El tercer miedo es el miedo de la persona depresiva Es el miedo de la culpabilidad de la existencia. Atención, pues los sentimientos de culpa se exteriorizan en ira y en angustia difusa o depresión, muchas veces como distonía neurovegetativa, es decir, un total desequilibro entre cuerpo, mente y espíritu que me impide dormir bien, comer, muchas veces debido a que la persona ha reprimido la culpa y de esa forma ésta se transforma en ira, angustia, temor al fracaso y depresión.
ATENCION: Si sos tan duro cuando juzgas y condenas a otros, es porque así eres contigo mismo o también se podría decir que para no ser así contigo, proyectas ese sentimiento hostil en cuantos te rodean y te conviertes en un ser insoportable que nadie quiere tener cerca. No se trata de ponerse ni por encima ni por debajo de los demás. Dios, en su misericordia nos perdona la culpa, de tal manera que así podamos tratar misericordiosamente con nosotros mismos y con los demás ¿Crees en esto? ¿Lo tienes presente cuando criticas y dejas sin cueros a los demás?
Carl Gustav Jung, psicólogo, dijo que algunas personas aprovechan el sentimiento de culpa para devorarse a sí mismos. Jesús nos pide tratar creativamente con nuestra culpa y descender del trono de nuestra vanidad.
El culposo tiene la idea de haber cargado siempre sobre sus espaldas con la culpa tan solo por existir. El culposo se disculpa constantemente por estar vivo, por robarles a los demás el tiempo, el espacio para vivir, hasta por quitarles el aire que respiran. El culposo, en definitiva, está lleno de soberbia y hace sentir muy incómodos a los que lo escuchan o acompañan. No hay nadie más soberbio que el que se autodestruye culpándose, pues ese es sólo un atributo de Dios que "ejerce" demasiado poco, pues es muy Misericordioso.
El culposo debería replantearse si CREE EN DIOS. Es una persona que quiere ahogar ese miedo sobre-exigiéndose y sobre-exigiendo a los demás. El culposo ha desperdiciado su propia vida. Está exhausto. Quiere desaparecer. Siente que su vida no vale la pena ser vivida pues está agotado y vacío. Luego se lamenta porque su vida es o ha sido un desastre. Cuesta creer que esto le suceda por lo general a personas muy inteligentes y racionales, cultísimas, pero que CARECEN DE INTELIGENCIA EMOCIONAL/AFECTIVA.
Sólo la fe puede quitarnos también este miedo; la fe de que vivimos por la gracia, de que vivimos porque Dios nos ha querido y nos ha creado por amor. Si creemos que Dios nos ama, que tiene tiempo para nosotros, que se alegra de nuestra existencia, desde esta vivencia de fe nos liberamos de todo miedo y de los inútiles sentimientos de culpa con los cuales muchas veces nos autoflagelamos. Si aparecen en mí tales sentimientos paralizantes de culpa, me ayudará la frase de la primera carta de San Juan: “En caso de que nos condene nuestra conciencia, Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo” (3, 20). Por favor REPITAMOSLA TODO EL DIA DE SER NECESARIO HASTA QUE SE NOS HAGA CARNE.
El cuarto miedo es el de la persona esquizoide que tiene miedo ante miles de cosas que lo amenazan. Teme al sótano oscuro, tiene claustrofobia, teme no sanarse y teme a los medicamentos, teme al médico, teme a no tener tratamiento, tiene miedo a los ladrones, miedo a comer alimentos contaminados, a que los estafen, a tener un accidente. Una parte de estos miedos es totalmente normal. Pero muchas personas se enfrascan y exacerban tales temores. La fe también nos libera de estos miedos esquizoides. Nos muestra que ciertos temores son infundados y que no nos pasará nada de lo que tememos. La fe nos muestra que ya hemos superado la muerte, que se esconde detrás de todas estas amenazas, que ya vivimos del otro lado del umbral porque por el bautismo ya participamos en la vida eterna. Ni la muerte podrá separarnos de Dios. ¿Creo en esto? ¿O soy un cristiano tibio? Si no practico la fe, si no voy a Misa, no me confieso, no vivo los sacramentos de vida que el Señor me regaló, ¿cómo puedo pretender que mi fe crezca? La pregunta puede llegar a ser ¿cómo adquirir esta fe y esta confianza? La oración contemplativa es un complemento de todos los sacramentos que no deberían dejar de practicarse.
Los sacramentos nos nos han sido regalados por Dios para que nos acompañen durante toda nuestra vida: el Bautismo cuando nacemos,
la Reconciliación
antes de la Primera Comunión
y toda la vida (al menos una vez por mes),
la Eucaristía toda la vida,
la Confirmación en la adolescencia,
el Matrimonio o el Orden Sagrado cuando somos adultos (según nuestra vocación)
y la Unción de los Enfermos, cuando estamos muy enfermos o siempre que querramos, a partir de los 60 años,
Como ustedes pueden observar, Dios está presente en nuestras vidas desde que nacemos hasta que nos morimos. ¡Aprovechemos los sacramentos!
Muchos ignoran el poder sanador y liberador de los Sacramentos, pues no los han aprovechado nunca y por lo tanto no lo han experimentado.