sábado, 31 de marzo de 2012

ACERCA DE LA ORACION

Sólo la oración tiene poder sobre Dios (Tertulliano acerca de la oración)

"No sabemos orar como conviene", decía san Pablo en la carta a los Romanos. Nadie podría enseñarnos a orar como Jesús y, por eso, le suplicamos como sus discípulos: "Señor, enséñanos a orar". El Espíritu viene en nuestra ayuda. Y nos enseña a través de personas inspiradas, que nos comunican su experiencia de oración y nos muestran el camino. El texto que ahora presento es muy antiguo, pero resuena hoy como aquel lejano ayer. Es un texto de Tertuliano, apologeta cristiano (ca. 160 – ca. 220) en su libro "Sobre la Oración". Merece la pena meditarlo con atención, porque nos invita a ejercer nuestro sacerdocio fundamental cristiano haciendo una ofrenda espiritual: la oración pero dentro de un contexto ecológico .

La oración – ofrenda espiritual

La oración es una ofrenda espiritual que ha eliminado los antiguos sacrificios.
¿Qué me importa -dice- el número de vuestros sacrificios? Estoy harto de holocaustos de carneros, de grasa de becerros; la sangre de toros, corderos y chivos no me agrada. ¿Quién pide algo de vuestras manos?
El Evangelio nos enseña qué es lo que pide el Señor:
Llega la hora -dice- en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque Dios es espíritu y, por esto, tales son los adoradores que busca.
Nosotros somos los verdaderos adoradores y verdaderos sacerdotes, ya que, orando en espíritu, ofrecemos el sacrificio espiritual de la oración, la ofrenda adecuada y agradable a Dios, la que él pedía, la que él preveía.
Esta ofrenda,
  • ofrecida de corazón,
  • alimentada con la fe,
  • cuidada con la verdad,
  • íntegra por la inocencia,
  • limpia por la castidad,
  • coronada con el amor,
es la que debemos llevar al altar de Dios, con el acompañamiento solemne de las buenas obras, en medio de salmos e himnos, seguros de que con ella alcanzaremos de Dios cualquier cosa que le pidamos.

La oración escuchada

¿Qué podrá negar Dios, en efecto, a una oración que procede del espíritu y de la verdad, si es él quien la exige? Hemos leído, oído y creído los argumentos que demuestran su gran eficacia.
En tiempos pasados, la oración liberaba
  • del fuego,
  • de las bestias,
  • de la falta de alimento,
y sin embargo no había recibido aún de Cristo su forma propia.
¡Cuánta más eficacia no tendrá, pues, la oración cristiana! Ciertamente,
  • no hace venir el rocío angélico en medio del fuego,
  • ni cierra la boca de los leones,
  • ni transporta a los hambrientos la comida de los segadores (como en aquellos casos del antiguo Testamento);
  • no impide milagrosamente el sufrimiento,
  • sino que, sin evitarles el dolor a los que sufren,
  • los fortalece con la resignación,
  • con su fuerza les aumenta la gracia para que vean, con los ojos de la fe, el premio reservado a los que sufren por el nombre de Dios.
En el pasado, la oración
  • hacía venir calamidades,
  • aniquilaba los ejércitos enemigos,
  • impedía la lluvia necesaria.
Ahora, por el contrario,
  • la oración del justo aparta la ira de Dios,
  • vela en favor de los enemigos,
  • suplica por los perseguidores.
  • ¿Qué tiene de extraño que haga caer el agua del cielo, si pudo impetrar que de allí bajara fuego?
La oración es lo único que tiene poder sobre Dios; pero Cristo no quiso que sirviera para operar mal alguno, sino que toda la eficacia que él le ha dado ha de servir para el bien.
Por esto, su finalidad es:
  • servir de sufragio a las almas de los difuntos,
  • robustecer a los débiles,
  • curar a los enfermos,
  • liberar a los posesos,
  • abrir las puertas de las cárceles,
  • deshacer las ataduras de los inocentes.
La oración sirve también
  • para perdonar los pecados,
  • para apartar las tentaciones,
  • para hacer que cesen las persecuciones,
  • para consolar a los abatidos,
  • para deleitar a los magnánimos,
  • para guiar a los peregrinos,
  • para mitigar las tempestades,
  • para impedir su actuación a los ladrones,
  • para alimentar a los pobres,
  • para llevar por buen camino a los ricos,
  • para levantar a los caídos, para sostener a los que van a caer,
  • para hacer que resistan los que están en pie.
El cosmos en oración
  • Oran los mismos ángeles,
  • ora toda la creación,
  • oran los animales domésticos y los salvajes, y doblan las rodillas y, cuando salen de sus establos o guaridas, levantan la vista hacia el cielo y con la boca, a su manera, hacen vibrar el aire.
  • También las aves, cuando despiertan, alzan el vuelo hacia el cielo y extienden las alas, en lugar de las manos, en forma de cruz y dicen algo que asemeja una oración.
  • ¿Qué más podemos añadir acerca de la oración? El mismo Señor en persona oró; a él sea el honor y el poder por los siglos de los siglos.

lunes, 26 de marzo de 2012

DICHO DESDE EL CORAZON


En el cartel que está junto a mí se lee lo siguiente: MUCHOS NO LEERAN OTRO EVANGELIO QUE TU VIDA. Una frase para grabarla fuertemente en el corazón.


"Si la confianza del corazón estuviera al comienzo de todo…

La confianza en Dios, la fe, es una realidad muy sencilla, tan sencilla que todos pueden acogerla. Es como un salto retomado al infinito.

No lo olvides: Dios no se impone nunca como una voluntad amenazadora. Cristo no desea jamas el tormento para nadie. Si para ti el vivir de Dios significara tener miedo de Él, interrógate.

