Reflexiones de un monje contemplativo.
La creación nos conduce a Dios y Dios nos devuelve a la creación.
Todas las cosas son sagradas en su ser verdadero, en lo más íntimo de su esencia, pero nuestra relación con la creación de Dios ha sido deformada por el pecado original y personal, y no volveremos a descubrir este carácter sagrado que le es intrínseco hasta que nuestro corazón haya sido purificado.
SIN RENUNCIA, SIN UNA DISCIPLINA ASCÉTICA, NO PODEMOS PROCLAMAR LA VERDADERA BELLEZA DEL MUNDO, POR ESO NO PUEDE EXISTIR VERDADERA CONTEMPLACIÓN SIN ARREPENTIMIENTO.
Asimismo, contemplación de la naturaleza quiere decir encontrar a Dios no solamente en todas las cosas, sino en todas las personas. Cada uno de nosotros es un ícono viviente de Dios.
Para encontrar a Dios no tenemos que dejar el mundo ni aislarnos de nuestros hermanos ni lanzarnos a una especie de vacío místico. Por el contrario, Cristo nos mira a través de los ojos de los que nos encontramos. Cuando descubrimos su presencia universal, todos nuestros gestos hacia los otros se convierten en oración.
Con frecuencia se considera la contemplación como un don raro y sublime. Lo es, naturalmente, en su plenitud. Pero cada uno de nosotros lleva en sí la semilla de una actitud contemplativa. De ahora en adelante yo puedo ir por el mundo consciente de que el mundo es de Dios y que él está muy cerca de mí en todo lo que veo y toco, y en todos aquéllos con quienes me encuentro.
Numerosas personas que opinan que la oración sin imagen, la oración del silencio, está más allá de sus capacidades y para las que las frases familiares de la Escritura o de los libros de oración acaban por hacérseles fatigosas y estériles, pueden renovar su vida interior practicando la contemplación de la naturaleza. Al aprender a leer la palabra de Dios en el libro de la creación descubriendo su firma en todas las cosas, me doy cuenta de que frases muy conocidas de la Escritura adquieren una nueva amplitud. Así es cómo la naturaleza y la Escritura se completan.
"Donde poses los ojos, encontrarás el símbolo de Dios; donde leas encontrarás sus figuras.
Fíjate en cómo la naturaleza y la Escritura están estrechamente unidas.
¡Alabanza a Tí, Señor de la naturaleza!
¡Gloria a Tí, Señor de la Escritura!"
San Efrén el Sirio
No hay comentarios :
Publicar un comentario