martes, 4 de octubre de 2011

SAN FRANCISCO DE ASIS


Francisco vive profundamente la vida cotidiana.

La fuerza y actualidad de Francisco proviene de la vigencia de cómo vivió profundamente la vida cotidiana; encarnó tan profundamente el evangelio que conquistó a los leprosos y a los pobres, a los sencillos y a los hombres y mujeres de toda condición. La experiencia de Dios está tan presente en todo que ocupa un lugar especial en su vida, la justicia, la paz y la integridad de la creación; por eso es uno de esos hombres raros, que sabe sintonizar lo personal y lo comunitario, lo espiritual y lo social, la fraternidad con los hombres y la fraternidad cósmica y universal, como pone de relieve en el cántico de las criaturas. De ahí su originalidad y sencillez. Francisco defiende a los leprosos, al igual que Jesús saca asnos de la zanjas el sábado, o se relaciona con naturalidad con las mujeres, convirtiéndose en portador del don del Evangelio en toda situación. Francisco de Asís no fue un simple romántico de la existencia, un santo que cantara entusiasmado al buen Dios y a toda la creación, sin olvidarse de las situaciones sangrantes de cada día. Fue un cristiano, un cristiano pobre, que miró al cielo, pero vivió intensamente en la tierra, en la hermana madre tierra, con la que se comprometió, porque sus propias convicciones se lo exigían; se comprometió a vivir al interior de la Iglesia a pesar de los desencantos de su tiempo; se comprometió a vivir radicalmente el Evangelio, respetando a todos los hombres, ejercitando la paz en una sociedad de tensiones.

Todo lo que Francisco vivió tiene vigencia permanente porque asumió en sí las inquietudes más profundas del hombre y todas las inquietudes las canalizó para estar en armonía con todos y con todo.

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