domingo, 13 de mayo de 2012

LECTIO DIVINA - EJEMPLO CON UN TEXTO PASCUAL


Lucas 24, 35-48


1. INVOCA
Preparémonos para el diálogo con el Señor. Éste es el tiempo más importante de nuestra jornada. El Señor nos va a decir su Palabra. Nosotros la escucharemos, la meditaremos. Y el Espíritu, con la Palabra, irá transformando nuestra conducta. Procuremos establecer un silencio total. Exteriormente, evitando los ruidos. Interiormente, dejando a un lado las preocupaciones. Invocamos al Espíritu, abriéndonos a su inspiración. Es el mismo que inspiró la Palabra a los autores sagrados de la Biblia. Veni, Sancte Spiritus.

Ven, Espíritu Santo,
te abro la puerta,
entra en la celda pequeña
de mi propio corazón,
llena de luz y de fuego mis entrañas,
como un rayo láser opérame
de cataratas,
quema la escoria de mis ojos
que no me deja ver tu luz.

Ven. Jesús prometió
que no nos dejaría huérfanos.
No me dejes solo en esta aventura,
por este sendero.
Quiero que tú seas mi guía y mi aliento,
mi fuego y mi viento, mi fuerza y mi luz.
Te necesito en mi noche
como una gran tea luminosa y ardiente
que me ayude a escudriñar las Escrituras.

Tú que eres viento,
sopla el rescoldo y enciende el fuego.
Que arda la lumbre sin llamas ni calor.
Tengo la vida acostumbrada y aburrida.
Tengo las respuestas rutinarias,
mecánicas, aprendidas.
Tú que eres viento,
enciende la llama que engendra la luz.
Tú que eres viento, empuja mi barquilla
en esta aventura apasionante
de leer tu Palabra,
de encontrar a Dios en la Palabra,
de encontrarme a mí mismo
en la lectura.

Oxigena mi sangre
al ritmo de la Palabra
para que no me muera de aburrimiento.
Sopla fuerte, limpia el polvo,
llévate lejos todas las hojas secas
y todas las flores marchitas
de mi propio corazón.

Ven, Espíritu Santo,
acompáñame en esta aventura
y que se renueve la cara de mi vida
ante el espejo de tu Palabra.
Agua, fuego, viento, luz.
Ven, Espíritu Santo. Amén. (A. Somoza)


2. LEE LA PALABRA DE DIOS Lc 24, 35-48 (Qué dice la Palabra de Dios)


Contexto litúrgico


Estamos celebrando, en un tiempo litúrgico especial,
la Pascua de resurrección del Señor. Es un tiempo destacado en la liturgia para crecer en la fe en el Señor Resucitado, vencedor de la muerte y de todo mal. Tiempo mucho más importante que el de la Cuaresma. Tiempo para vencer los miedos, abrirnos al gozo y experimentar la alegría de los discípulos del Resucitado.

Contexto bíblico


Después de la manifestación de Jesús resucitado a los dos de Emaús y a Simón, este texto nos narra la presentación del Resucitado a los demás discípulos. Con este relato del Resucitado termina Lucas su evangelio, que lo continuará en el libro de Los Hechos de los apóstoles. En los versículos 50-53, describe Lucas brevemente la ascensión de Jesús al cielo, que es la plenitud de la resurrección. Lucas ubica este acontecimiento en Jerusalén, no en Galilea, como lo hacen los otros evangelistas. En el evangelio de Lucas, lo que comienza en el templo (Lc 1, 8-10), con el mensaje a Zacarías, termina en el templo (vs. 53).


Texto


1. La paz esté con ustedes (v. 36)


En la realidad de la vida, en la tristeza por la muerte del Amigo, cuando menos lo esperan, el Resucitado se presenta a los Once, abatidos y desesperanzados, sin saber qué rumbo dar a su vida. Los dos de Emaús ya se habían separado de sus compañeros, para recomenzar su vida de antes de conocer a Jesús. En este momento están los Once reunidos. Jesús Resucitado no es un fantasma. La fe no cree en ilusiones ni en apariciones ni en revelaciones raras. La fe se apoya en
la Roca firme, inconmovible, que es Jesús Resucitado. Jesús saluda y trasmite la paz, que es la síntesis de todos los bienes, de las bendiciones de Dios. Jesús quita del corazón todos los miedos. Cuando Él está ausente, nos vienen los miedos y los espantos. En la liturgia de la Eucaristía, también recibimos y damos la paz, como signo de reconciliación entre los hermanos que celebran el misterio del perdón y del amor de Dios, manifestado en la muerte y resurrección de Jesús.

