viernes, 6 de marzo de 2020

UN COMENTARIO DE JUAN TAULERO

 Juan Taulero, beato dominico, místico de gran influencia en San Juan de la Cruz, que escribe sobre el año 1300 y se pregunta sobre la crisis de los monjes que a la edad de 50 años dejan el monasterio o abdican de su vocación. Para él una crisis es una coyuntura de cambio en cualquier aspecto de una realidad organizada, pero inestable. Un cambio crítico tiene incertidumbre en sus consecuencias que ponen en riesgo el desarrollo y crecimiento normal. En las crisis espirituales no hay gusto, no hay paz, uno queda agotado. No puedo hacer nada, sin embargo hay que ver que la crisis es obra de Dios. Descubrir mi fondo, es fundamental madurar… pero reaccionamos mal. Incluso no vale solo la oración ni la ascesis. Dios obra por mi vida.

Existen tres formas de afrontar una crisis:
* Primero la huida:
1. Me niego a mirarme, busco la reforma de lo externo. Que cambie otro.
2. Aferrarme a las prácticas de toda la vida de manera formal, no afronto lo interior.
3. Nuevas formas de hacer incesante. Espero solución de fuera, consumismo espiritual. La vida espiritual tiene un escalonamiento que no acepto ni entiendo.
De aquí provienen los famosos giróvagos, nada les contenta en donde están y cambian de lugar. Dice Tomás de Kempis: “El cambio de lugar a engañado a muchos.” 


* Segundo inhibición y endurecimiento:
1. Endurecimiento de mis prácticas de piedad. Caigo en la dureza de corazón y la intransigencia. Solo vale la forma exterior, sin amor. Mis principios son mis ídolos. Mi seguridad son mis convicciones, no en el encuentro con el Dios vivo. Fariseísmo. Hay miedo.
2. Dios es un extraño, caemos en ser cisternas secas.
3. Las monjas de Port Royal, puras como ángeles y orgullosas como demonios.

* Tercera respuesta, la correcta: El autoconocimiento desde Dios, la madurez y la interioridad:
1. Es una vía dolorosa. Hay verdades que no deseo ni quiero escuchar, por eso me endurezco, pero debo seguir. Aquí es de donde San Juan de la Cruz saca la idea de la noche oscura.
2. Proyecto mis errores en los demás. Es una conmoción, sin embargo me ayuda a madurar.
3. El Espíritu Santo guía a la apertura. Y hay que pasar por apretura, como una serpiente que muda la piel.
4. ¿Cuáles son mis motivaciones y mis actitudes? Observarse, e imaginar. Aquí es donde la lectura del cuento del Padre Sergio y del monje que pone ejemplo Casiano en boca de Moisés cuando dice que deja la Pascua por su ascetismo… ¿a mí qué me mueve a hacer lo que hago?
5. Cuál es mi verdad sin autojustificaciones.
6. Autoconfianza. Descubrir mis mentiras. Focalizar la atención en Cristo.
De esta reacción sacamos un gran beneficio: La serenidad:
1. No es paz estoica.
2. Es entregar mi voluntad a la voluntad de Dios. Es dinámica.
3. Dejar incluso lo bueno, es como una novia que cambia el vestido. Hay cosas que me sirvieron espiritualmente de joven, de adulto son otras, lo anterior tuvo su valor, pero en el avance espiritual descubro nuevos métodos que me valen mejor que lo que hacía de niño y que me hacen crecer en la fe.
4. Disposición para sufrir, pasar por apretura. Como el cambio de piel de la serpiente.
5. Confiar en el Espíritu Santo. Madurar.
6. Hacer, hacer, hacer no vale, sino…….. dejar hacer a Dios. Entrega del corazón. Y entonces hay como una segunda conversión en la vida, es un nuevo nacimiento de Jesucristo en nuestro interior.
Creo que son ideas muy interesantes que incluso el mismo psiquiatra austriaco Carl Jung subraya: la crisis de la madurez, de los 40-50, es una crisis espiritual cuya respuesta está en la interioridad. De esta manera nuestro discernimiento y atención a lo esencial es bien distinta a la infancia espiritual y nos hace crecer.