El pasado sábado 29 de junio, el
movimiento American Atheists inauguró en una pequeña ciudad de Florida, el
primer monumento al ateísmo en EEUU. Está ubicado a pocos metros del monumento
a los “Diez Mandamientos”, e incluye una lista de los castigos divinos que
recoge la Biblia
por trasgredir esos preceptos.
Tienen razón los ateos de negar al dios que
niegan, pues no existe. Pero afirmar que no existe ¿no es tan dogmático como
afirmar que existe? Sí, es una opción imposible de demostrar. Creo, sin
embargo, que es más coherente con las ciencias actuales y con todas las
místicas pensar que no existe el dios que pensamos o negamos en nuestros
conceptos.
De modo que diré: Un dios que impone mandamientos y castiga a
quien no los cumple no existe. El dios representado, imaginado, pensado de la
manera que fuere no existe. “Si comprendes no es Dios”, dijo San Agustín, que
algo sabía. Todos los que saben o saborean, todos los que vislumbran o “ven” a
Dios con los ojos del corazón pero también con los ojos de la cara en todo
cuanto ven, coinciden en decir que Dios no es neti… neti (“ni una cosa ni
otra”) (escrituras hindúes), “ni esto ni estotro” (San Juan de la Cruz). El dios de los dogmas,
ya sean comprendidos o ya sean “creídos” como incomprensibles, no existe.
El dios que se revela y actúa solo cuando
quiere y solo para algunos no existe. El dios que condena y el dios que perdona
(dos caras de la misma moneda moralista) no existe. El dios que necesita
intermediarios humanos y jerarquías sagradas no existe. El dios con una
“psicología” semejante a la nuestra no existe.
Todas esas imágenes de Dios son demasiado
comprensibles: son simples imágenes con las que las neuronas de nuestro
maravilloso y pobre cerebro “entienden” el mundo. Ese dios es un constructo
humano, como todo el lenguaje. Aquello que comprendes como dios, eso no es
Dios. El monumento americano ateo es tal vez un homenaje al Dios Desconocido,
al Misterio, a la Realidad
inabarcable que nos abriga y nos habita.
Es nuestra salud y salvación. No es un ente
supremo, como cree el teísmo, pero tampoco es la pura nada o el No-Ser, como
cree cierto ateísmo. No es un ente: es el Ser. No existe: es la Existencia. No es
Nadie: es en todos. No es nada: es el Todo en todo. Y no necesita monumentos a
favor ni en contra. ¿No apuntaba a eso el “Dios ha muerto” de Nietzsche, más
allá del teísmo y por lo tanto también del ateísmo? Tenía razón.
No sé cómo llamarLO, pero necesito decirLO. Sé que no es lo que digo, pero es
la manera de decirme del todo, de decir lo Indecible en toda la Realidad más allá de la
palabra. Es la Bondad
Feliz y compasiva en la entraña del ser, en la trama de la
historia. Es la promesa de que se ha realizado y se realizará la profecía del
Génesis: “Todo era muy bueno”. Es el testigo de Abel el inocente, y es la señal
de protección en la frente de Caín el asesino. Es el pálpito eterno de la vida
y de cada partícula atómica. Es la Conciencia universal en el corazón del espacio y
del tiempo. Es el abrazo de los amantes, la súplica de los sufrientes, la
memoria de todos los muertos.
Necesito invocarlo, para sentirme a la vez
invocado desde el fondo de mí mismo y de todos los indigentes. Es invocación,
intercesión, interser. ¿Es un tú? No como lo entendemos, aunque no es menos que
lo que entendemos: es infinitamente más. Es absolutamente otro y por tanto
No-otro del mundo. No es una parte del todo, ni la suma de todas las partes. Es
Él/Ella/Ello, Yo/Tú/Nosotros/Vosotros/Ellos. Es más allá, más acá, de todo
género, número y concepto. Es relación, respeto, reverencia. Es cuidado,
atención, ternura. Es la GRACIA
de SER. Es el SER como GRACIA. ES.
Y tú también, en el misterio de tu ser más
verdadero, más allá de toda unidad y dualidad, tú también eres ESO, pues como
dijo el poeta “pagano”, citado por san Pablo en el Areópago de Atenas hace dos
mil años: “En Él vivimos, nos movemos y existimos”.
Para orar o decirse:
Contemplo cada
cosa y digo: Dios.
No porque sea
Dios. Pero las cosas tienen un corazón donde tú habitas, un corazón de sombra y
de silencio: (Donde acaba la nada Dios
empieza).
Y las cosas se
quedan de rodillas con sus manos de espera levantadas rezando oscuramente y sin
sonido.
Se dicen
simplemente. Su plegaria consiste simplemente en ser ahí y estar dichosas.
Y yo no me
resigno: no quisiera ser silenciosa piedra que no sabe sino decirse a solas
simplemente.
(Jesús Tomé,
Ciudad Rodrigo, 1927)
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