domingo, 12 de diciembre de 2010

EL ARTE DE ENVEJECER

Anselm Grün

Sólo tendrá una vida lograda aquél que hace frente a su propio envejecimiento. Envejecer es un arte. El que aprende el arte de envejecer puede permitirse cometer errores.

En el Otoño de nuestras vidas se trata de contemplar y disfrutar de la belleza. Ya no es necesario producir; basta con que SEAMOS.

Envejecer es pasar; transformarse sin perder el propio yo: rescatar una y otra vez una diminuta porción de experiencia y agregarla a una gran porción de esperanza.

La persona de edad avanzada debe volverse hacia adentro, replegarse en su propio ser y descubrir la riqueza de su propio interior. El sentido de la vejez consiste, según C. Jung en aceptar que decrecen las fuerzas físicas y mentales y dirigir la mirada hacia adentro. La riqueza del ser humano yace en su alma. La vejez nos invita a mirar dentro de nosotros y descubrir allí el tesoro de los recuerdos y la riqueza interior que se expresa en imagenes y experiencias.

Según Romano Guardini, "la persona anciana se halla próxima a lo eterno. Aquél que tiene la mirada fija en lo eterno, en Dios y su reino, relativiza todo lo terrenal".

No basta con prolongar y aliviar la vida del anciano con recursos médicos. Es necesario redescubrir el valor y el sentido de la ancianidad.

El primer sentido y la primera tarea de la persona en su vejez será la de adquirir mayor sabiduría. Sabia es la persona que se saborea a sí misma y deja un sabor agradable en los que tienen trato con él. Le agrada su vida y está en armonía consigo misma. Por ende, parte de ella un "sabor" a paz y libertad, calma y serenidad. Pero sólo el que se acepta y afirma sin condiciones saborea su propia vida.

En la vejez sólo podemos aceptarnos si hemos edificado nuestra vida sobre cimientos sólidos, es decir, si la edificamos sobre Dios.

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