A menudo vemos que muchas personas no saben
cómo relacionarse bien con los demás, pareciera que algo las obstaculiza y ese
es el MIEDO.
Miedo de los padres a los hijos, miedo de
los hijos a los padres, miedo a formar una pareja o a no formarla, miedo a
jefes o subordinados, miedo al público, todo tipo de fobias que tienen una
sola raíz LA FALTA DE
CONFIANZA EN UNO MISMO POR UNA DEPENDENCIA PATOLOGICA DE LOS DEMAS.
Existen padres que compiten con sus hijos, se visten como ellos, quieren ser amigos y pierden toda autoridad frente a hijos confundidos que jamás aprendieron límites ni conocen qué significa obedecer. Padres que besan a los chicos en la boca, confundiendo las mentes de pequeños que ven que eso mismo hacen sus padres en la intimidad. Miedo de los hijos a defraudar a sus padres pues aprendieron a vivir presionados para complacerlos. Miedo de relacionarme en serio con alguien por temor a fracasar, temor a ser abandonado, temor a la infidelidad, temor a defraudarlo/a en la intimidad, temor, temor, temor. Miedo a ser malos padres y por consiguiente tratar a los hijos demasiado blandamente con lo cual se forman hijos con un alto grado de neurosis y dependencia, incapaces de tomar sus propias decisiones, de seguir una vocación definida, etc. etc. Miedo a encarar a un jefe tiránico y preguntarle directamente cuál es el motivo por el cual lo o la maltrata. Miedo a perder por ello el trabajo. Miedo a que se muera un ser querido. Miedo a hablar en público lo cual se traduce como miedo al qué dirán. Miedo a terminar una relación que sabemos que no está funcionando, ya sea de amistad o de pareja, o familiar y ese miedo condiciona para seguir siendo maltratada o maltratado.
Existen personas que esperan demasiado de
los demás y por lo tanto terminan sofocando cualquier tipo de relación. Esto es
debido a que se vive huyendo de sí mismo, de su verdad, de sus limitaciones, no
quiere verlas, le aterra la idea de la soledad en la que el silencio grita
todas las verdades juntas. Es importante que sepamos que NINGUNA PERSONA PUEDE
BRINDAR ALGO ABSOLUTO. Eso sólo puede hacerlo Dios. Ciertas personas me dicen
me siento muy mal cuando estoy solo, necesito la compañía de alguien, pero
sobreexigen a los demás; esperan de los demás un apoyo incondicional, un amor
y una protección ABSOLUTOS. De esta forma lo que se logra es que las personas
huyan de nuestro lado, lo cual aumenta el temor. Se genera un círculo vicioso
que durará hasta que la persona ansiosa en cuestión reconozca que necesita parar,
detenerse, observarse, calmarse, aquietarse, armonizarse (muchas veces con tratamiento
de por medio) y sobre todo atreverse a mirarse para AMIGARSE con sus miedos y
debilidades y además PERDONARSE cuando fue hostil, cargoso/a, totalitario/a,
sobre-exigente. Esto es fundamental para empezar a crecer y hacer que huyan los
demonios interiores de los distintos tipos de miedo que se han apoderado de la
persona. Todos anhelamos apoyo, protección, seguridad y confiabilidad. Y muchas
veces tratamos o estamos convencidos de que superaremos los miedos si se nos da
ese tipo de apoyo y protección por parte de los demás. Pero como hemos dicho, se
trata de un círculo vicioso: cuanto más nos aferramos a las personas, tanto
mayor es el temor de que esa persona decepcione mis expectativas y de que nos
quedemos solos con nuestra decepción. Nos auto compadeceremos diciendo que “no
me comprenden”, “no les importo”, “me tratan cruelmente” o bien la
criticaremos: “viste que no es tan santa?”, “viste que mal que obró?” etc. etc.
Se vive, por tanto, en un mar egoísta y egocéntrico que impide tener en cuenta que los
demás también tienen problemas y no somos quienes para exigirles que estén siempre
disponibles a nuestros caprichos. Este camino no conduce a ningún lado.
Jesús nos dice en Mt 10, 37 “El que ama a
su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí, el que ama a su hijo o a
su hija más que a mí no es digno de mí”. Estas son palabras que a muchos les
inspiran miedo en lugar de aliviarlos. Con estas duras palabras Jesús quiere
abrirnos los ojos para que categoricemos correctamente las relaciones. El no
quiere destruir el valor de la familia (no olvidemos que él nació en una) ni
tampoco quiere menospreciar nuestro amor a los padres o a los hijos. Pero sabe
que estamos en peligro si nos aferramos con temor a estos vínculos. Quien como
hijo o hija, está atado excesivamente a su madre o a su padre se siente
paralizado ante el miedo a perderlos. Son personas incapaces de hacerle frente a la vida
solos y hasta de vivir solos; se perpetúan en la casa de los padres. Tienen la
sensación de que no podrán seguir viviendo si ellos fallecieran. Atención
padres con la educación de los hijos en cuanto a las dependencias
neuróticas. De esta forma, las personas en
cuestión, se obstaculizan a sí mismas para
hacer lo que Dios quiere que haga. No están abiertos para recibir llamadas
distintas que pudiera Dios enviarles. El que gira siempre y sólo en torno a los
demás, equivoca su propia vida, de la misma manera lo hace aquél que gira siempre en
torno a sí mismo.
Hay muchos que “llevan a los padres al matrimonio”. Hijos varones que siguen atados a sus madres, hijas mujeres que anhelan que el marido se parezca al padre. Eso les impide entablar con el otro una relación sana en toda su diversidad y novedad.
Jesús nos quita este miedo
relativizándolo: cada uno de nosotros tiene algo que apunta más allá de las
relaciones. No debo olvidar este principio cristiano y básico: existe en todos
nosotros el núcleo divino, la vocación divina. TODOS RECIBIMOS UN LLAMADO DE
DIOS QUE DEBEMOS SEGUIR.
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