2. Les abrió la inteligencia (v. 45)


Jesús Resucitado, como a los de Emaús, explica las Escrituras a los discípulos reunidos, para entender el misterio de la entrega hasta la muerte del Mesías. Recordemos que los judíos esperaban un Mesías político y triunfador. Y los discípulos se llevaron el gran desengaño, cuando el “Mesías soñado” por ellos moría en la cruz como un criminal y maldito. Con todo, el mismo Lucas en el Libro de los Hechos, en la despedida definitiva de Jesús, describe la pregunta que refleja las expectativas de los discípulos sobre un Mesías que restableciera el reino de Israel (Hch 1, 6). ¡Un Mesías crucificado! Ésta en la gran sabiduría del Evangelio. Pablo lo vivió en sí mismo este modo de comprender el misterio de la cruz, escándalo para los judíos y locura para los paganos. En cambio, para los que han sido llamados, sean judíos o griegos, se trata de un Cristo que es fuerza y sabiduría de Dios (1 Cor 1, 23-24). ¿Tenemos abierta nuestra conciencia para vivir así el misterio del sufrimiento, de la enfermedad y de la muerte?


3. Ustedes son testigos de estas cosas (v. 48)


Después de ser llamados para vivir en comunidad con Jesús y con los otros discípulos, después de haberse iniciado en el misterio del Mesías, muerto y resucitado, viviendo la experiencia del encuentro con el Resucitado, después de ser transformados por el Espíritu de Amor, los discípulos reciben la misión: ser testigos de su propia experiencia de intimidad con el Resucitado. Los frutos de la resurrección los describen unánimemente los cuatro evangelistas:

- ausencia del miedo, presencia de paz y alegría, apertura de la inteligencia para entender la Palabra, creer en un Mesías maltratado, crucificado y resucitado, donación del Espíritu, compartir la Palabra y la Eucaristía, envío a la misión, ser testigos de la Vida recibida.


3. MEDITA (Qué me/nos dice la Palabra de Dios)


Necesito la paz de Jesús en mi vida para ahuyentar los miedos y temores, debilidades y perezas. Necesito de la alegría del Resucitado, para vencer la tristeza, los sentimientos desviados, experimentar la alegría de ser y vivir como hijo/a de Dios. Necesito entender el misterio de la entrega de Jesús: muerte por amor, resurrección para vivir la plenitud de hijo de Dios. Necesito fortalecer mi vocación de evangelizador, discípulo y misionero, testigo de
la Palabra, de la presencia del Resucitado en mi vida. Para proclamar con mis obras y palabras que “Jesús vive” y tiene pleno sentido la entrega a pregonar la “Buena Noticia” de su Amor.


4. ORA (Qué le respondo al Señor)


Jesús, Tú vienes a nuestros caminos siempre. Tú te presentas en los momentos de nuestra debilidad, cobardía y olvido de Ti. Tú nos das la gran Paz, que eres Tú mismo. Tú nos abres nuestra escasa inteligencia para comprender que Tú eres Amor siempre, Perdón siempre, Buena Noticia siempre. Jesús. Tú nos eliges para vivir en comunidad de hermanos, para aprender de Ti en la convivencia diaria, en la oración con tu Palabra, en la relación con los demás, para construir
la Iglesia, para difundir la Buena Noticia de que el Padre en Ti nos ama, para ser testigos de tu Vida en cada uno de nosotros por la donación del Espíritu de Amor... Gracias infinitas te doy, Jesús... Sin Ti, ¿qué sería de mí? Cuando me siento débil, entonces es cuando soy fuerte (2 Cor 12, 10).


5. CONTEMPLA


A Jesús Resucitado, radiante, lleno de alegría, que te infunde el don de su presencia, gozo , el verdadero sentido del sufrimiento, de la muerte y de
la Vida. A Jesús Resucitado que, en la oración y en la celebración litúrgica, te abre a la comprensión de la Palabra del misterio de la cruz. A ti mismo, que, con la donación del Espíritu del Resucitado, quitas los miedos y te llenas de alegría.


6. ACTÚA


Eres testigo de
la Buena-Alegre Noticia “Dios te ama”. ¿Cómo la vives? ¿Cómo la proclamas? Repetiré como Tomás, en experiencia de fe y gozo: ¡Señor mío y Dios mío!

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