Dios es solo Amor (1 Jn 4,8 y 16). La voluntad de su amor no es como una ley duramente esculpida en tablas de piedra. Por el Espiritu Santo ha sido grabada en lo íntimo del corazón humano (Jr 31,33 y 2 Cor 3,3).

Un día comprendiste que, sin tú saberlo, un sí había sido grabado en lo más profundo de tu ser. Y elegiste avanzar en pos de Cristo.

En silencio, en presencia de Cristo, has comprendido su palabra: “Ven y sígueme (Mc 10, 21), yo te daré donde descansar tu corazón”.

Hete aquí empujado a la audacia de un sí hasta el último aliento".

Hno . Roger, “Las Fuentes de Taizé”. Dios nos quiere felices. PPC, Madri, 2006, pp. 66

ENCUENTRO Y VACACIONES



Queridos amigos, les comparto mi alegría de haber vivido unos días de encuentro con mi comunidad continuando luego con nuestras vacaciones.

El día 9.03.2012 nos encontramos algunos líderes de grupo y meditadores en Mar del Plata, más precisamente en la Casa de Retiros San Francisco y Santa Clara habitada por las Hermanas Esclavas de Cristo Rey y que se encuentra en un lugar soñado de Mar del Plata: el bosque Peralta Ramos.

En dicha reunión hemos podido adquirir más conocimientos de nuestra práctica de oración como así también afianzar amistades antiguas y crear nuevas, todo en un marco de solidaridad, alegría y emoción.

Las Hermanas de Cristo Rey nos han deleitado con sus exquisiteces caseras y el alojamiento en su hermosísima casa fue y es de excelencia.

Algunas personas permanecimos, luego del encuentro, unos días más en la casa, para descansar y disfrutar del bosque y de la playa.

La Divina Providencia obró en todo momento desde que pisamos ese bendito lugar. Hemos podido conocer al Señor Obispo, Monseñor Antonio Marino quien se reunió en una jornada con 40 sacerdotes de la diócesis. Intercambiamos un breve diálogo con él y luego recibió en audiencia privada a nuestro coordinador en Mar del Plata, Norberto Ramírez y algunos miembros más de dicha comunidad.

Mi marido y yo tuvimos el placer de conocer a un sacerdote, el Pbro. Carlos Costa de Rosario con quien conversamos largamente en nuestras sobremesas.

He aquí algunas fotografías que les comparto con todo cariño.


LA ORACION DEL CORAZON SEGUN EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA


Como integrante de la Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana, decimos que esto también es válido para nuestra práctica de la Meditación con una fórmula repetida mientras oramos: MA RA NA TA (Ven Señor Jesús u Oh Señor Ven en Arameo, el idioma de Jesús)

La oración al Padre

2664. No hay otro camino de oración cristiana que Cristo.

Sea comunitaria o individual, vocal o interior, nuestra oración no tiene acceso al Padre más que si oramos “en el Nombre” de Jesús. La santa humanidad de Jesús es, pues, el camino por el que el Espíritu Santo nos enseña a orar a Dios nuestro Padre.

La oración a Jesús

2665. La oración de la Iglesia, alimentada por la palabra de Dios y por la celebración de la liturgia, nos enseña a orar al Señor Jesús.

Aunque esté dirigida sobre todo al Padre, en todas las tradiciones litúrgicas incluye formas de oración dirigidas a Cristo.

Algunos salmos, según su actualización en la Oración de la Iglesia, y el Nuevo Testamento ponen en nuestros labios y graban en nuestros corazones las invocaciones de esta oración a Cristo: Hijo de Dios, Verbo de Dios, Señor, Salvador, Cordero de Dios, Rey, Hijo amado, Hijo de la Virgen, Buen Pastor, Vida nuestra, nuestra Luz, nuestra Esperanza, Resurrección nuestra, Amigo de los hombres…

2666. Pero el Nombre que todo lo contiene es aquel que el Hijo de Dios recibe en su encarnación: JESÚS.

El nombre divino es inefable para los labios humanos (cf Ex 3, 14; 33, 19-23), pero el Verbo de Dios, al asumir nuestra humanidad, nos lo entrega y nosotros podemos invocarlo: “Jesús”, “YHVH salva” (cf Mt 1, 21).

El Nombre de Jesús contiene todo: Dios y el hombre y toda la Economía de la creación y de la salvación. Decir “Jesús” es invocarlo desde nuestro propio corazón.

Su Nombre es el único que contiene la presencia que significa. Jesús es el resucitado, y cualquiera que invoque su Nombre acoge al Hijo de Dios que le amó y se entregó por él (cf Rm 10, 13; Hch 2, 21; 3, 15-16; Ga 2, 20).

2667. Esta invocación de fe bien sencilla ha sido desarrollada en la tradición de la oración bajo formas diversas en Oriente y en Occidente.

La formulación más habitual, transmitida por los espirituales del Sinaí, de Siria y del Monte Athos es la invocación: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de nosotros, pecadores”.

Conjuga el himno cristológico de Flp 2, 6-11 con la petición del publicano y del mendigo ciego (cf Lc 18,13; Mc 10, 46-52). Mediante ella, el corazón está acorde con la miseria de los hombres y con la misericordia de su Salvador.

2668. La invocación del santo Nombre de Jesús es el camino más sencillo de la oración continua.

Repetida con frecuencia por un corazón humildemente atento, no se dispersa en “palabrerías” (Mt 6, 7), sino que “conserva la Palabra y fructifica con perseverancia” (cf Lc8, 15). Es posible “en todo tiempo” porque no es una ocupación al lado de otra, sino la única ocupación, la de amar a Dios, que anima y transfigura toda acción en Cristo Jesús.