miércoles, 22 de enero de 2025

... CREADOR ...

Cuando digo que creo en el Creador, estoy diciendo muchas más cosas acerca de mí que de Dios. Digo muchas más cosas acerca de lo que significa ser una criatura que acerca de lo que significa ser Creador.

La esencia del Credo es simplemente que no soy Dios. Sin embargo, podemos observar que muchos se sienten Dioses y no criaturas. Por ejemplo, lo vemos en los que trafican personas, drogas, armas, órganos. Y también yo me siento Dios cuando espero que Él haga a escala universal lo que yo no hago en el pequeño rincón del mundo en el que habito: cuando no practico la caridad, cuando no escucho el dolor de mi prójimo, cuando no comparto las manzanas de mi manzano, cuando juzgo y condeno arbitrariamente cuando sé que no estoy capacitada para hacerlo; es entonces cuando me erijo a mí mismo en principio y fin del universo, me hago Dios.

 El hombre como criatura de Dios. – LA CLASE media

Aprender que estoy incompleto, admitir que hay cosas que no sé, que hay situaciones que no comprendo, asumir los efectos de las cosas que no he hecho bien ... son elementales experiencias humanas COMO CRIATURA. Esta es una tarea que puede llevar toda la vida, pero si no se hace, la vida puede quedar vacía y privada de toda interioridad. Aceptar mi condición de criatura, me libera un poco de la tendencia a apoyarme en mi propia vida. Es así como voy aprendiendo que yo no tengo toda la fuerza, ni todas las respuestas ni toda la riqueza que quiero. Puedo equivocarme, me puede doler, pero también puedo aprender. Rebajarme a pedir ayuda, admitir mis limitaciones, es ahí donde empieza la gloria de mi condición de mortal. "Mi fuerza está en mi debilidad", escribe Pablo en 2 Cor 12, 10. Este pasaje sólo se entiende cuando atraviesas una situación límite que te baja del pedestal del egoísmo, narcisismo, soberbia, autosuficiencia. Por ejemplo ante una enfermedad, valoras la ayuda de las personas a tu alrededor. El momento en que consigo comprender que son las cualidades que no tengo, las que me hacen reclamar las cualidades de los otros y a ellos las mías, marca mi inicio espiritual. De repente ser una criatura se convierte en un don, en un poder y en el principio de un crecimiento personal sin límites.

 

Pero además, el saberme criatura me llevará a comprender con facilidad la profunda necesidad humana en el marco de situaciones de guerras, epidemias, o de cualquier otro acontecer trágico que tal vez, antes me resultaban indiferentes. El error de una persona endiosada, sin experiencia de criatura es esperar que Dios resuelva semejante pecado, pues es precisamente esta actitud equivocada la que niega toda responsabilidad por parte de la criatura.

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No tenemos un Dios "desapasionado, insensible, impotente", que nos crea y nos abandona, como dijo una persona asqueada de un Dios indiferente en un mundo lleno de dolor. Por el contrario, este Dios, la plenitud del Ser, ha vertido en nosotros todos los sentimientos necesarios para percibir esas cosas por nosotros mismos. El error radica en que en nombre de la religión, eludimos la responsabilidad que todos tenemos frente a tales cosas y se las devolvemos a Dios junto con toda la obligación de resolverlas y además lo culpamos por permitirlas. Eso es una gran inmadurez espiritual. Deberíamos acercarnos más a su Presencia y en actitud humilde de silencio y quietud, dejar que nos transfigure a Su Imagen y Semejanza, pues la hemos tapado con nuestro Ego.

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Ignoramos, las demandas, los deberes, el conocimiento profundo y diario de que somos nosotros los que alborotamos en la vida jugando a ser Dios y generando el caos donde deberíamos poner orden. Hemos pecado como pueblo y, si queremos, podemos arrepentirnos y reparar nuestro pecado. No debemos exigirle a Dios que haga aquéllo que nosotros debemos hacer y no hacemos.

Si Dios nos evitara las consecuencias de nuestros pecados colectivos, sería un Dios que nos estaría arrebatando nuestra condición de criaturas condenándonos a la servidumbre; nos convertiría en robots; nos robaría la dignidad humana. Desear que Dios cambie el mundo puede ser el signo inequívoco de que hay algo que nosotros no somos capaces de hacer.

"Dios oye el grito del pobre" nos recuerda el salmista. Dios no dice una palabra acerca de cambiar las cosas, sólo dice que Dios oye, que recuerda y que espera que nosotros lleguemos a ser más de lo que somos. Como niños nacidos con el potencial de ser adultos, así también en el plano espiritual, Dios nos ha creado con la posibilidad de llegar a ser enteramente humanos, personas totalmente maduras, completamente espirituales.

