En términos de camino espiritual, no es suficiente
comprender intelectualmente, es esencial "comprender con el corazón". Pero... ésto ... no lo hacemos nosotros solos.
El conocimiento espiritual de que somos un alma, un ser hecho a imagen y semejanza de Dios, cuya naturaleza original es la paz y la estabilidad inalterables, cuyo estado natural es de equilibrio y bienestar, es fruto de una vida de ORACION o Encuentro personal con Dios en silencio y quietud para llegar, con Su Gracia, a la comprensión de Dios, su Revelación en Jesucristo, nuestro benefactor constante y benevolente, con quien, si sintonizamos nuestro corazón, accederemos al inagotable caudal de Frutos y Dones de Su Santo Espíritu.
Para avanzar
espiritualmente, es muy importante convertir nuestra vida en un
camino de ORACION, de encuentro con el Terapeuta Divino que obrará, si se lo permitimos, grandes maravillas de transformación en nuestras almas y sólo así podremos obrar de acuerdo a Su Voluntad.
Por otra parte es bueno destacar que, cuando transmitamos el Evangelio a otros, lo haremos con el entusiasmo y el brillo que viene de esa experiencia. A su vez ello se convertirá en una fuente de inspiración para los demás: los llenará de coraje y motivación para aplicarlo también en sus vidas y perseverar en ese Encuentro con Cristo.
Debemos, sin embargo, tener presente que ésto no se logra con nuestro esfuerzo personal, sino con la Gracia que Nuestro Señor quiera regalarnos. Recordemos que: "No vamos a buscar las delicias del Señor, sino al Señor de las delicias". (S. Francisco de Sales).
Te invito a separar dos momentos breves de tu día (uno por la mañana y otro por la tarde o noche, de 30 minutos cada uno), para practicar la oración de quietud y silencio invocando el Santo Nombre del Señor y déjale obrar a El.
Buscarás estar quieto/a, sentado/a cómodamente, relajado/a, tranquilo/a, respirando profunda y lentamente por nariz, ojos cerrados, columna derecha y comenzarás a repetir mentalmente la frase sagrada: "SEÑOR JESUCRISTO" al inhalar y "TEN MISERICORDIA DE MI", al exhalar. No olvidar relajar bien todos los músculos del rostro. Estar atentos, pero sin tensiones.
Notarás cuán bello es el Señor. No necesitas pedirle nada. El sabe lo que te hace falta. Sólo quiere tu gesto de confianza orando de esta forma: en silencio y quietud. "VENID A MI LOS QUE ESTAIS AFLIGIDOS Y AGOBIADOS QUE YO LOS ALIVIARE" (Mt 11, 28).
Susana Topasso
El conocimiento espiritual de que somos un alma, un ser hecho a imagen y semejanza de Dios, cuya naturaleza original es la paz y la estabilidad inalterables, cuyo estado natural es de equilibrio y bienestar, es fruto de una vida de ORACION o Encuentro personal con Dios en silencio y quietud para llegar, con Su Gracia, a la comprensión de Dios, su Revelación en Jesucristo, nuestro benefactor constante y benevolente, con quien, si sintonizamos nuestro corazón, accederemos al inagotable caudal de Frutos y Dones de Su Santo Espíritu.
No es suficiente entenderlo intelectualmente, necesitamos SABERLO, pero para ello, deberemos, sobre todo, tener la disciplina de ir a Su Encuentro, por medio de la práctica de la ORACION de silencio y quietud. El fruto de
ello es vivenciar esa plenitud del Señor, ya que el alma experimenta crecimiento e iluminación sólo en unión con El.
Por otra parte es bueno destacar que, cuando transmitamos el Evangelio a otros, lo haremos con el entusiasmo y el brillo que viene de esa experiencia. A su vez ello se convertirá en una fuente de inspiración para los demás: los llenará de coraje y motivación para aplicarlo también en sus vidas y perseverar en ese Encuentro con Cristo.
Debemos, sin embargo, tener presente que ésto no se logra con nuestro esfuerzo personal, sino con la Gracia que Nuestro Señor quiera regalarnos. Recordemos que: "No vamos a buscar las delicias del Señor, sino al Señor de las delicias". (S. Francisco de Sales).
Te invito a separar dos momentos breves de tu día (uno por la mañana y otro por la tarde o noche, de 30 minutos cada uno), para practicar la oración de quietud y silencio invocando el Santo Nombre del Señor y déjale obrar a El.
Buscarás estar quieto/a, sentado/a cómodamente, relajado/a, tranquilo/a, respirando profunda y lentamente por nariz, ojos cerrados, columna derecha y comenzarás a repetir mentalmente la frase sagrada: "SEÑOR JESUCRISTO" al inhalar y "TEN MISERICORDIA DE MI", al exhalar. No olvidar relajar bien todos los músculos del rostro. Estar atentos, pero sin tensiones.
Notarás cuán bello es el Señor. No necesitas pedirle nada. El sabe lo que te hace falta. Sólo quiere tu gesto de confianza orando de esta forma: en silencio y quietud. "VENID A MI LOS QUE ESTAIS AFLIGIDOS Y AGOBIADOS QUE YO LOS ALIVIARE" (Mt 11, 28).
Susana Topasso