Jesús nos habla constantemente del infierno. Estos pasajes en su mayoría nos quieren prevenir de pasar aquí en esta vida situaciones infernales. El pecado, la opción por el mal, siempre lleva al infierno, siempre quita la paz, siempre complica nuestra existencia y la de los demás. Por ejemplo en Mt 25, 30 nos dice textualmente que eso es lo que ocurrirá con aquél tercer sirviente que entierra el talento: “allí habrá llanto y rechinar de dientes”. Ese llanto y ese rechinar de dientes será aquí en la tierra. De toda persona codiciosa, temerosa de compartir sus bienes, por ejemplo, podemos inferir que no es feliz. Y así podríamos tener innumerables ejemplos, como aquéllos mafiosos, corruptos, narcotraficantes, terroristas, idólatras, envidiosos, YA ACÁ VIVEN EN UN INFIERNO. El infierno es una imagen de la autodestrucción que se ocasiona el mismo ser humano al darle la espalda a Dios en esta vida. En otras palabras, el ser humano que opta por el mal.
También a aquéllas personas que quieren controlar todo lo que hay en su alma, la vida se les sale de control con toda seguridad, su vida puede ser la experiencia del infierno. ¿Cuántos casos podemos encontrar de verdaderas experiencias infernales aquí en la tierra? Gente que se odia, que vive en la violencia, que busca venganza, que envidia, que se compara permanentemente con los demás, que piensa que la culpa es del mundo y no se atreven a mirarse a sí mismos para superar sus prejuicios, que critican, que difaman, que mienten, que explotan a los más vulnerables, todos ellos viven en un infierno, aunque tengan esa imagen de éxito porque conducen un Audi o una Ferrari o vivan en una mansión. Personas que se cierran a todo diálogo, que no aceptan la condición de debilidad del prójimo porque no aceptan su propia condición débil y pecadora, no tienen paz. Personas llenas de miedo de sí mismos, miedo a encontrarse con su propia verdad, se deprimen, lloran, huyen sumergiéndose en las drogas, el alcohol, éso es el infierno en la tierra.
Sin embargo hay otras palabras de Jesús que se refieren al infierno que nos puede esperar después de la muerte. En Lc 13, 24 Jesús nos dice “Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán”. A aquéllas personas que han vivido de espaldas a sí mismas, que no han tenido ningún acceso a su propio corazón, Jesús les dirá: “No se de dónde son ustedes, ¡apártense de mí todos los que han hecho el mal. Allí habrá llantos y rechinar de dientes cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios y ustedes sean arrojados fuera” (Lc 13, 27-28).
Jesús no pretende hacer una estadística de cuántas personas irán al cielo y cuántas al infierno. Con su amonestación lo que quiere es animarnos a que abramos los ojos, y vivamos conscientemente, pues en algún momento será demasiado tarde para quien vive mucho tiempo desvinculado de su corazón. Ya no encontrará la llave para abrir la puerta de su corazón y se habrá excluido a sí mismo. A más tardar, puede suceder como ya lo hemos dicho que en la muerte, se den cuenta de lo que han desperdiciado y sentirán el dolor que produce el saberse autoexcluidos. Jesús quiere que desde ahora estemos en contacto con nuestro corazón y nos abramos a Dios; que sigamos los caminos que llevan a la Vida. Jesús nos advierte para que no vivamos dormidos; nos quiere despiertos para que vivamos atentos y hagamos justicia a la realidad.
La imagen del infierno es antiquísima y
aparece en otras religiones. Se lo ha representado como un lugar de crueles
tormentos, como un lugar de castigo donde no queda ninguna esperanza. ESTA
IMAGEN NO TIENE NADA QUE VER CON EL CRISTIANISMO.
El escritor ruso Fiador Dostoievski dice que el infierno es “el dolor de no poder amar más”. NO ES DIOS QUIEN ENVIA A ALGUIEN AL INFIERNO; éste consiste más bien en que el ser humano se cierra ante Dios y tiene que soportar su propia maldad sin que el amor de Dios que todo lo perdona, pueda transformarlo, ESTO ES EL INFIERNO. ES LA PROPIA ELECCION DEL SER HUMANO QUE SI BIEN SE ENCUENTRA CARA A CARA CON CRISTO, NO PUEDE NI QUIERE OPTAR POR EL, AUNQUE SUFRA, NO SE ARREPIENTE.
Hoy al hablar del infierno, por una parte tenemos que evitar la minimización y por la otra no podemos caer en los sermones sobre el infierno de los años cincuenta del siglo pasado con los cuales se asustaba a las personas y se les hacía mucho daño.
La Iglesia primitiva se ocupó muy
poco de la imagen del infierno. Recién en el siglo V, cuando las condiciones
sociales cambiaron, y multitudes de
personas se volcaron a la
Iglesia, se empezó a usar la imagen del infierno para obligar
a los creyentes, mediante el miedo, a vivir según Cristo. No nos olvidemos que
en esa época los eruditos eran los clérigos y religiosos, el pueblo, sin
embargo, era muy simple, muy pobre, iletrado y por lo tanto se aplicó el método por el cual “lo que no entraba por la razón tenía que entrar por el miedo”.
Todavía en algunas personas quedan reminiscencias sádicas y agresivas, sobre todo cuando desean que el otro arda eternamente en el infierno. También hay muchos cristianos fundamentalistas que creen saber con exactitud quién merece caer en el infierno. Le arrebatan con su soberbia, el lugar a Dios. Este es un riesgo que se corre al hablar del infierno, las exageraciones, pero también el otro peligro es restarle importancia.
¿Cómo podemos hablar adecuadamente del infierno? Pues sencillamente sabiendo que existe la posibilidad del infierno, pero no es deseable para nadie. Existe la posibilidad del fracaso y de cerrarse definitivamente a Dios. Repetimos, no es Dios quien lanza al infierno sino que es el ser humano el que se lo creará si se cierra definitivamente a Dios, al BIEN, al AMOR y, por tanto rechaza el ofrecimiento de su salvación.
Como cristianos debemos tener la esperanza de que el amor de Dios venza sobre la maldad del pecador y así lo abrirá a entregarse a El, pero esa apertura no se dará sin dolor, como lo hemos visto en el Juicio y en el Purgatorio. Dios es misericordioso, pero muy JUSTO.
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