Si tu corazón se deja llenar con la verdad del Espíritu Santo, si tu
oración une tu alma y corazón, entonces no es necesario que repitas más
oraciones, solamente, “¡Señor, no me
dejes!” o “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador!”,
que es la oración más poderosa. El nombre de Jesús es dulce al ser
pronunciado, alejando demonios y atrayendo ángeles, mientras que brinda
mansedumbre al corazón y a la mente. Si no has llegado a ello, sigue la
regla que aparece en tu libro de oraciones, porque llamando el Nombre de
Dios, estás llamando a Cristo, a la Madre del Señor, al Espíritu Santo,
a la Santísima Trinidad, a Dios Padre, a los Santos, a todos los
Mártires, mientras en tu corazón entra en una suerte de armonía interior
con todos esos santos.
Algunas veces entro a la iglesia, cuando ésta se halla vacía. Todo allí
es silencio, sosiego. Pero una vez atravieso el portal, tengo la
impresión que todos los Santos están frente a mí, viéndome. No me siento
solo. Me siento rodeado de muchísimas fuerzas espirituales.
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