Pocas personas están en paz con su pasado. A veces nos angustian los recuerdos de errores o pecados que hemos cometido. No nos perdonamos a nosotros mismos. No nos aceptamos con ese pasado o con aquel error.
Otras veces lo que nos hace daño son los recuerdos de sufrimientos que hemos vivido. El solo hecho de recordar algunos acontecimientos nos angustian como si estuvieran sucediendo ahora mismo.
Puede ocurrir que los recuerdos de errores y malas experiencias no sanados, nos lleven a cometer errores semejantes.
El que no acepta su pasado en paz, tiende a repetirlo de variadas maneras.
Otras veces nos dominan los resentimientos por desilusiones y desengaños, o por agresiones que hemos recibido.
Por eso es importante sanar el pasado, para poder recordarlo sin vergüenza, sin tristeza, angustia o rencor. Se trata de colocar ese pasado ante los ojos del Señor, dialogando con El, sin esconderle nada. También podemos usar la imaginación y dejar que El se haga presente y nos abrace en ese preciso momento que recordamos con dolor. Así podremos lograr que ese recuerdo ya no nos quite la paz.
Además, para alcanzar la serenidad interna, es sumamente importante entregarle al Señor todo rencor, todo sentimiento negativo que aparezca cuando los demás nos lastimen con críticas, calumnias, murmuraciones, olvidos o agresiones.
Si no tratamos de descargar rápidamente esos malos sentimientos en la presencia del Señor, pidiéndole que nos libere, luego se convertirán en recuerdos que nos quitarán la paz. La oración contemplativa de silencio y quietud nos lleva por el camino de la sanación total de nuestra persona.

