miércoles, 10 de agosto de 2011

ESPIRITUALIDAD MISTAGOGICA


A. Grün - Meinrad Dufner

Una espiritualidad es mistagógica cuando "inicia" o introduce al individuo en el misterio de Dios y en el misterio de la persona. Desde el punto de vista histórico la espiritualidad fue siempre mistagógica. Su objeto era la introducción del hombre en la experiencia de Dios. Todas las prácticas ascéticas eran medios para remover los obstáculos que impedían o dificultaban ese encuentro con Dios.

Las enseñanzas sobre los 8 logismoi o demonios en el monacato antiguo no deben entenderse como espiritualidad moralizadora sino mistagógica. Porque no se trataba en ella de una técnica para evitar faltas sino de orientaciones para facilitar un contacto más íntimo con Dios y un encuentro más real con la verdad de sí mismo.

Nunca describen los monjes la meta del camino espiritual en términos de perfección moral sino utilizando conceptos de la psicología, en términos de pureza de corazón (Casiano), de Apatheia (serenidad de espíritu o ausencia de pasiones), o Amor Puro en Evagrio Póntico, Ataraxia (ausencia de miedo) en Atanasio.

Los 8 principios son conductas psicológicas desordenadas que entorpecen el proceso de nuestra humanización, el encuentro abierto con Dios y no nos dejan estar libres para El.

La pureza de corazón significa libertad interior, una libertad en la que el hombre llega a ser él mismo, sin dejarse zarandear de acá para allá por sus pasiones y deseos, sin dejarse manipular por las expectativas e imposiciones de los hombres. La espiritualidad mistagógica es una autoexperiencia nueva y saludable vivida en el contacto y unión con Dios. La ascética es una ayuda, una introducción del hombre en la unión con Dios, y dentro de ésta, en la unidad consigo, con todos los demás y con toda la creación.

La espiritualidad moralizadora tiene como principal objetivo evitar las faltas y pecados. Parte del ideal de perfección moral y está constantemente creando escrúpulos de conciencia. El más grave error en los dos últimos siglos ha sido la equiparación de fe y moral. En el primer milenio de existencia de la Iglesia no sucedió así. El objetivo de entonces era la experiencia espiritual y la unión con Dios. Pero cuando hacia el año 1700 se impuso en Francia la tendencia moralizadora de Jansenio sobre la corriente mística, se centró la atención espiritual en los pecados para evitarlos, especialmente los pecados sexuales. En todo se veía culpabilidad sexual, y se consumieron todas las energías en un angustioso esfuerzo por evitar las faltas morales. El jansenismo secó la vida espiritual en Francia. Todo se contemplaba con estrechez de miras y angustias de conciencia, y aún hoy estamos sufriendo las tristes, funestas, consecuencias del jansenismo.

Es evidente que no existe vida espiritual sin moral. Pero la moral es una consecuencia de la vida en el Espíritu y no a la inversa.

Los moralizadores giran en torno a sus propias sombras. Al contrario, el que anuncia de manera creíble la vida en plenitud que Cristo nos ha traído, es mejor instrumento en manos de Dios para que toque con su gracia los corazones moviéndolos a conversión y renovación, y los llenará más de esperanza que todos los intentos moralizadores.

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