Una de las grandes verdades que aparece en la sabiduría tradicional, en casi todas las variedades de esta tradición, es que tenemos que descubrir nuestra propia realidad interior. No podemos vivir nuestra vida en base a las experiencias de otras personas, en otras palabras, hay que dejar de vivir nuestras vidas de segunda mano y para hacer esto hay que ir más allá de la superficialidad de las cosas. Hay que profundizar. No podemos vivir encontrando la realidad en dos dimensiones. El Tao Te Ching dice: "El hombre grande permanece en lo que es real, no en lo que está en la superficie."
Y lo que es real es la estructura interior, la realidad interior. Hay que ir hacia adentro. Buscar lo real, no lo superficial.
Hay una realidad: una ley general de la condición humana es que para entender al universo, nos tenemos que entender nosotros. Solo al entendernos y valorarnos podemos trascendernos, elevarnos, como dijo Jesús, renunciar a nosotros mismos. El camino de la meditación es el camino a esta profundidad de entendimiento, a esta profundidad de ser. No por análisis o reflexión, primero tenemos que tener algo que analizar, algo sobre lo que reflexionar.
El camino de la meditación nos invita al silencio, a la quietud y a la reverencia en la profundidad de nuestro propio ser. Parte del problema que tenemos es que siempre procuramos analizar la superficie buscando encontrar profundidad. Pero es cuando entramos en la profundidad que encontramos la verdad sobre de la superficie.
Este camino requiere simplicidad, fe y fidelidad.
La meditación es el proceso en el que entramos en nuestra propia realidad interior, y lo extraordinario de este proceso es que al entrar en nuestro propio centro entramos en contacto con el centro de toda realidad.
Siempre usamos palabras como: Dios, Verdad, etc. para buscar explicarnos pero no son palabras que vengan de nosotros. Y parte de la ansiedad que tanta gente siente ahora viene de tener solo una explicación de la realidad de segunda mano.
El proceso de meditación requiere de simplicidad, cada uno tenemos que aprender a dejar ir.
Tenemos que dejar ir y lanzarnos a la profundidad. Aunque tengamos miedo particularmente cuando la profundidad es infinita, pero nos tenemos que lanzar a la infinita profundidad de Dios. Esto es de lo que se trata el camino.
Piensen en el proceso por un momento, ahora que meditemos juntos, anclemos físicamente nuestro ser en nuestro lugar, y estemos en silencio, en quietud y en reverencia, cerremos nuestros ojos suavemente, recitemos, repitamos en nuestro corazón, en silencio, con gentileza: Ma-ra- na- tha, este proceso debe estar lleno de gentileza, no es un proceso violento, no es un martillo golpeando en un yunque. Debemos aprender a recitar nuestra palabra con delicadeza y cariño. Recitemos la palabra, desde el principio al final de nuestro periodo. Escuchándola, sin pensar, sin pensar en nosotros, sin pensar en Dios o en el significado del mantra. Simplemente recitando nuestra palabra continuamente.
Al principio hay que tener fe que esta recitación del mantra es una actividad que tiene significado, hay que tener fe que es un camino a la profundidad de entender, a la profundidad de la experiencia. La convicción de la realidad en que estamos enraizados es el acto de fe que hacemos basados en la autoridad de la tradición que hombres y mujeres han caminado por aquí a través de los siglos con generosidad, amor y fidelidad y en el proceso han llegado a la Sabiduría, a la Compasión.
La invitación a meditar es una invitación a parar de vivir de segunda mano y un llamado a descubrir nuestra propia capacidad espiritual, la impresionante riqueza de la capacidad humana anclada en la realidad divina, y una invitación a estar abiertos a este poder, a ser energizados por el y dejarnos arrastrar a las profundidades de la realidad divina.
Debemos tener cuidado con intoxicarse solo por el mensaje, la buena nueva, por el Evangelio. Tenemos que entrar, probar, ver y sentir. Y la meditación es el proceso de entrar, probar, ver y sentir. Así que di el mantra en la mañana y por la tarde- que sea el centro de tu vida, esto es lo importante.
Me vienen a la mente las palabras del poeta Sufi: Attar
Vengan átomos perdidos
A su centro
Sean espejo de lo que vieron:
Rayos que se desparramaron en la ancha obscuridad
Regresen y a su Sol ríndanse