"Yo os digo que hasta de cualquier palabra ociosa que hablaren los hombres han de dar cuenta en el día del juicio" Mt. XII, 36.
Señor, guarda mi boca y pon un candado a mis labios para que no se deslice mi corazón a palabras maliciosas, que sirven de pretexto al pecado. (Oración durante la incensación en la Misa). |
Un
filósofo chino ha dicho: “Los americanos no son felices; ser ríen
demasiado.” Una risa ruidosa es disipación; una sonrisa es comunión. La
risa es chillona y sale de fuera del corazón; la sonrisa es tranquila y
sale del interior del corazón. ¿Por qué tiene tanto atractivo el ruido
en la moderna civilización? Probablemente porque las almas carentes de
dicha y desilusionadas tienen necesidad de él para no fijarse en su
insatisfacción. Ninguna casucha es tan pequeña ni está tan oscura, tan
húmeda ni deteriorada como el interior de un modernista. El bullicio y
el ruido externo apartan al alma de la contemplación de las heridas
íntimas y retrasan su cicatrización.
Cuanto
más nos aproximamos al espíritu, tanto más aumenta el silencio. A cada
paso que da la criatura hacia el Creador, disminuyen las palabras. En
los comienzos, el amor habla; luego, al profundizar en su abundancia,
desaparecen las palabras. Al principio está el Verbo hecho carne;
después, el Espíritu, que es demasiado profundo para las palabras. Al
principio, el Verbo se “expresa” en Galilea; luego vienen los nueve días
de silencioso retiro, en espera de Pentecostés.
El silencio es la condición ambiental que mejor favorece el recogimiento, la meditación, la oración y la escucha de Dios; porque Él habla en el silencio y hay que saberlo escuchar. |
Son
tontos los que dicen que sólo se quieren porque les gustan las mismas
cosas: los paseos de otoño, la música de Wagner, la poesía, los valets o
los objetos raros. Estas predilecciones “exteriores” no les servirán
para nada si no se quieren entre sí en silencio. El amor aumenta y se
despierta con el silencio. La amistad nace con las palabras; el amor
proviene del silencio.
También
tiene el silencio armonías y equilibrio. Se precisan cuando menos dos
personas para producir verdadero silencio. En el desacuerdo puede
existir silencio, pero no comunidad de paz. El conferenciante que no se
ha preparado habla más que el que se preparó. Cuanto más clara es la
intuición de la verdad, menor es el número de palabras que se necesitan.
En Dios sólo existe una Palabra que resume todo lo que se conoce o debe
ser conocido.
La
clave del misterio de María, Madre de Jesús, la tenemos en su silencio.
Los Evangelios solamente nos recuerdan hablando siete veces a lo largo
de los treinta y tres años de íntima convivencia con Su Divino Hijo.
Esto desmiente a los que atribuyen locuacidad a la mujer. La Virgen se
calló aun en momentos en que creemos que debiera haber hablado. ¿Por qué
no descubrió a José cuando pensaba repudiarla que el Niño lo había
concebido en el templo de Su Cuerpo por el amor del Espíritu Santo? Tal
vez le impulsara a frenar su lengua un sentido de pudor femenino, pero
parece más probable que callase por saber que Dios, que había empezado
el milagro en ella, aclararía también el misterio.
Es
una regla absoluta de santidad no justificarse nunca ante los hombres.
El Evangelio nos dice sencillamente que, acusado falsamente ante los
jueces, “Jesús callaba.” El Señor nunca contestó a una mentira.
Muchas gracias Susana , tu blog me ayudo muchisimo cuando estuve en cama 30 días por una fisura de rótula sin poder trabajar . Es muy lindo y genera nuevas maneras de ver las cosas . Te agradezco tu empeño y esmero muy bueno .de nuevo Gracias Claudia Vidal Martínez Bayo.
ResponderEliminarGracias hermosa!!! Juntas en comunión de oraciones siempre!!! Rezo por todos ustedes!!! Les pido rezar por mí!!! Gracias!!!
EliminarGracias Susana por compartir tu blog...es gratificante leerlo nos invita a seguir creciendo en la oración silente..!!!! Mercedes Elorza de Flores.
ResponderEliminarGracias Mercedes querida a vos y a todos los que lo siguen!!! Beso grande a la querida tierra venezolana. Oramos intensamente por la paz.
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