Así como la ciencia nos dice que la creación no es un acto único y estático, nosotros, en el plano espiritual, tampoco estamos completos. Estamos todavía en desarrollo. Cada día se espera de nosotros que seamos más humanos y que hagamos de la humanidad un vestigio de la divinidad. Lo que hagamos cada uno de nosotros en su pequeño y solitario rincón, resonará en todo el universo.

Decir creo en el Creador es proclamar desde el fondo del alma que sabemos que la vida es un don, una responsabilidad, una aventura.

Es posible que continúen las injusticias, las guerras, la corrupción, la inmoralidad y que, lo que es peor aún, se tome todo ello como actos normales o naturales, pero lo que se espera de mí es que responda a la inhumanidad con humanidad,  a la oscuridad con el brillo de Dios, a la muerte con el aliento vivificador del Creador. De mí se espera que me alimente del Ser que es la fuente de mi ser, de modo que todos podamos crecer y alcanzar un día el pleno desarrollo llegando a ser aquéllo de lo que fuimos hechos, ser todo lo que requiere la condición de criaturas. 

Mi deber: COOPERAR CON EL CREADOR que ciertamente no ha creado al ser humano para que pase necesidades o viva en la indigencia o miserablemente, sin salud, trabajo o ningún bienestar. Hoy la gran interpelación por parte de Dios a su criatura es: "¿Y tú qué puedes hacer para  que esto no ocurra?".


... CREADOR ...

El ser humano siempre se ha preguntado ¿De dónde venimos? ¿Cómo surgió todo? Es entonces cuando la ciencia ha explicado lo que ha podido demostrar, más jamás ha podido contestar la inquietud profunda del sentido de la vida. Ahí es donde la fe nos guía hacia el sentido último de nuestra existencia, partiendo de la base que hemos sido creados por algo/alguien situado más allá de nosotros mismos y mayor que nosotros. Es evidente que nosotros y el universo, con su orden inteligente hemos sido creados por algo diferente de nosotros. Todos y todo hemos sido creados por un Creador, un Creador inteligente,  personal y poderoso. Es posible que no conozcamos la manera ni el proceso, pero nosotros y nuestro pequeño planeta somos la prueba más perceptible de la creación.

 Planeta Tierra - Origen, características y estructura

Evidentemente al científico el proceso le interesa muchísimo. ¿Fuimos creados en un instante o a través de millones de años? ¿Somos el último momento de la creación o la creación continúa creando? Sin embargo, estas no son las preguntas que plantea el Credo. Para el alma humana la verdadera pregunta no es quién es responsable de la creación. Nosotros no nos hemos creado. Hemos sido creado por una fuerza vital situada fuera de nosotros y tan poderoso que sólo podemos llamarla "Dios", "Misterio", "Ser". Por lo tanto, la verdadera pregunta espiritual es mucho más simple aunque mucho más profunda que la científica. La pregunta es "¿Qué significa esta creación para nosotros?".

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El Credo no llega a nosotros como un libro de texto, aunque a algunos les gustaría que lo fuera. En el Credo late el corazón de la tradición cristiana que ha preservado la fe y ha cambiado su manera de entender las constantes intervenciones de Dios en la vida. El Credo viene simplemente a recordarnos que somos CRIATURAS.

Durante siglos las Sagradas Escrituras y la ciencia trataron de mezclarse, terminando confundidas y contrariadas. Los científicos que no se conformaban con una interpretación literal de la Biblia, coquetearon con la herejía, y los clérigos que llamaban "ciencia" a la Biblia,  promovieron la incredulidad. 

Excomulgamos a Galileo Galilei y cuatrocientos años después debimos reivindicarlo. Rechazamos a Darwin y ahora aceptamos sus premisas. Ayer perseguíamos al paleontólogo Teilhard de Chardin y hoy nos vemos obligados a abordar a escala universal la teología que emerge de su ciencia. Está claro que la fe no es otro tipo de ciencia. Pasaron siglos hasta que la ciencia descubrió sus límites materiales y por fin la fe descubrió su auténtica finalidad.

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La ciencia no era asunto de la espiritualidad. Aunque siempre nos ha dicho algunas cosas acerca de la mecánica de la vida, no nos ha dicho nada acerca de la finalidad de la misma pues, entendimos, que ésta era competencia de la FE. Como resultado de ello, después de siglos de disputas, descubrimos que la fe y la ciencia no son ni aliadas ni enemigas, aunque cada una de ellas puede beneficiarse de los aportes de la otra.


