Cuando hablamos de experiencias místicas, muchos piensan en gente
excepcional, que ha tenido vivencias extraordinarias e incluso mágicas.
Otros piensan que la mística solo les ocurre a personas muy religiosas,
porque la acaban provocando ellas mismas con sus creencias. También hay
quién llega a pensar que cualquier experiencia llamada mística es, en
realidad, una experiencia de locura o el producto de consumir drogas
alucinógenas. Al menos así ocurre con frecuencia en el ámbito
científico, o incluso en algunos entornos religiosos, en los que hablar
de mística puede suponer ser mirado con desconfianza.
Sin embargo, queremos mostrar un planteamiento diferente, desde la
consideración de que las experiencias místicas son experiencias que
regeneran, estimulan y aportan luz y salud a la vida de quienes las
experimentan. Experiencias que, curiosamente, también se dan hoy en día,
fuera de entornos religiosos. En algunos casos, estas experiencias de
la mística fuera de las religiones, lleva a las personas a procesos de
conversión religiosa, o al menos a tener una mirada más profunda de la
vida.
Para tratar de poner orden y claridad en estas cuestiones se partirá de
la descripción de diversos fenómenos actuales que podríamos considerar
relacionados con la mística, estableciendo las diferencias entre ellos y
la locura, la sugestión, la vanidad narcisista, o la neurosis, que
pueden llevar a experiencias que podríamos llamar como “pseudomísticas”,
cuyas consecuencias, contrariamente a las experiencias místicas, son
oscuras, destructivas y dañinas.
Ramiro Calle: «El yoga no es culto al cuerpo ni al ego, eso se llama yoguismo»
El pionero en enseñanza del yoga en España hace en su último libro «El milagro del yoga» una crítica a los pseudo-yogas modernos.
Ramiro Calle, pionero en la enseñanza del yoga en España. - ABC
Con una experiencia de más de sesenta años en la práctica y el estudio del yoga,
Ramiro Calle sintetiza las distintas tradiciones del yoga para
invitarnos a recuperar las enseñanzas espirituales más profundas de la
India. Desde Patañjali o la filosofía Samkhya a los yogas tántricos o
shivaístas, hasta el hatha, el kundalini o el mantra-yoga, pasando por
«las dudosas técnicas deportivas que se venden hoy como yoga» en algunos
centros o gimnasios, este pionero en la enseñanza del yoga invita en su
últoma obra, «El milagro del yoga», a separar «el grano de la paja» en
el conocimiento de este método de mejora y autoconocimiento llamado
yoga.
¿Qué es lo que «no» es el yoga, aunque creamos que sí?
Yo contestaría con otra pregunta: «¿Por qué le llaman yoga a lo que no es yoga y a veces a lo que es yoga no le llaman yoga?»
El yoga no
es deporte, no es una gimnasia exótica, no es calistenia, no es un
culto, no es una religión, no es un dogma. Es algo muy diferente, pero
lamentablemente como se mueven muchísimos millones de euros y de dólares
en el mundo del yoga cada día hay más charlatanes y más embaucadores
que prostituyen el yoga. Pero en realidad no es algo nuevo porque ya
desde los años treinta se está mercantilizando.
Lo
más curioso de esto y lo más paradójico también es que fueron los
primeros mentores hindúes que llegaron a América los que empezaron a prostituir el yoga. Siempre digo que el llamado «ministerio del yoga» que dicen que hay en la India tenía
que pedir perdón porque los primeros traidores al verdadero espíritu
del yoga fueron algunos mentores hindúes que lo mercantilizaron y lo
presentaron como una especie de pseudoyoga o yoga totalmente degenerado
con objeto de conseguir beneficios. Pero eso no es yoga en absoluto.
Aún persisten creencias equivocadas en torno a esta práctica, ¿cuál sería la más preocupante?
Siempre hago una diferencia entre yoga y yoguismo. Llamo yoga al «yoga verdadero»,
que es un método de evolución, de autorrealización, que implica poner
todos los medios para que una persona se humanice y se realice. Y llamo
yoguismo a este culto al cuerpo, a ese «jactarse» que lleva a intentar
mostrar a los demás quién es el más flexible y quién hace la mejor
postura. Pero esto en realidad se ha convertido en acrobacia circense y en postureo.
Podemos ver, por ejemplo, el postureo de muchas actrices que no saben
nada de yoga o el postureo de practicantes de pseudoyoga.
Lo más peligroso es que se traiciona la verdadera esencia del yoga.
Para distinguirlos puede servir el ejemplo de la joyería y la
bisutería. Está muy bien que haya bisutería, pero lo que no podemos
decir es que la bisutería sea joyería y tampoco podemos decir que el
juego de damas sea el juego de ajedrez porque son dos cosas diferentes.
