«En cuanto asumió la forma de esclavo, Él
descendió al nivel de sus hermanos de esclavitud, y tomó una forma que le era
ajena y me llevó entero en sí mismo, junto con lo que es mío, para consumir en
sí todo lo malo, como el fuego consume la cera o el sol la niebla, y para que
yo, gracias a esta mezcla, participara de lo suyo. Por ello, en sus acciones Él
enaltece la obediencia y la experiencia mediante sus sufrimientos... Y del mismo
modo oportuno es suponer que Él quisiera cerciorarse de lo que es la obediencia
para nosotros y que todo lo midiera según sus sufrimientos, como invención de
su amor...» (Gregorio de Nacianzo).
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