Si hay una línea extraña en el Credo, ésa es con toda seguridad la de "padeció en tiempos de Poncio Pilato". El Credo no enumera los nombres de los apóstoles o los profetas, por ejemplo. Ni siquiera menciona a los autores de los evangelios, de cuyo testimonio depende la autenticidad del Credo. No, aparte de María, Madre de Jesús, el Credo sólo menciona a una persona: el procurador romano que ordenó la muerte de Jesús. ¿Por qué? ¿Con qué fin espiritual?. Una de las razones es que Poncio Pilato es la realidad histórica en la que se asienta la legitimación del Credo. Pilato nos brinda la prueba más obvia que tenemos de que los hechos que rodearon la muerte de Jesús se pueden verificar históricamente. Estos hechos ocurrieron realmente, no son ficción ni producto de la fantasía. No son imaginaciones de fanáticos religiosos. Pilato existió y ordenó la muerte de Jesús de Nazaret, y hay documentos que dan fe de ello. La muerte de Jesús está certificada en las obras del historiador romano Tácito. Poncio Pilato ordenó la ejecución, la muerte del predicador ambulante, el Nazareno, el taumaturgo, el "Hijo Único de Dios", aquél en quien él mismo -Poncio Pilato- "no encontró ninguna causa o razón para crucificarlo". ¿Por qué y qué supone esto para nosotros?.
A Pilato hay que tenerlo en cuenta por varias razones. En primer lugar, era el gobernador romano del territorio de Judea, puesto avanzado y cruce de caminos de un imperio que en aquélla época se extendía desde las Islas Británicas hasta Egipto y desde Armenia hasta Marruecos. Allí no era bien recibido ningún gobernador romano, pero los nativos no eran capaces de expulsar a los ocupantes. Los judíos eran impotentes frente a las legiones del imperio. En segundo lugar, Pilato, el último de una serie de gobernadores de corto mandato, todos ellos ineficaces u odiados, tampoco había conseguido hacerse querer por los judíos. Había ordenado colocar imágenes del emperador en toda Jerusalén. En territorio judío había hecho acuñar monedas con los símbolos religiosos de Roma. En otras palabras, el territorio a él encomendado se encontraba en una gran crisis política y Pilato luchaba desesperadamente por controlarlo.
Con posterioridad, el historiador judío Josefo, que estudia este período, describirá a Pilato como un hombre de fuerte voluntad, estricto y autoritario, pero también políticamente hábil logrando consolidar la presencia romana en la zona. Recaudaba impuestos y sofocaba los levantamientos que se producían esporádicamente, pero no intentó imponer la religión romana a los judíos.
A Pilato le tocó poner orden en un territorio que había estado durante años en estado de ebullición. Y lo hizo con mano dura, pero también de acuerdo con la ley. Le dijeron que Jesús, a quien muchos llamaban el "Mesías", constituía una amenaza y al que además algunos miembros del Sanedrín les gustaría eliminar en beneficio de su posición política. El Sanedrín y Pilato establecieron una sutilísima alianza política de contrarios para "beneficio" de ambas partes. Los miembros del Sanedrín querían mantener una comunidad ortodoxa. Pilato era el gobernador de un territorio extranjero que no permitía revueltas, ni amenazas de guerra, ni grupos dispuestos a hacer oposición. Esto mismo ocurre regularmente, todavía hoy, en donde se juzga y condena a inocentes más por razones políticas que morales.
El Credo nos dice que en la figura de Poncio Pilato está representada nuestra faceta humana más cobarde, aquélla tibieza que busca tranquilidad de conciencia a costa del sufrimiento que ocasionamos a otros. Tal vez no en tan gran medida, pero todos hemos tenido en algún momento de nuestra vida algún momento en el que hemos mirado para otro lado cuando se nos exigía un involucramiento que no quisimos ejercer.
Pilato es el modelo y precursor de todos nosotros. La historia de Poncio Pilato es el momento humano del Credo. Es nuestro momento. Es el punto en el que nosotros y nuestras vidas nos vemos probados en la fe.
Pilato habita el mundo que nos rodea y nos hace comparecer a todos, una y otra vez, a cada uno de nosotros, ante el estrado del juicio personal. Pilato hace que cada día de nuestras vidas examinemos nuestros motivos, nuestras respuestas a todas las cosas.
La historia es muy sencilla: Jesús de Nazaret se presenta y empieza a predicar una nueva sociedad, una nueva escala de valores, un mundo original de autoridad para el templo y el tribunal romano. Las implicaciones de ésto superaban todo lo imaginable. A cualquier sistema le resulta duro considerar la necesidad de cambiar. Pero aún más duro era para los líderes religiosos y para la autoridad del imperio reconocer que a la gente le gustaba lo que oía acerca de aquél hombre llamado Jesús. Los galileos lo seguían en masa. Los habitantes de las ciudades lo miraban con mucho interés. Demasiadas cosas del nuevo sistema y del viejo tendrían que caer. Tanto Pilato como los sacerdotes sabían que esto era verdad, por lo tanto había que hacer callar a aquél hombre, meterlo en la cárcel, incomunicarlo y desacreditarlo a toda costa. Si era necesario, había que eliminarlo.
Pilato no pudo encontrar en Jesús nada lo bastante grave como para condenarlo, sin embargo los sacerdotes le recordaron que Jesús "amenazaba la seguridad del trono" y en Roma se podía considerar a Pilato como un traidor. Además la multitud le pedía a gritos que liberara a Barrabás y no a Jesús, como él esperaba. Pilato quedó en el medio de la situación, como tantas veces nos ocurre a nosotros: la justicia estaba de un lado, los intereses, del otro. Pilato se movió con muchísimo cuidado, pero siempre en beneficio propio. Prefiere la seguridad, a lo que le dicta su conciencia. Pilato también vive en nosotros y se niega a sacrificar su persona por el bien de otros.
Pilato es la parte de mi corazón que no puede tomar una decisión, que no puede oponerse a la multitud, que no puede defender la verdad por encima de la exigencia personal. Pilato es esa parte de nosotros que no defiende el bien, que no consigue ver la dignidad humana en los condenados, en la cara menos amable de nuestro mundo. El Pilato que hay en cada uno de nosotros pone a prueba todos los ideales que proclamamos con autoridad y enfáticamente en el resto del Credo. No tengo ninguna duda que, al menos para mí, Pilato está en el Credo como una prueba sólida de que Jesús no está realmente a salvo conmigo. No todavía.
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