de regreso luego
del encuentro. Este fue el camino de estos tres personajes venidos de
no sabemos dónde, de conservar caminos.
Estos tres personajes han sentido la
necesidad de “buscar”. Buscar al que otros también esperaban, pero que
se olvidaron de buscar. Era la búsqueda del corazón. Y era la búsqueda a
través de los signos. Todo parece que fue muy fácil, sólo cuando ya
estaban a punto de llegar, el camino se pierde porque se pierde la
señal.
Es que las crisis de la fe pueden
darse en cualquier momento y en cualquier recodo del camino.
Y a veces
son crisis al comienzo del camino. Otras, al final, cuando uno ya está
como para tocarlo con la mano. Como en todo camino, hay momentos de
alegría y felicidad.
Y hay momentos de duda, de tristeza, de angustia. Y
no es que uno no quiera creer. Sencillamente son situaciones en que las
señales que marcan la dirección se pierden. Se oscurecen.
“Tarde o temprano llegará un ángel y
tu jornada habrá llegado a su término”. En su oscuridad no se arredran,
ni vuelve sobre sus huellas.
Es el momento de las preguntas.
Es el momento en el que, incluso quien se niega a buscar, puede convertirse en señal que vuelve a señalar la ruta.
Porque hasta los malos pueden luz.
Porque hasta los que viven desinteresados pueden ser faros de orientación.
Eso fue lo que hicieron los Magos.
Entrar en Jerusalén.
Y preguntar a quién menos interés tenía por el nuevo rey de los judíos, a Herodes.
Y de nuevo aparece la estrella.
De
nuevo se ilumina el camino. Y de nuevo siguen alegres, peregrinos de
Dios, hasta que llegan a la cuna del Niño.
Los caminos de búsqueda de
Dios pueden tener paisajes maravillosos. Pueden estar llenos de flores
en los campos. Y pueden ser escarpados. Con un cielo que se oscurece.
Con un Dios que pareciera se ha escondido. La fe tiene momentos de
luminosidad, y momentos de oscuridad. Y a Dios también se le encuentra
en la oscuridad de la noche.
Cuando ya habían aprendido el camino, ahora Dios los manda regresar por otro nuevo y desconocido.
El camino de la búsqueda ya no sirve para el regreso.
Ya no es el camino que va al encuentro.
Es el camino de haber encontrado.
Nadie que haya conocido a Dios, puede seguir por el mismo camino de antes.
Nadie que se haya encontrado
realmente con Dios puede andar los mismos caminos del pasado. Porque
ahora es el mismo Dios quien se hace tu camino.
Un camino que ya no depende de una estrella, de una señal.
Es el camino de quien ha llegado y ha dejado que Dios se haga luz en su corazón.
Es el camino no del que busca, sino el camino que se convierte en vida, en una nueva visión, en una nueva realidad vital.
No se puede encontrar a Dios y seguir igual.
Cuando uno se ha contagiado de Dios, la vida ya no es la misma.
Cuando uno ha visto a Dios, aunque sea en la pobreza de un pesebre, los ojos ya no ven lo mismo.
Cuando uno ha escuchado a Dios, la vida tiene otra música.
Cuando uno ha sentido a Dios en su corazón, la vida se llena de caminos y todos son caminos de Dios.
Algunas preguntas que pueden ayudar para un momento de oración:
- ¿Estás en el camino de ida o de regreso?
- ¿Estás en el camino de búsqueda o del encuentro?
- ¿Estás en tus viejos caminos o andas ya por los nuevos caminos donde Dios mismo se hace tu camino?
- ¿Tratas de andar los caminos por donde andan todos, o andas por ese nuevo camino donde escuchas la voz de Dios en tu alma?
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