Por otro lado, estos yogas agresivos, gimnásticos y circenses producen una enorme cantidad de lesiones.
Además,
ha surgido también un yoga pseudo místico basado en el «buenismo» y en
la hipocresía pseudoreligiosa que también es peligroso.
Por tanto
creo que hay que buscar la esencia y las raíces del verdadero yoga y es
lo que he intentado hacer después de 60 años en el mundo del yoga con
este libro, «El milagro del yoga».
¿Por qué
existen ideas preconcebidas sobre lo que es y lo que no es el yoga y por
qué nos creemos poco capaces de conectar con nuestro interior?
Si,
sobre el yoga hay una idea preconcebida y, sobre todo, supersticiosa,
pues en la India se le ha dado al gurú un papel diferente al que usamos
en Occidente. Muchas veces se rinde pleitesía ciega y abyecta al gurú. Y
el occidental debe aprender a discriminar y discernir porque si no, eso
puede dar lugar a otro fenómeno triste que llamo «la farsa de los gurús».
Me refiero a estos «gurús de masas» que llevan detrás una enorme
estructura de marketing y parafernalia. Pero todo eso es palabrería
porque no saben nada ni aportan nada, a diferencia del profesor honesto y
serio cuyo deber es basar las técnicas y los métodos en enseñanzas. Por eso, como puede leerse en mi novela «El fakir», siempre digo que soy un aprendiz y
el deber de todo aprendiz es seguir aprendiendo y nunca situarse en esa
posición mayestática que dice «yo sé, tú no sabes», «yo te inicio»...
porque todo eso forma parte de esa parafernalia de los «pseudo yogas»
que no tiene nada que ver con el yoga.
El yoga se mueve por experiencias y nunca por creencias. Por eso digo que no es una religión, sino que es espiritual porque
trata de que elevemos nuestro nivel de la consciencia. Pero no es
religioso porque no observa ningún culto, ni ningún dogma.
Es
importante que limpiemos el yoga de estos dogmas pseudo religiosos que
en lugar de engrandecerlo lo está muchas veces falseando. Por eso el
yoga no es hindú, no es budista, no es cristiano... El yoga es yoga.
¿Cuáles son las señales que indican que no estamos aprendiendo yoga con un buen profesional?
Lo
primero que tenemos que hacer es informarnos, no hay que cerrar los
ojos y meternos en una corriente pseudo mística o pseudo religiosa o
pseudo yóguica. El ser humano tiene una preciosa función mental que es discernir.
Hay que leer libros buenos de yoga, hay que informarse y hay que
indagar quién es el profesor, igual que hacemos cuando vamos al médico,
por ejemplo.
Las empresas de yoga y los monopolios de yoga
quieren monopolizar la práctica y están moviendo mucho dinero, formando
profesores constantemente (con cursos de 100 horas, de 200 horas, de 400
horas...). Es el caso, por ejemplo, de una empresa americana que se
está extendiendo por todo el mundo. Pero eso hace un daño terrible
porque «fabrica» profesores de yoga.
Por tanto,
el discernimiento, la información, intención de aprender qué es el
verdadero yoga y desconfiar y huir como si fuera de la peste de todas
las organizaciones de yoga que se autodenominan «no lucrativas» pero no
pagan a sus profesores y sí que cobran a los alumnos. Esto es realmente
vergonzoso. En definitiva, tener un poco de visión de este tema para tener un juicio sobre lo más claro posible.
También es importante saber para qué queremos practicar yoga,
porque si solamente lo quiero para tener un trasero prieto, para sudar y
para ser el más elástico del cementerio... si solo lo quiero para eso,
es mejor que se practique cualquier deporte. Y además el yoga no está
reñido con la práctica de otros deportes porque se puede hacer yoga
serio y compatibilizarlo con deporte perfectamente. Pero lo que no se
puede hacer es tomar el yoga como un deporte agresivo porque eso no es
el yoga, eso es lo que han vendido los primeros falsos gurús y es lo que
ha generado esa corriente.
Estamos en un mundo
hiperconectado y las redes sociales lo mueven todo, ¿cómo podemos
acercarnos al conocimiento de la práctica real de yoga en este contexto?
Si
una persona no sabe lo que es el yoga, pero siente esa llamada interior
porque quiere perfeccionarse, mejorarse, completarse, equilibrarse y
armonizarse, tendrá que empezar a indagar y ya el hecho de empezar a
indagar es comenzar con el yoga.
También hay que tener en cuenta
que hay numerosas modalidades tradicionales de yoga. El yoga físico o
psicofísico, el yoga mental, el yoga emocional, el yoga espiritual, el
yoga de la acción, el yoga de las energías... El yoga es un campo tan
vasto que, como sucede con otras disciplinas artísticas o culturales,
tenemos que estudiar, indagar y seleccionar. Y también saber lo que nos
conviene y lo que nos permite profundizar y no quedarnos en la
superficie, porque si lo hacemos incurriremos en el yoguismo, que es el
culto al ego y al cuerpo.