La fe no puede rechazar lo que la ciencia sabe acerca de la materia, porque la materia no es su objeto; y la ciencia no puede aprobar ni desaprobar lo que la fe sabe acerca del espíritu, porque no hay lugar para lo espiritual en los tubos de ensayo. Una disciplina le habla a la otra,  pero en idiomas diferentes.

... continúa en el próximo post ...

lunes, 13 de enero de 2025

...CREADOR ...

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Hablar de Dios creador o de cualquier otro atributo, sin tener experiencia contemplativa, no sería honesto. A Dios, en primer lugar se lo contempla, al mismo tiempo que se pone en práctica su voluntad, su Reino. Solamente después se lo piensa... Es necesario situarse en un primer momento en el terreno de la mística y de la práctica. Sólo posteriormente puede haber un discurso honesto y respetuoso sobre Dios. Podemos decir, por todo eso, que el momento inicial es el silencio. La etapa siguiente es hablar.

A la mayoría de los científicos de la naturaleza le causa dificultades la apelación de las religiones proféticas a un Dios Creador. Lo cual es comprensible pues los dos relatos de la creación del libro del Génesis fueron escritos en torno al 900 a.C y 500 a.C respectivamente. Ninguno de ellos ofrece información científica sobre el surgimiento del mundo y el ser humano. Pero sí que transmiten un impresionante testimonio de fe sobre el origen último del universo, que el científico de la naturaleza no puede confirmar ni refutar: en el principio de todas las cosas está Dios. Es una forma de expresar que el mundo y el ser humano, junto con el espacio y el tiempo, no deben su existencia a ningún otro poder, sino única y exclusivamente a Dios.

Pero estos antiquísimos relatos de la creación, que no hablan en fórmulas matemáticas ni modelos físicos, sino en imágenes (metáforas) y alegorías (parábolas), representan verdades sobre las que también los científicos deberían reflexionar, porque no sólo son relevantes para la ciencia sino sobre todo para nuestra vida:

  • Que Dios es el origen de todo;
  • Que no rivaliza con ningún principio científico.
  • Que el mundo en su conjunto, la materia, el cuerpo humano y su sexualidad son fundamentalmente buenos.
  • Que el ser humano es la meta del proceso de la creación y que ya la creación de Dios plasma la misericordiosa solicitud de éste por el mundo y el ser humano.
Precisamente la astrofísica me enseña que los años que dura mi vida no son nada con la edad de la humanidad. Y tampoco los años de vida de la humanidad son nada en comparación con la totalidad de la Vía Láctea que engloba unos cien mil millones de estrellas, una de las cuales es el Sol. Y ésta, nuestra Vía Láctea es a su vez una mota de polvo en comparación con esos cúmulos de galaxias que al principio fueron entendidos como "niebla", cada uno de los cuales contiene sin embargo, diez mil galaxias, de suerte que el número de galaxias observables alcanza los cien millones. A la vista de esto, tampoco el científico de la naturaleza podrá reprimir la antigua pregunta: "¿Qué soy yo en medio de este universo? ¿Qué sentido tiene el todo? ¿De dónde proviene el todo? ¿De la nada? ¿Explica entonces algo la nada? Y nuestra razón, ¿se da por satisfecha con ello? ¿Existe alguna posible alternativa? Como única alternativa, que la razón, sin embargo, no puede ofrecerme porque trasciende el horizonte espacio-temporal de experiencia, se me ocurre la siguiente:
"El todo procede del Creador, fundamento de fundamentos, al que llamamos Dios, y más en concreto, Dios Creador". Y aunque no sea capaz de demostrar este hecho, dispongo de buenas razones para afirmarlo: "si el Dios que existe es verdaderamente Dios, no lo es sólo aquí y ahora para mí, sino que ya es Dios al comienzo, Dios desde toda la eternidad. Creer en un Dios Creador, sólo significa afirmar en ilustrada confianza, que el universo, el mundo y el ser humano, no quedan inexplicados en lo que a su origen último se refiere.Que el mundo y el ser humano no son arrojados absurdamente de la nada a la nada. Que a pesar de todo cuanto carece de sentido y valor,como globalidad están llenos de sentido y valor, de suerte que no son caos, sino  cosmos: porque tienen en Dios su fundamento primigenio, su artífice, su creador, su seguridad primera y última. Nada me fuerza a adoptar esta fe sino que puedo decidirme con plena libertad a vivirla.
 
La fe en un creador fundamento de fundamentos transforma mi posición en el mundo, mi actitud hacia él. Cimenta mi confianza radical y concretiza mi fe en Dios. Esto reclama de mi consecuencias prácticas: asumir mi responsabilidad sobre los otros y sobre el medio ambiente y abordar mis tareas cotidianas con seriedad, con más esperanza y con mayor realismo.
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... continuará en el siguiente post ...