“La meditación, sin causa ni razón, sin una finalidad, sin un
propósito, es un fenómeno increíble. No es solo una gran explosión que
purifica, sino que también es muerte, muerte que no tiene un mañana. Su pureza
es devastadora; no deja un solo rincón secreto donde el pensamiento pueda
esconderse entre sus propias sombras. Su pureza es vulnerable; no es una virtud
engendrada mediante la resistencia. Es pura, porque carece de resistencia, como
el amor.
En la meditación no hay mañana, no hay argumentos con la muerte. La
meditación es la destrucción de la seguridad, y en la meditación hay gran
belleza; no la belleza de las cosas que han sido producidas por el hombre o por
la naturaleza, sino la belleza del silencio.
Este silencio es el vacío en el
cual todas las cosas fluyen y existen. Es lo incognoscible, y ni el intelecto
ni el sentimiento pueden llegar a ello; no hay un sendero que conduzca a este
silencio, y cualquier método para ello es la invención de un cerebro codicioso.
Todos los sistemas y recursos del yo calculador deben ser completamente
destruidos; todo avanzar o retroceder debe llegar a su fin, sin mañana. La
meditación es destrucción, es un peligro para quienes desean llevar una vida
superficial, una vida de mito y fantasía”.
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