jueves, 30 de agosto de 2018

... Continuación entrada del 4.07.2018

 
Reflexiones de un monje contemplativo.
En la recitación de la oración de Jesús, se distinguen tres registros o tres grados. Empieza con la "oración de los labios" u oración oral. Luego se interioriza y se convierte en "oración del intelecto", oración mental. Finalmente, el intelecto "desciende" al corazón y se une a él. Entonces, comienza la "oración del corazón" o más exactamente la "oración del intelecto en el corazón". En este registro, se convierte en oración del ser entero. Ya no es algo que recitemos o digamos sino algo que SOMOS, pues el fin último del camino espiritual no es una persona que dice su oración de vez en cuando, sino una persona que ES oración contínuamente.


La oración de Jesús comienza con una serie de gestos específicos de la oración. Su finalidad es establecer en el que ora un estado de oración constante, ininterrumpida incluso en medio de otras actividades.
 
Así, la oración de Jesús empieza con una plegaria vocal, como todas las oraciones. La repetición rítmica de la frase permite al hesicasta, en virtud de la simplicidad de las palabras de que se sirve, avanzar más allá del lenguaje y de las imágenes, hasta el corazón del misterio de Dios. De esta forma, la oración de Jesús se desarrolla, con la ayuda de Dios, en lo que los escritores occidentales llaman "oración  de la atención amante", en la que el alma reposa en Dios sin verse molestada por una constante sucesión de imágenes, ideas y sensaciones.
 
En el registro siguiente, la oración del hsicasta deja de ser el fruto de sus propios esfuerzos y se convierte en lo que los escritores ortodoxos llaman "espontánea" y los escritores occidentales "infusa". Dicho de otra manera, deja de ser "mi oración" y se convierte en la oración de Cristo en mí.
 
Sin embargo, no hay que creer que el paso de la oración oral a la oración de silencio, o de la "activa" a la "espontánea" tiene lugar rápidamente y con facilidad. El autor anónimo de los Relatos del Peregrino Ruso, ve cómo se le concede esta oración "espontánea" y contínua, después de haber pasado algunas semanas practicando la invocación del Nombre de Jesús, pero éste es un caso excepcional. Por el contrario, sucede con mayor frecuencia que los que recitan la oración de Jesús, se ven colmados por momentos de "encanto" que sobrevienen en el momento en que no lo esperan, como un regalo. Las palabras de su oración pasan a segundo plano o se desvanecen por completo y son sustituídas por el conocimiento inmediato de la presencia y del amor de Dios. Para la gran mayoría, esta experiencia no es más que una breve escapada y no un estado contínuo.
 
Sería imprudente tratar de suscitar por medios artificiales, lo que es FRUTO de la acción directa de Dios. Cuando invocamos el santo nombre de Jesús, lo mejor es concentrar nuestra atención en la recitación de las palabras, pues en nuestros esfuerzos prematuros por acceder a la oración sin palabras, denominada oración del corazón, podríamos acabar no orando en absoluto y encontrarnos sentados y medio dormidos. Sigamos el consejo de San Juan Clímaco: "Limita tu espíritu a las palabras de tu oración". Dejemos que Dios haga el resto ... A su manera. En su tiempo.
 
... Continuará en próximas entradas ... 

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