Me permito compartirles un trabajo que realicé para el Taller Literario al que concurro en la Universidad de Quilmes. Espero que les guste.
"Hay tardes en que todo huele a enebro quemado para reafirmar este Otoño de brotes tardíos confundidos en una falsa Primavera que insiste en generar vida, mientras se van
cayendo las hojas y son cortadas las ramas que sostuvieron nidos ya vacíos.
Todo me habla de cambios, de días más cortos con soles más tibios, de pausa, de tardes junto a la chimenea escuchando a Brahms o algún nocturno de Chopin para acentuar la melancolía del tiempo que no se detiene.
Y reflexiono en la vida que transcurre quietamente por momentos, pero agitada en otros. No me dejo arrastrar por la agitación. Permanezco quieta en mi centro desde donde vivo. Allí hay paz eterna aunque afuera haya tormentas.
Todo está en orden. La naturaleza es obediente y sabia. Se empeña en seguir contando cuentos nocturnos, diurnos. Agradece la creación aunque el hombre la maltrate y busque su autodestrucción, tratando de destruirla. El hombre no aprendió a leer.
Todo está bien en lo eterno. Observo el parque que día a día me enseña algo distinto, algo profundo, algo que queda. El árbol no se queja del hacha pues explotará lleno de vida dentro de unos meses. Aprendí yo también a no quejarme, a hacer y a ser y sobre todo a esperar.
He aprendido a rendirme con humildad ante aquello que no puedo explicar con la limitada razón. He dejado de endiosar a la mente, muy pequeña para entender el misterio del hombre, del universo y de mi existencia.
Esta es una de esas tardes en que tienes el espíritu abierto a la sabiduría del tiempo y de las cosas. El humo de la alfombra amarilla quemándose no ahoga al bosque, simplemente le recuerda que es tiempo de descansar pero permaneciendo de pie, para enfrentar la crudeza del invierno sin sucumbir cobardemente ante la adversidad. Y sigo aprendiendo. Me preparo, medito, reflexiono y sobre todo leo. Leo en las hojas caídas e incendiadas, en la gente que sufre a veces inútilmente porque no sabe leer, porque pelea contra sí misma, contra la vida, contra los sueños. Leo en las personas que sonríen y contagian alegría aún cuando su vida ha sido muy difícil y cuando me asalta la tentación de pensar que el hombre es una pasión inútil, que no tiene remedio, esa tentación que busca hundirme en un mar de negatividad, una amorosa voz me dice”Despierta. Estoy yo aquí. Levántate” y vivo".
"Hay tardes en que todo huele a enebro quemado para reafirmar este Otoño de brotes tardíos confundidos en una falsa Primavera que insiste en generar vida, mientras se van
cayendo las hojas y son cortadas las ramas que sostuvieron nidos ya vacíos.
Todo me habla de cambios, de días más cortos con soles más tibios, de pausa, de tardes junto a la chimenea escuchando a Brahms o algún nocturno de Chopin para acentuar la melancolía del tiempo que no se detiene.
Y reflexiono en la vida que transcurre quietamente por momentos, pero agitada en otros. No me dejo arrastrar por la agitación. Permanezco quieta en mi centro desde donde vivo. Allí hay paz eterna aunque afuera haya tormentas.
Todo está en orden. La naturaleza es obediente y sabia. Se empeña en seguir contando cuentos nocturnos, diurnos. Agradece la creación aunque el hombre la maltrate y busque su autodestrucción, tratando de destruirla. El hombre no aprendió a leer.
Todo está bien en lo eterno. Observo el parque que día a día me enseña algo distinto, algo profundo, algo que queda. El árbol no se queja del hacha pues explotará lleno de vida dentro de unos meses. Aprendí yo también a no quejarme, a hacer y a ser y sobre todo a esperar.
He aprendido a rendirme con humildad ante aquello que no puedo explicar con la limitada razón. He dejado de endiosar a la mente, muy pequeña para entender el misterio del hombre, del universo y de mi existencia.
Esta es una de esas tardes en que tienes el espíritu abierto a la sabiduría del tiempo y de las cosas. El humo de la alfombra amarilla quemándose no ahoga al bosque, simplemente le recuerda que es tiempo de descansar pero permaneciendo de pie, para enfrentar la crudeza del invierno sin sucumbir cobardemente ante la adversidad. Y sigo aprendiendo. Me preparo, medito, reflexiono y sobre todo leo. Leo en las hojas caídas e incendiadas, en la gente que sufre a veces inútilmente porque no sabe leer, porque pelea contra sí misma, contra la vida, contra los sueños. Leo en las personas que sonríen y contagian alegría aún cuando su vida ha sido muy difícil y cuando me asalta la tentación de pensar que el hombre es una pasión inútil, que no tiene remedio, esa tentación que busca hundirme en un mar de negatividad, una amorosa voz me dice”Despierta. Estoy yo aquí. Levántate” y vivo".
No solo se logra la sensibilidad al ver(Con Los ojos) algo que te haga salir una lagrima.....pues terminando de leer este poema,escrito,ensayo o como le quieras llamar..... salen unas cuantas lagrimas de felicidad.Gracias.
ResponderEliminarGracias Jaime por tu comentario. Ha sido un pequeño trabajo desde el corazón para estos tiempos en que pareciera necesitamos redescubrir nuestras profundas sensibilidades.
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