¿Cuáles
son los principales obstáculos que podemos encontrar en la práctica del
yoga? En su libro «El milagro del yoga» cita cuestiones como la
desidia, la pereza, la inercia o la indolencia...
En el yoga se valora mucho el esfuerzo consciente, la voluntad bien dirigida y, sobre todo, la motivación.
La motivación es importante. Veamos por qué. Si uno está en un campo de
concentración, su motivación será salir de allí. Pues en realidad lo
que sucede es que estamos en un campo de concentración, que somos
nosotros mismos, con nuestras emociones negativas, nuestros estados de
ánimo, nuestra ignorancia, nuestros apegos, nuestra codicia, nuestro
odio y... para ir desmantelando poco a poco todo eso necesitamos
motivación y voluntad, y sobre todo, ese anhelo de mejorarse y querer
evolucionar.. Lo que nos puede distinguir siempre del mundo animal es
evolucionar, mejorar, y procurar ir consiguiendo otro nivel de entendimiento y de consciencia.
No conozco nada tan poderoso para vencer la pereza y la apatía como el esfuerzo bien encaminado.
Las
personas que practican yoga buscan en unos casos obtener resultados
físicos, energéticos, psicomentales o espirituales.. Pero, ¿hacia dónde
se encaminan los yoguis que estén totalmente involucrados en la
práctica?
Se puede compatibilizar perfectamente ser un «yogui» con
la vida cotidiana. Siempre me he declarado un yogui urbanita, porque
estoy en la ciudad y compatibilizo mi vida de hogar con la enseñanza y
con mi búsqueda interior. Lo que necesitamos es tener un propósito firme
y tener, indudablemente, voluntad para saber por dónde estamos
caminando y a dónde vamos. Pero eso nadie nos lo tiene que decir porque
si confiamos en que lo diga un gurú estamos perdidos porque nos
volveremos copistas o imitadores de los gurús.
Cada uno tiene que
ser él mismo, pero es cierto que en el yoga valoramos mucho, por un
lado las enseñanzas y, por otro, los métodos. Es necesario que cada uno
vaya consolidándose con sus conocimientos y sus prácticas. El yoga es
una filosofía práctica, una psicología práctica de la vida y es una actitud.
Y el yoga es tan inabordable y desmesurado que por eso digo que sigo
siendo un aprendiz aunque lleve sesenta años practicándolo y
estudiándolo. Y por eso es penoso que alguien diga que domina el yoga en
tres días.
Ahora parece que hay más profesores de yoga que
alumnos. Y esto da lugar también a que los profesores sean maltratados
porque se les pagan cantidades ridículas, no se les asegura como
empleado y es tremendo lo que pasa. En realidad hay un lado muy oscuro
en el mundo del «tráfico del yoga».
¿Cómo debe ser un buen profesor de yoga?
El profesor de yoga tiene
que ser humilde, tiene que ser empático y tiene que saber que él
depende de los discípulos como los discípulos dependen de él. Pero hay
un síndrome que mi mujer Luisa, que también es profesora de yoga desde
hace 25 años, siempre denuncia y que es el llamado «síndrome de la tarima» que implica que en cuanto una persona se sube a dar clase en una tarima se cree superior y entonces, en lugar de superar o controlar su ego (que
eso es realmente el yoga), el ego se le desmesura. Y además, como decía
el estudioso de temas orientales Agustín Pániker, el hecho de que ahora
se mueva más dinero que nunca en torno al yoga ha hecho que hayan
surgido cada vez más advenedizos y charlatanes.
¿Es entonces el yoga una forma de vida? ¿Se puede practicar yoga en más momentos de lo que creemos?
Es importante hacer ver que el yoga es una técnica de vida, es un modo de vivir
y es una manera de ser. Es una actitud vital. Hay que llevar el yoga y
sus frutos a la vida cotidiana, al mercado, a la oficina, al ocio, al
trabajo, en soledad, en compañía... porque el yoga es un modo de vivir
desde la ecuanimidad, desde el contento interior, desde la compasión,
desde la atención, desde el esfuerzo bien encaminado y desde la calma
profunda que, además, se ha de transmitir a los demás.
domingo, 15 de noviembre de 2020
Dios creó tu alma silenciosa en el Bautismo, en un silencio inviolado. La llenó de sí mismo al descender a ella toda la Trinidad santa; nada más que para Él. Fue más tarde, poco a poco cuando el mundo hizo irrupción. El ruido la invadió, cubriendo la dulce voz de Dios. Desde el barullo se amplifica.