Existen personas que luchan para superar
sus distintos temores, reman y reman pero no avanzan. El fundamento de su vida
es frágil pues han tenido una mala infancia. Fueron lastimados a edad temprana.
No han experimentado seguridad y protección en la etapa clave de la vida.
Por ejemplo el caso de aquéllas mujeres que han tenido la experiencia de vivir el horror de la guerra, con muchas personas muertas y destrucción a su alrededor, y que por lo tanto pudieron haber estado imbuídas de ese miedo en el momento en que gestaban a sus hijos en su vientre de modo que, esos hijos nacieron con un temor indeterminado que se formó en el seno materno.
A veces tiene poco sentido querer investigar la causa precisa de tales temores, pero sí es importante entender y admitir que muy temprano en la vida se rompió ese fundamento seguro de la estructura de vida y que se está sobre un terreno incierto y quebradizo. Sólo SI ACEPTO que esto es una experiencia que me ha marcado, podré buscar una base sólida sobre la cual afirmarme, sin temor a que el piso se hunda. A algunas personas se les oye lamentarse permanentemente de sus carencias: “mis padres no me dieron el amor que un niño necesita”, “mis hermanos me maltrataban físicamente”, “fui abusada por gente que debió ser de mucha confianza”, “tengo mala suerte por haber nacido en el seno de una familia así”, etc. etc. etc. Pues yo les digo que todos estos pensamientos SON PARASITOS Y ESTAN LEJOS DE LA VOLUNTAD DE DIOS. APRENDAMOS A DESECHARLOS CON VIOLENCIA OPONIENDOLE UNA FRASE BIBLICA O JACULATORIA SIMPLE COMO PUEDE SER: “YO ESPERO EN DIOS PORQUE CREO EN EL”, “YO CONFIO EN DIOS QUIEN NO ME ABANDONÓ AÚN CUANDO ME MALTRATABAN”. ¿Acaso Dios Padre abandonó a su Hijo cuando estaba en la cruz? Pues ¿entonces en qué Dios creemos? ¿Tal vez en uno que hace magia y que tiene la obligación de evitarme TODO CONFLICTO, TODO MALTRATO, TODO SUFRIMIENTO EN ESTA VIDA? ¿Quién me enseñó esto? ¿Jesús? JAMÁS. Jesús habla clarito “En esta vida tendréis que sufrir, mas no temáis, yo he vencido al mundo”.
Nuestra fé sería muy débil e inmadura si pensáramos que porque somos creyentes, tendremos una tarjeta que nos garantizara no sufrir, no padecer, no morir físicamente. Jesús vino a enseñarnos a ser libres A PESAR DE TODO ESTO. Esa es la verdadera libertad interior de los hijos de Dios a la que se refiere Pablo.
En el Capítulo 14, Mateo nos relata lo siguiente: “Los discípulos subieron solos a la barca y remaron hacia la otra orilla. Pero la barca estaba en el medio del mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario” (Mt 14, 24). Mientras los discípulos se esforzaban y luchaban contra las olas, apareció Jesús frente a ellos en el mar.
Cuando lo vieron avanzar sobre el agua, “se turbaron, diciendo: “¡Un Fantasma! Y dieron gritos de miedo” (Mt. 14, 26). En vez de alegrarse porque Jesús viene a ayudarlos, sienten miedo. Consideran a Jesús un fantasma. Se ven frente a algo que no pueden integrar a su imagen del mundo. Proyectan su miedo sobre objetos de su entorno y ven fantasmas, no ven la realidad, el miedo los ciega. Es el miedo a lo desconocido, lo fantasmal, lo extraño.
A este miedo se dirige Jesús con las palabras “Tranquilícense, soy yo; no teman” (Mt 14, 27). Con las palabras “soy yo”, Jesús no sólo quiere decir a los discípulos: “No soy un fantasma sino soy aquél que los conoce, que hace poco estaba con ustedes”. En las palabras griegas “ego eimi”, también resuena la revelación de Dios en la zarza ardiente: “soy el que soy” (Ex. 3, 14). No tienen delante de ellos un fantasma sino a Dios. Su presencia debería transmitirles confianza y no miedo. Jesús nos es descripto contínuamente por los evangelistas, como aquél que nos quita el miedo frente a todo lo amenazador y demoníaco, aquél que brinda confianza en la vida de todos los atemorizados. Jesús tranquiliza el miedo existencial del hombre y le otorga nueva confianza, confianza en aquel que lo sostiene, en la vida que Dios nos ha obsequiado como algo bueno y en las propias posibilidades que hemos recibido de Dios.
Pedro de pronto encontró confianza y pensó para sí mismo: si Jesús puede caminar sobre las aguas, yo también podré hacerlo y así le dijo a Jesús: “Señor si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua”. Jesús le dijo: “Ven”.Entonces Pedro descendió de la barca y comenzó a andar sobre el agua hacia El. Pero cuando vio la fuerza del viento tuvo miedo y comenzó a hundirse. Luego gritó: “Señor, sálvame”. En seguida Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?” (Mt 14, 28-31). Con esta preciosa imagen vemos claramente que cuando Pedro observó el viento intenso, se hunde. De la misma forma cuando nosotros miramos nuestros problemas como grandes amenazas, el viento sopla con furia sobre nosotros, las olas que crecen, nos envuelven y nos hundimos. Cuando me invade el miedo, no debo dejarme llevar por él. De lo contrario, me arrastrará al abismo. Necesito un sostén firme. En este pasaje, la mirada a JESUS ES EL SOSTEN FIRME. No puedo escapar de mi miedo. Debo observarlo, pero no debo dejarme llevar por él. En mi temor, debo volverme a Aquél que me acepta con mi miedo y con mi desesperación, pero que tiene a su vez, todo bajo control. ¿Confío en esto? ¿Creo en esto? ¿Practico los sacramentos sobre todo asistir a Misa, comulgar, confesar? Los sacramentos son regalos que el Señor nos ha dejado para fortalecernos sobre todo en las dificultades que nunca faltarán. SOLO LA MIRADA DE JESUS ME PERMITE ANDAR SOBRE EL AGUA. Al tener la mirada puesta en él, ni siquiera notamos que no tenemos un suelo firme bajo nuestros pies.
Para mucha gente sin fe, Jesús es ajeno,
muy distante; la mirada hacia él no les parece un camino para superar el miedo.
Envidian a Pedro que, es salvado por Jesús. Pero estas personas continúan
envueltas en su temor. JESUS DENOMINA A LA FE, UN SUELO FIRME SOBRE EL CUAL PODEMOS ESTAR DE
PIE. LA FE ES POSIBLE
PARA TODOS. En medio de mi temor, confío en el que puede liberarme de mi miedo.
ESE QUE JAMAS ME DEJA SOLO. AUN A PESAR DE QUE YO NO CREA EN ÉL, PERO QUE SIN
EMBARGO ME INVITA A CULTIVAR MI FE, A FIN DE QUE CADA DÍA SE HAGA MÁS FUERTE,
HASTA PODER CAMINAR SOBRE LAS AGUAS SIN HUNDIRME.
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