domingo, 14 de agosto de 2011

ASUNCION DE NUESTRA REINA Y SEÑORA

Santa María, al contemplar tu Asunción a lo más alto del cielo, toda tu vida queda iluminada con una luz nueva. Al igual que acontece con tu Hijo, que se comprende toda su enseñanza y la razón de su entrega teniendo en cuenta su Misterio Pascual, así sucede al mirarte en tu glorificación.

Tu Asunción al cielo permite redescubrir el valor de tu silencio, discreción, humildad y dolor como parte de este triunfo y exaltación, junto a tu Hijo Jesucristo, junto a Dios.

ImageLa vida de Nazaret, tu opción de obediencia y virginidad, tu entrega a la voluntad divina, tu solidaridad con las necesidades de los demás, desde tu Asunción, constituyen un referente esencial a la hora de un proyecto de vida.

Durante la historia ha habido muchos discípulos de tu Hijo que han mirado vuestra forma de vivir, para hacerla referencia existencial y tomarla como opción y forma de vida. Hoy, no sólo se ilumina tu historia y se convierte en paradigma para quien desea encontrar un modelo de existencia, sino que al contemplarte en el cielo, nos surge un sentimiento de confianza.

Si en vida fuiste la mujer servicial, sensible, discreta, compasiva, intercesora, ¡cuánto más lo serás ahora, en la posibilidad que te ha dado Dios de estar junto a Él, para interceder por quienes recibiste al pie de la cruz como hijos tuyos, por quienes peregrinamos aún por este desierto hacia la tierra de la promesa, donde tú habitas.

Santa María, compadécete de los mayores, de aquellos que como Isabel y Zacarías, viven momentos de especial necesidad, para que sientan el gozo de sus vidas plenas.

Santa María, Tú que fuiste sensible en Caná de Galilea a la carencia de vino, ruega a tu Hijo una bendición especial para las familias. y logra el regalo de la abundancia de amor mutuo entre los esposos que sufren el acoso de la ruptura y de la quiebra de su fidelidad.

Madre y maestra, que acompañaste el proceso de crecimiento de Jesús, intercede por todos los que tienen el deber y la misión de educar, y por quienes están en la edad más difícil, para que como tu Hijo crezcan en edad, sabiduría y gracia.

Madre de Dios, que concebiste en tu seno, por obra del Espíritu Santo, al Verbo eterno, y le diste tu carne y tu sangre, para que se formara en tus entrañas como uno de nosotros, protege a todas las madres y concede generosidad a quienes están llamados a ser fecundos y responsables con el don de la vida.

Virgen nazarena, tú sabes bien de horas de silencio y trabajo doméstico, de dolor junto a la cruz. Intercede por los que son llamados a consagrar sus vidas en los claustros, y a ser manos samaritanas, para que sean testigos del rostro luminoso de tu Hijo.

María, llena de gracia, consagrada de Dios desde antes de nacer, mira a los niños y mira a los que se sienten llamados a seguir tus pasos por las sendas del Evangelio.

Santa María, ruega por nosotros a tu Hijo, triunfador de la muerte, y concédenos vivir siempre con la esperanza de contemplar vuestros rostros resplandecientes.

Amén.

Angel Moreno de Buenafuente

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